Resulta inconcebible para cualquier sociedad éticamente desarrollada y emocionalmente sana entender el recurso a la violencia vicaria que se ceba en dañar a las madres a través del sufrimiento de sus hijos. Es de una amoralidad que solo se puede intentar interpretar desde el trastorno patológico pero que, más allá de la lógica, se reproduce con la asiduidad suficiente como para que lleve a revisar los procedimientos y criterios con los que se encara el fenómeno. El reciente asesinato en Almería de dos criaturas de dos y cuatro años previo al suicidio de su progenitor coincide en el tiempo con el de otra mujer en Málaga a manos de su expareja. Uno y otro casos son estereotipos de la violencia machista que victimiza a la mujer directamente o a través de sus hijos. El caso de Almería debe ser motivo de un análisis de los mecanismos de protección y de su eficiencia cuando, como en este caso, la percepción de riesgo de la madre no estaba aparentemente asumida en primera persona. No se trata tanto de tutelar a la persona como de darle el refuerzo, el acompañamiento y la capacidad de tomar decisiones que vayan en su beneficio en el de sus hijos. Estamos ante un caso prototípico en el sentido de que la víctima de agresión machista eludía denunciar a su pareja, trataba de facilitar el derecho de esta a tener acceso a sus hijas sin intermediación de la administración y se oponía, incluso, a la orden de alejamiento que pesaba sobre el padre de sus hijas. En el capítulo del tratamiento administrativo-judicial se dificulta la eficacia cuando no hay percepción de legitimidad en las medidas. Pero también es necesario constatar que la protección de los menores es un principio a preservar por encima incluso de la tutela de los progenitores. La simultaneidad de una orden de alejamiento, con control telemático, por violencia machista y el derecho a un régimen de visitas de los hijos tiene un difícil manejo judicial a la luz de los riesgos constatados. La consolidación de un consenso político y social se ve dificultada por el negacionismo del propio fenómeno de la violencia machista en sus diversas formas. El presidente de Andalucía –Juanma Moreno (PP)– reclamaba ayer un pacto de Estado en esta materia pero para ello su partido debe dejar de homologar a la extrema derecha que obstruye y desmonta las medidas necesarias allí donde gobierna con ella.