La provincia alavesa está inmersa en una segunda ola de calor en apenas un mes de periodo estival con altas temperaturas que rondan los 37 grados de máxima estos días en Gasteiz como antesala a los 40 grados que ya se alcanzarán este próximo domingo y se superarán incluso el lunes. Los trabajadores que laboran a pleno sol buscan cobijo en la codiciada sombra y agudizan el ingenio a la hora de refrescarse y poder hacer frente a las temperaturas extremas. ¿Cómo afrontan las jornadas de trabajo baso el tórrido sol?

“De puta pena”, contesta tajante y resoplando Jonathan Calvete, de Grúas Hermanos Calvete, que se afana junto a otros dos operarios por acabar de recoger el montaje del pasado Ironman de la Plaza Nueva. Calvete reconoce que el calor no ayuda a realizar “un trabajo físico” como el suyo. “No hay trucos ni remedios”, expone, “la cosa es ir más despacio, ya que con estas temperaturas no se puede presionar a los trabajadores”. ”Llevamos una nevera en la grúa con bebidas frías y nos mojamos la gorra en la fuente antes de ponérnosla. Cuando se seca, pues a mojarla de nuevo”, sonríe mientras se seca el sudor de la frente con el dorso de la mano. Con las altas temperaturas, los trabajos de construcción y montaje “paran más tiempo al mediodía”, debido a que “es cuando más aprieta el calor” y empiezan antes, “sobre las 6.00” de la mañana, para “adelantar trabajo”.

Sorprende entre tanto achicharre encontrar a un repartidor enfundado en una sudadera roja. Se trata de Roland Rosero quien transporta alimentos congelados a bares y restaurantes. “Aunque haga mucho calor, llevo carga a -20 grados, así que me dejo el jersey puesto”, explica. Su método para sortear la horas de más calor es empezar a trabajar más temprano. “Arranco a las 7.00 para terminar sobre la 13.00 que luego ya no se puede estar”. Su compañero de profesión Edwing Cuenca lamenta lo “horrible que es trabajar así”, a la par que busca la sombra que proyecta su camión de reparto antes de sacar nuevas bebidas para distribuir. “La ruta hay que cumplirla igual. Haga calor o frío”, asiente resignado.

Puede parecer que con el calor se consume más ante la necesidad de hidratarse, pero los hosteleros aseguran que “se vende menos”. Ramón Breda, propietario de la heladería que lleva su nombre, aclara que con temperaturas extremas “la gente apura más en la piscina y hasta las 19.30 no vienen a comprar helados”. “Lo óptimo son los 25 grados, si se superan, mal”, dictamina. Una opinión que secunda la responsable del bar La Plaza, Merien Boudira.

“La gente viene por la noche y tenemos muchas horas muertas. Con tanto calor no trabajamos bien”. En su caso, los clientes juegan al “juego de las terrazas”. “Al mediodía el lado de la Virgen Blanca “es el infierno” y las personas se sitúan a la sombra de la Plaza Nueva, mientras que por la tarde “es al revés”. El asfixiante bochorno hace que las personas se resguarden en casa esperando que llegue algo de fresco por la tarde. Un cambio de horarios que afecta a los vendedores de la ONCE. Roberto Guinea mantiene su recorrido por el centro de la ciudad, eso sí, “buscando sombras”, pero “los clientes compran más tarde”, puesto que “salen de casa a partir de las 19.00 horas”.

Las temperaturas extremas también afectan a la cultura. El grupo gasteiztarra Hó Bá Lá Lá ofreció ayer al mediodía un concierto en la plaza de Correos, dentro del Festival de Jazz, y su vocalista recordaba la importancia de hidratarse mucho para mantener bien la voz. “Después de cada tema bebo un traguito de agua, pero que no esté muy fría, ¿eh?”. “El calor afecta y mucho. Te deja más atontada y cambia la interacción con el público. Entre tanto quejido frente al ambiente tórrido, hay una voz discordante.

Manuel, conductor del tren turístico, afirma sentirse “a gusto con el calor”. Ataviado con ropa veraniega, cuenta con una nevera en la locomotora en la que dispone de agua fresca. Entretanto, los turistas se echan crema en los vagones “sorprendidos” por las altas temperaturas que vive “Siberia Gasteiz”