Aunque no se ve y no se huele, la amenaza del tufo del vino, es letal. El pasado domingo, la pesadilla de que alguna de las personas trabajadoras de la uva pueda perder la vida por culpa de este dióxido de carbono que se desprende cuando se realiza la fermentación alcohólica, se volvió a hacer realidad en Lanciego.

Allí, a primera hora de la tarde en la bodega Crespo Zabala, Gerardo, uno de sus propietarios, cayó a un depósito de fermentación.

Al parecer, por un resbalón –según precisó la alcaldesa de esta localidad de Rioja Alavesa, Itziar de Álava– y su cuñado, Félix, se intoxicó tras bajar al pozo, para intentar rescatarle.

Tres años antes y también en octubre, otros dos hombres perdían la vida en Lapuebla por culpa de este viejo y temido gas. Se trataba de su exalcalde y de su primo.

Sin embargo, las bodegas de Lanciego consultadas por DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA aseguran que “todas” ellas cumplen con las medidas de seguridad, que básicamente consisten en ventilar.

Si bien, son conscientes de sus límites, como bodegas familiares, pequeñas y antiguas que en su mayoría son, porque aunque las tecnologías, en forma de medidores de CO2 hayan llegado hasta ellas, todavía tienen que luchar contra la cobertura, al ser subterráneas, por lo que no funcionan como debieran los sensores, o con la escasez de personal para la elaboración.

Por ello, no se alerta del peligro hasta que es demasiado tarde.

¿Qué es el tufo del vino?

El tufo del vino que este domingo causó la muerte a dos personas en una bodega de Lanciego, en la Rioja Alavesa, es CO2, dióxido de carbono, un gas cuyo peligro es que es incoloro e inodoro y por tanto las personas no lo detectan. En condiciones normales no es venenoso, pero en concentraciones altas es mortal.

El tufo se crea de manera natural en el lagar durante la fermentación alcohólica de la uva, cuando el azúcar del mosto se va convirtiendo en alcohol. En este proceso se libera dióxido de carbono.

El problema es doble: primero, se genera mucho CO2 –el mismo gas que causa el efecto invernadero– ya que por cada litro de vino producido se producen 50 litros de dióxido de carbono, y segundo, este gas pesa más que el oxígeno, es más denso, de manera que se acumula en el suelo.

Sin una buena ventilación, se respira CO2 y en pocos minutos la persona que lo inhala se cae, queda inconsciente y muere por asfixia.

La mayor parte de los accidentes ocurren en los primeros días de la vendimia, cuando la uva llega a la bodega y comienza la fermentación. Por eso estos días de finales de septiembre o primeros de octubre son los más fatídicos.

La solución es ventilar. Antes se usaban las “tuferas” y hoy en día las bodegas modernas están construidas para favorecer la ventilación y la detección del CO2 se realiza con sensores, con lo que se han reducido los accidentes. Firma: EFE

Remodelación

“Es cierto que los miedos afloran. En mi caso, abro y ventilo, arriba y abajo. Se hace de forma rutinaria. Por las mañanas es cuando más tufo hay porque se acumula durante la noche, pero muchas veces los accidentes suceden por las prisas y el estrés de la vendimia, aunque no sé exactamente cómo fue el último accidente, y porque al final trabajamos con un gas que no se ve”, precisa Enrique Jalón, de Ezki Wines, de Viñaspre, una bodega de cosechero, que ha remodelado con ventilación “arriba y abajo”, además de poner extractor de gas.

Destaca que cada vez más se están implementando medidas, pero el temor al tufo sigue. “Yo, por ejemplo, trabajo en una bodeguita solo y tengo un empleado. Y ayer (por el domingo) se me puso la piel de gallina. Suelo hacer cursos de Prevención de Riesgos Laborales y vengo de trabajar en el extranjero, en Estados Unidos, donde hay unas medidas mucho más estrictas: está totalmente prohibido meterse y si lo hacen, hay controles de CO2 y tiene que ser entre dos personas, con un supervisor y un trabajador y firmar un protocolo de entrada. Y claro, esto en bodegas pequeñas, de cosechero, se hace de aquella manera, y tienen menos empleados”, ilustra.

Pocos trabajadores 

Y el hecho de que haya una persona sola trabajando, es un peligro, “porque tendría que haber, por lo menos, dos, y tristemente, ocurre porque son bodegas familiares y antiguas, de cosechero”.

“Todas las medidas son pocas porque una vida vale mucho”

De ahí que preguntado por si ve necesario tomar nuevas medidas, Jalón responde que “todas son pocas porque una vida vale mucho”.

“Ocurren en un segundo”

Otra persona al frente de otra bodega de Lanciego, que prefiere mantenerse en el anonimato, lamenta que estas desgracias ocurran, “en un segundo, aun teniendo todas las cosas y conocimientos”.

"¿Qué pasó? Pues no lo sé, la verdad. Igual en un segundo, se le nubló por ver cómo estaba"

De toda la vida, como señala, se han usado medidas para sacar el tufo: “El mejor medidor que había era el de la llama, que se apaga si no hay oxígeno. Félix tendría de todo y todos los conocimientos, como tenemos todos ¿Qué pasó? Pues no lo sé, la verdad. Igual en un segundo, se le nubló por ver cómo estaba, pero él cumplía con todos los requisitos, como hacemos todos, y no solo con los que nos pidan, sino con los sabemos que son necesarios. Todos cumplimos con ventilación externa y con las tuferas para sacarlo”, subraya.

"Las prisas y los nervios por la vendimia provocan que pasen cosas como las del domingo"

En las bodegas Blanco Pérez de Azpillaga, de Lanciego, su copropietaria Cristina Blanco, detalla que aunque los bodegueros con conscientes de los riesgos, los accidentes ocurren: “Yo, por ejemplo, tengo muy fácil airear porque tengo depósitos de acero inoxidable. Entonces, abro la puerta de la bodega y enseguida tenemos ventilación, pero las prisas y los nervios por la vendimia, porque son muchas cosas las que hay que hacer a la vez, provocan que pasen cosas como las del domingo. La primera muerte fue un accidente muy trágico y la segunda fue de corazón. A mí si se me cae mi hermano al depósito, voy corriendo a sacarlo”.

“Es muy traicionero”

La actual presidenta de la Asociación de Bodegas de Rioja Alavesa (ABRA), Itxaso Compañón, también es propietaria en Lanciego de Mozo Wines.

"Sabemos el cuidado que hay que tener, pero el tufo es muy traicionero"

“Los que trabajamos en las bodegas, sabemos lo que es el tufo y lo peligroso que es. El respeto que se le tiene y más cuando pasan estas cosas, que es cuando se convierte en miedo. Sabemos el cuidado que hay que tener, pero el tufo es muy traicionero. Igual habría que plantearse tener menos inspecciones en el campo, y utilizar esos medios para proteger más a las bodegas familiares y mejorar la capacidad para responder a estas cosas”, reivindica Compañón.

Por su parte, la localidad de Lanciego seguirá el martes de luto tras los tres días como tales que decretó su Ayuntamiento el domingo por la tarde, nada más conocer el triste suceso.