El apuñalamiento de una joven ocurrido en Bilbao en la madrugada de ayer constituye el primer homicidio machista en 2024 en la Comunidad Autónoma del País Vasco y en el conjunto de Hegoalde. Pero no es solo el primero del año sino uno más y la repulsa colectiva consiguiente vuelve a medir el grado de concienciación social ante un fenómeno cuya máxima expresión violenta es la pérdida de una vida –feminicidios de los que se llevan registrando en el conjunto del Estado al menos 36 casos en lo que va de año–. Las medidas preventivas, el rechazo oficial y mayoritario en la sociedad y la visibilidad de la sanción penal siguen sin ser suficientes para poner coto a una violencia que no es espontánea sino estructural. Por ello, es fundamental que el largo camino que ha llevado a visibilizar y combatir la impunidad del crimen no se detenga ahí y continúe señalando y condenando la impunidad de las actitudes que proporcionan el fondo cultural e ideológico de la desigualdad. El asesinato machista, en cualquiera de sus formas –vicario, familar, extrafamiliar...–, es la expresión más grave y execrable del negacionismo de la igualdad, pero no su punto de partida. Hay un ‘backup’ argumental que se esgrime sin rubor desde planteamientos políticos que encuentran en la descalificación del feminismo una herramienta para medrar en una parte de la opinión pública, reforzando estereotipos de supeditación por razón de género y una exaltación de un modo de masculinidad que, además de tóxica, es claramente acomplejada y propugna la victimización. Por ello, no basta con un enunciado formal sobre la equivalencia de derechos con independencia del género si en paralelo hay quien practica el negacionismo de la existencia de desigualdades, cuando no el del machismo como origen de las expresiones de violencia que padecen demasiadas mujeres. La ilógica de la imposición, de la fuerza física y el desprecio cotidiano son factores a erradicar activamente por el propio género masculino, que también acaba estereotipado en estas actitudes. Es preciso vaciar el machismo, dejarlo hueco de enredos discursivos. No es un problema ni una lucha sólo de mujeres. La violencia que lo expresa y la ideología que lo propicia son lacras con consecuencias insoportables para el conjunto de la sociedad y como tales deben ser combatidos colectivamente.
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