Llega el último despertar, el último sonido de despertador de este reto. Lo hace con un sentimiento encontrado de alivio porque el cuerpo está muy cansado y los pies un poco hechos polvo y por otro lado con pena ya que acaba está aventura tan bonita en favor de la lucha contra la ataxia telangiectasia.
En la puerta de Basarte nos esperan Abel, mi sombra durante seis etapas –gracias amigo eres muy grande–, Guipu y Juanma. Los cuatro con buen ritmo vamos camino del alto de San Pedro. Primero por un terreno que pica para arriba pero apenas se nota. El frío de la mañana ayuda también a que el avance sea rápido.
Pero llegan las temibles cuestas. Para mí sorpresa soy capaz de mantener el ritmo y coronamos el alto antes de lo esperado. Luego el camino a Izarra, quitando un momento de duda en un cruce también es rápido y nos presentamos allí en tres horas. En dicha población alavesa nos esperan Aritz, Arnaitz y Aitor. Juanma Ormaetxea, con quien he compartido un par de días fantásticos y rutas opcionales, ha tirado para Amurrio. Gracias por venir conmigo.
Ahora, tras comer algo, ya seis cogemos varios caminos que nos pasan por Guillerna, Bitoriano y Domaikia. Allí comienza la segunda día subida del día, el Armikelo. También con sorpresa lo subo bien y a buen ritmo pero la bajada ya se hace pesada y mis pies comienzan a protestar de verdad.
En Foronda cargamos agua por última vez y llegamos a la parte más pestosa de la jornada. Con Vitoria de fondo toca rodear el aeropuerto para entrar en la capital gasteiztarra por Lopidana. Los últimos kilómetros los hago acompañado además de con mi quinteto de la guarda, con mi hija Nahia, Ane, Jon y Leixadi.
Por fin Mendizorroza aparece delante de mis ojos. Allí están mi mujer Itsaso, mi cuñada Jaione, Rober, Amaia, y más gente de Aefat y de Adela. Por supuesto está Kepa, el aita de Hodei, una de las razones por las que todo esto tiene sentido. Toca celebrar en Mendi junto con todos ellos el penalti final.
Gracias a todos, familia, amigos, medios de comunicación, a los padrinos, a toda la gente anónima que ha donado, a todos aquellos que han participado de una forma u otra en este reto y como no a Abel, Spiderabel, quién tiene un corazón gigantesco y ha estado minuto a minuto pendiente de que nada me faltará y de que nada me pasará. Gracias con mayúsculas.
Estas cosas tienen sentido cuando mucha gente las comparte y es participe de ellas. Os puedo decir bien alto que entre todos le hemos metido un gran gol a la ataxia telangiectasia.