Las decisiones y reacciones adoptadas en los últimos días por diferentes representantes de Venezuela son contradictorias y envían mensajes de desconcierto dentro del propio régimen chavista ante la presión a la que está sometido después de que, casi 50 días después de celebrarse las elecciones presidenciales en las que Nicolás Maduro se autoproclamó vencedor, aún no haya hecho públicas las actas del escrutinio. La resolución mediante la que se permitía la salida del candidato opositor, Edmundo González Urrutia, perseguido por las autoridades venezolanas y que temía seriamente por su vida, así como el drástico cambio en el lenguaje adoptado por el propio Nicolás Maduro, contrastan con la desmesurada reacción de dirigentes bolivarianos tras la aprobación por parte del Congreso de los Diputados de la proposición en la que se reconoce a González Urrutia como ganador de los comicios. La extemporánea propuesta de romper “todas las relaciones diplomáticas, comerciales y consulares” con el Estado español y la crisis diplomática no deben ir más allá. De hecho, la reunión mantenida ayer por la vicepresidenta ejecutiva y ministra de Petróleo, la poderosa Delcy Rodríguez, con el director de Negocios de Repsol en el país caribeño ha rebajado considerablemente el alcance de la ruptura. Con todo, resulta evidente que el régimen de Maduro es una tiranía y está corrupto. La búsqueda de una salida a la crisis debe hacerse con inteligencia pero también con intensidad, sin dejar que vuelva a caer en el olvido la situación del país como ha ocurrido en el pasado. De ahí la importancia del reconocimiento de Edmundo González. Esta crisis está retratando también a los partidos en el Estado. La izquierda abertzale ha vuelto a mostrar que le está costando superar el tic dogmático, transitando desde el aplauso público inmediato a Maduro –pese a que envió a “observadores sobre el terreno” a las elecciones– a la rectificación de Arnaldo Otegi, que el jueves pidió que se muestren las actas y se negocie. Asimismo, el PP pretende utilizar también esta crisis como un mero mecanismo de desgaste de Pedro Sánchez cuando la libertad y los derechos de los venezolanos los han mantenido en segundo plano los años anteriores. De igual modo, el PSOE no debería flaquear en la firmeza en defensa de esos derechos por intereses de otro tipo.