Venimos de una semana intensa en torno al euskera. La celebración del Día de Europa el pasado 9 de mayo también ha tenido un componente importante desde el punto de vista lingüístico con el compromiso por una Europa plurilingüe y diversa culturalmente en la que las regiones tengan un espacio y las lenguas propias como el euskera tengan su lugar. Pamplona de hecho ha acogido el encuentro anual de la NLPD (Red Europea para la Promoción de la Diversidad Lingüística) y también el del Protocolo Galeusca con participación en ambos foros tanto de la Comunidad Foral como de la CAV que han tenido una presencia importante. Este sábado desde Sorionekuak lanzaron una nueva iniciativa para reunir a cientos de personas para “construir puentes” por el futuro del euskera y reivindicar este idioma como patrimonio común.
Y en la semana entrante comienza también una nueva edición de Euskaraldia (de Taupada Mugimendua) con el objetivo de fomentar el uso del euskera en la vida cotidiana, animando a que las personas cambien sus hábitos lingüísticos para comunicarse en euskera siempre que sea posible. Porque fomentar el uso es uno de los principales retos de esta lengua, además del conocimiento y su prestigio social junto a la necesidad de adaptarse a los nuevos canales informativos de las redes sociales y las nuevas tecnologías. Y no es un reto fácil precisamente por la realidad social tan diversa y globalizada a la que nos encaminamos junto a otros obstáculos políticos y jurídicos que son más que evidentes.
Por eso, además de medidas concretas como las aprobadas recientemente por el Gobierno foral en cuanto al incremento de plazas con euskera como mérito o requisito gracias al impulso del departamento de Memoria y Convivencia, Acción Exterior y Euskera, es preciso recuperar la fuerza en el campo de las ideas y de las sensaciones. Es un momento para el realismo, pero no para el pesimismo. De reivindicar y celebrar (como en el Herri Urrats, la fiesta a favor de las ikastolas de Ipar Euskal Herria celebrado este domingo) pero sobre todo de construir y de avanzar. Y de hacerlo desde una búsqueda del mayor consenso social tal y como recientes informes como los realizados por Eusko Ikaskuntza apuntan. Estamos a tiempo. El euskera tiene presente y sobre todo futuro. La sociedad tiene la última palabra.