La ventaja de la que parecía disfrutar Kamala Harris con su imparable irrupción como candidata hace meses parece diluirse. Donald Trump comienza a superarla y parece que comienza a adquirir cierta ventaja en la carrera electoral. ¿Volverá el expresidente a la Casa Blanca? Y, sobre todo, ¿qué significará para EE.UU. y el mundo entero su retorno? Preguntas a las que parece conveniente comenzar a responder, por si las encuestas aciertan esta vez.
Dos son las dimensiones a tener en cuenta a la hora de responder a estas cuestiones. Por un lado, está la política interna. ¿Continuará Trump con sus recetas económicas, con sus leyes migratorias y con su debilitamiento de las instituciones del país, o irá más lejos que en su anterior período presidencial? Y, por otro lado, tenemos la política exterior. ¿Llevará Trump a cabo sus amenazas contra los europeos de abandonar la OTAN y Ucrania en manos de Rusia si los Estados europeos no aumentan su gasto en defensa? ¿Cuál será su posición respecto a Gaza? Y, sobre todo, ¿cuál será su enfoque hacia China, la verdadera amenaza existencial a la hegemonía norteamericana?
Para la primera pregunta, la de entender cómo pueden ser los Estados Unidos tras el segundo advenimiento de Donald Trump, parece que existe una pista clara. Proyecto 2025. Un nombre que ha estado resonando en todos los discursos anti-Trump de los distintos líderes demócratas y que hace referencia al tradicional manual que publica la fundación Heritage antes de cada elección de presidente de los Estados Unidos con el fin de condicionar la hoja de ruta de los republicanos si estos llegan a la Casa Blanca.
La fundación, fundada en 1973 en Washington, se creó como un instituto de estudios sobre políticas conservadoras, para devolver a América a los valores tradicionales del conservadurismo norteamericano. Sus principios esenciales no dejan lugar a duda respecto a su adscripción en el espectro político norteamericano: libertad individual, gobierno limitado, libre empresa, defensa nacional y valores tradicionales norteamericanos. Fue Ronald Reagan el que dio prioridad a la fundación respecto a los otros think tanks conservadores, marcando desde entonces las políticas de las distintas administraciones republicanas hasta hoy en día.
El Proyecto 2025 es su aportación sobre cómo debería ser el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, teniendo en cuenta los errores de su primer mandato. Si en 2016 la fundación fue clave a la hora de la elección del equipo de gobierno de Trump, las líneas del Proyecto 2025 muestran la ambición de nuevo de marcar el rumbo del nuevo gobierno Trump, con una lista de políticas a llevar a delante en todos los campos, sobre todo, marcando las prioridades para los primeros 180 días del segundo gobierno de Trump.
Las 920 páginas del manual reflejan el extremismo político del trumpismo en su versión más cruda. Desde la necesidad de realizar deportaciones masivas de inmigrantes como no se ha visto jamás en los Estados Unidos, llegando a cifrar en 12 millones el número de inmigrantes ilegales a deportar del país; pasando por la finalización del muro, sin olvidar el negacionismo climático, apostando por acabar con las políticas de la agenda 2030, la supresión del derecho al aborto en todo el país, y reivindicando la amnistía por los asaltantes del Capitolio. Una agenda claramente conservadora, pero llevada al extremo más radical posible.
Pero quizás el aspecto más criticado y atacado por los demócratas es el referente a la reconfiguración de la arquitectura institucional y laboral del gobierno americano. Durante el primer mandato de Donald Trump fueron muchos los colaboradores cercanos, y los distintos departamentos del país los que frenaron las políticas extremas de Trump. Incluso figuras importantes de su propio gabinete dimitieron ante el rumbo errático y radical de los mandatos del presidente. Muchos otros, desde la sombra, dentro de los distintos departamentos y las distintas instituciones, sabotearon las políticas trumpistas llevando a Trump incluso a promulgar una ley que le permitiese despedir a los funcionarios que no le fuesen leales.
Parece que los conservadores más extremos aprendieron la lección. Este es uno de los pilares del Proyecto 2025. La guía plantea la expulsión de cientos de miles de funcionarios que no sean leales al trumpismo o que pertenecen a lo que ellos llaman la izquierda radical y el 'wokismo' y su reemplazo por trabajadores conservadores cuya lealtad esté fuera de cualquier duda. Esto implicaría la trumpización del funcionariado, evitando la posibilidad de que estos pudiesen sabotear las políticas extremistas de Trump. El Proyecto incluso plantea la creación de un registro de personas con probada lealtad al bando de Trump, como posibles candidatos al reemplazo de los empleados gubernamentales no afín con el pensamiento MAGA.
Un mayor poder presidencial
Pero el documento de la fundación Heritage va más allá. No solo se purgaría a los funcionarios y trabajadores estatales. Las distintas agencias estatales, desde el departamento de Educación hasta el FBI, verían recortada su independencia y su maniobrabilidad y pasarían a estar bajo el mandato directo del presidente. Esto se entiende porque muchas de las agencias estatales fueron las que en mayor medida entorpecieron las políticas trumpistas. Un mayor poder presidencial respecto a la Cámara de Representantes y al Senado y, sobre todo, a las agencias federales, que no solo recortaría el poder de estas, sino que las convertiría en instrumentos cumplidores de los deseos e intereses del presidente.
Un presidente con poderes extraordinarios y, sobre todo, con pocas instituciones capaces de actuar de freno frente a sus decisiones
En opinión de numerosos expertos el propósito de la fundación Heritage sería ilegal e inconstitucional. Para poder llevar a cabo esta reforma conservadora debería limitarse drásticamente la independencia y autonomía de los departamentos y agencias estatales y dar al presidente mayores poderes respecto a los otros contrapoderes del sistema político norteamericano. Un ejemplo claro sería el del FBI que podría convertirse en un instrumento en manos del presidente y que en opinión de algunos observadores, podría ser lanzado contra sus oponentes políticos. Esto significaría caer en el autoritarismo y acabar con la democracia norteamericana tal y como la conocemos hoy en día, un presidente con poderes extraordinarios y, sobre todo, con pocas instituciones capaces de actuar de freno frente a las decisiones presidenciales.
Esta deriva autoritaria no suena a ciencia ficción si vemos el rumbo actual de la política occidental. No debemos olvidar los regímenes del este de Europa, con un Viktor Orbán o los conservadores polacos de Ley y Justicia, claramente alineados en la erosión de la separación de poderes. Y qué decir de Benjamin Netanyahu y su intento de maniatar el Tribunal Supremo israelí, único freno del gobierno en un país que no posee formalmente una constitución como tal. El propio Trump, en unas declaraciones, no dudó en decir que él solo necesitaría ser dictador por un día, algo que sonaba como algo más que una amenaza.
Aranceles y más aranceles
Pero si el futuro para las instituciones democráticas del país pinta bastante oscuro, qué decir para el resto de los países del mundo. A nivel económico, las relaciones que pondrá en práctica Trump en el orden internacional están más que claras. Aranceles, aranceles y aranceles. Así describe constantemente Trump su futura política económica respecto al exterior, incluido referido a sus aliados europeos. Su deseo, traer la industria deslocalizada a los Estados Unidos y hacer imposible al resto del mundo vender sus productos en USA. Un retorno al proteccionismo en el mercado internacional, al que muchos expertos predicen efectos catastróficos que aún somos incapaces de adivinar.
El posible retorno de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. suscita mayor desconfianza y temor que hace ocho años
Si lo económico hace contener la respiración a medio mundo, qué decir del ámbito geopolítico. Especialmente Ucrania es el escenario que más puede condicionarse por un nuevo mandato del candidato republicano. Queda claro por las afirmaciones de Trump que el suministro de armamento a Ucrania se acabaría con su retorno a la Casa Blanca, abandonando el país en manos de un Vladímir Putin que, con las manos libres, podría soñar con atacar los países bálticos, Moldavia o incluso Polonia.
Al mismo tiempo, habrá que ver cuál es su posición frente a sus aliados europeos de la OTAN. Está claro que Trump no piensa seguir apoyando a los europeos si estos no pagan más por ser defendidos por los Estados Unidos. Queda claro que sería capaz de dejar abandonados a los aliados a su suerte, sin importarle cuál fuera el destino de estos. Una posición que implicaría no solo la decisión del aumento de gasto en defensa por parte de Europa, sino también un replanteamiento existencial respecto a su relación con los Estados Unidos. Ante este oscuro panorama, quizás, por fin pueda llegar el momento en el que la Unión Europea se decida a tener una voz propia respecto a USA, con todo lo que esto puede conllevar para el futuro de la Unión.
¿Guerra abierta con Irán?
Menos clara está la postura de Trump en el actual desorden internacional. ¿Cuál será su postura respecto a Israel en Gaza? Parece fuera de toda duda su apoyo a Israel, pero habrá que ver si en vez de intentar suavizar las ansias militares de Bibi, como está intentando el bueno de Joe Biden, Trump apoye la estrategia incendiaria del primer ministro israelí, llegando a sumarse incluso a una guerra abierta con Irán. Sin olvidar escenarios más calientes por momentos, como las cada vez más agresivas amenazas del Pequeño hombre cohete norcoreano, o los cada vez más beligerantes discursos de Xi Jinping respecto a Taiwán. Un mundo más peligroso que el que se encontró el candidato a presidente en su primer mandato y que eleva el temor en la escena internacional a las consecuencias de un retorno de Trump al tablero internacional.
En resumen, el posible retorno de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. suscita mayor desconfianza y temor que hace ocho años. Por un lado, se puede predecir una mayor erosión de unas instituciones que frenaron sus políticas a nivel interno y ante las que todo a punta que será mucho más agresivo. Para muchos expertos, este posible segundo mandato puede conllevar un aumento del autoritarismo y una erosión mayor de la democracia. Por otro lado, a nivel internacional, Trump encontraría un mundo más desordenado y peligroso que cuando accedió a la Casa Blanca, lo que elevaría sus capacidades incendiarias enormemente.
Todo indica que el segundo advenimiento de Donald Trump puede significar una mayor ruptura en la historia democrática de los EE.UU. Venganza ha sido una de las palabras que ha utilizado para calificar su posible retorno a la presidencia, lo que indica que su política será más agresiva y extremista a nivel interno. Y en lo referente al escenario internacional, tampoco parece que el mesías de Nueva York venga a traer la paz y el diálogo al mundo. Desde luego, el mundo no será el mismo después del 5 de noviembre si Trump lograr volver a la Casa Blanca…