Efusivos saludos, risas nerviosas, simpáticas anécdotas, una montaña rusa de emociones y mariposas en el estómago como el primer día de clase es lo que exalumnos y exprofesores del colegio Niño Jesús de Vitoria sienten al cruzar la entrada al centro escolar de su infancia años después.

Miren Bernal al tomar el micrófono y revivir los nervios de subir al escenario por Santa Joaquina, la fundadora de las Carmelitas de la Caridad de Vedruna, educadoras durante años en el colegio de Beato Tomás de Zumárraga. También la sensación de cercanía y familia al estar de nuevo en el cole. “Las instalaciones han cambiado, pero no el hecho de que el lunes, a las 9.00 horas, cuando se abren las puertas, el colegio se llena de risas y carreras”, apunta.

La idea del reencuentro surgió en 2020 por el 150 aniversario del colegio; después llegó la pandemia y el pasado año, coincidiendo con la edición del libro sobre la historia del Niño Jesús, de nuevo se puso sobre la mesa y el director, Dario Nesilli, cogió el guante.

Así se creó la asociación de antiguos alumnos que hoy toma forma y que su presidente, Asier Martínez de Lahidalga, espera que sea “el comienzo de algo bonito, el principio de muchos encuentros”, apela. De su infancia en las aulas recuerda “la cercanía del profesorado y de las hermanas; hoy mis hijos estudian aquí porque es un gran colegio”, dice. 

En total son 700 los alumnos y alumnas que asisten a clase en el Niño Jesús, desde un año a 4º de la ESO, cuenta el director. Once de ellos forman parte del coro de Primaria y suben al escenario para cantar el himno de santa Joaquina, que da inicio a una jornada entrañable que culmina al mediodía con una comida en el comedor. “Por fuera está igual el colegio, pero por dentro, las aulas son más modernas y tienen hasta emisora de radio”, indica Asier.

Encuentro de antiguos alumnos del Colegio Niño Jesús de Vitoria Alex Larretxi

Misma sorpresa se llevan muchos de los 200 exalumnos reunidos en el salón de actos. Ainhoa Arresti siente “mariposillas” al repasar sus horas de voluntariado en la residencia de las Hermanitas de los Pobres. Hoy, el voluntariado forma parte de su vida y es ella quien acompaña a los jóvenes de la ESO a vivir la experiencia.

Cristina Mendoza recuerda lo que disfrutó aquellos días de internado con “compañeros que se convirtieron en su segunda familia”, las tardes jugando libremente en el patio y las risas al soñar lo que querían ser de mayores. También las épocas de interminables exámenes. Sin embargo, tiene claro que “las amistades de entonces son fundamentales hoy en su vida”, dice.

Que viene el coco negro

María Gainzarain se retrotrae a su primer día de colegio en 1966 en el centro viejo de Siervas de Jesús y recuerda una “sala muy grande, como cuatro clases con cien niñas”. Los chicos llegaron después. También al “coco negro” de la valiosa capilla a la que no podían pasar por miedo a que se las llevara. “Así que cuando una niña no venía a clase, aunque fuera porque estaba enferma, pensábamos que se la había llevado el coco negro”, cuenta.

Recuerdos, valores, anécdotas y sentimientos de tantas y tantas generaciones que pone en valor el alcalde, Gorka Urtaran, invitado al acto. “La importancia de generar comunidad no porque lo mande una ordenanza municipal sino por sentimientos y afectos”, subraya.

Más antigua es aún la experiencia de Pilar Urbina, exalumna de 101 años que, pese a no poder asistir al primer reencuentro del Niño Jesús, manda sus saludos en un vídeo.