Dos años después de la ilegal e injusta invasión de Ucrania por parte de Rusia y del consiguiente inicio de la guerra ante la resistencia llevada a cabo, aun en precarias condiciones, tanto por las autoridades de Kiev como de la población agredida, el estado de situación del conflicto es de preocupante y peligroso estancamiento. Dado el actual escenario, el enfrentamiento armado –llevado a una crueldad extrema, con decenas de miles de muertos, muchos de ellos civiles– parece haberse convertido en una cruel guerra de desgaste en la que el líder ruso, Vladímir Putin, consciente de su inmenso poderío militar muy superior al ucraniano, parece hallarse cómodo como mal menor. En estos 24 meses, Putin ha fracasado rotundamente en sus objetivos al inicio de la invasión. Más allá de sus falsos argumentos de presunta “desnazificación” de Ucrania, es evidente que su meta al iniciar su ofensiva militar contra un país independiente era destituir al gobierno liderado por Volodímir Zelenski –firmemente partidario del acercamiento a Europa y de huir del área de influencia de una Rusia cada vez más expansiva y autoritaria– y constituir un régimen títere dominado por Moscú. La fuerte resistencia ucraniana y la ayuda prestada tanto por parte de la Unión Europea –pese a algunas reticencias iniciales de varios países miembros– como de Estados Unidos, tanto en la vertiente política como militar y económica, impidieron que Putin alcanzara su primer objetivo, pero han llevado a un cada vez menos asumible alargamiento de la guerra, que ha vivido diferentes fases alternativas de ofensivas y contraofensivas sin que ninguna de las partes parezca capaz de ganar la guerra ni que se vislumbre a medio plazo una solución negociada. El momento actual es especialmente complicado y peligroso, tanto para Ucrania como para toda Europa. El lógico cansancio y desgaste que está suponiendo la guerra para Ucrania, su debilidad militar frente a Rusia, en especial por falta de material y munición, los problemas internos que está afrontando Zelenski y, sobre todo, la disminución de las ayudas por parte tanto de la UE como, en especial, de EE.UU., están haciendo mella y amenazan con un debilitamiento aún mayor. Putin no se detendrá si no es vencido y la amenaza de extensión global de la guerra hacia Europa es cada día mayor.