Galicia seguirá siendo el mayor feudo del Partido Popular, tras reeditar la mayoría absoluta en las elecciones autonómicas. Alberto Núñez Feijóo sale reforzado dentro de su partido y amortiza los errores de las últimas semanas sin un coste significativo en poder y en voto, con unos resultados que, pese a la pérdida de escaños, acreditan una fortaleza social incuestionable. El fuerte incremento de la participación no ha llevado consigo una movilización significativamente volcada hacia la alternativa, en tanto no ha habido tránsito de votos entre los bloques de izquierda y derecha. La ciudadanía gallega sí ha definido claramente su alternativa al PP para la política más cercana, incrementando la presencia del BNG a niveles históricos a costa del desfonde del socialismo tradicional gallego, que obligará a Pedro Sánchez a reflexionar sobre sus próximos pasos. Dos ejes parecen haber marcado el resultado electoral: en el primero, el debate de la política de ámbito estatal lo ha ganado ampliamente el PP de Feijóo con un candidato, Alfonso Rueda, a rebufo del líder de su partido; la misma estrategia en el lado del PSOE ha dejado a su candidato, José Ramón Besteiro, debilitado por la dificultad de ser emblema de cambio en tanto la imagen de Pedro Sánchez lo copa todo en su partido. El amplio frente de sensibilidades que aspiran a esa alternativa han entendido que, en el marco autonómico, el futuro inmediato pasaba por la candidata del BNG, Ana Pontón, auténtica ganadora en ese frente de centro-izquierda pero aún insuficiente para ser alternativa en tanto el votante del PP gallego sigue sin ver la necesidad de descabalgarlo y carece de una candidatura puente que le desgaste por el centro. El salto radical de votar al PP a hacerlo a una izquierda muy marcada es impensable. Lecciones del resultado deberán sacar también en la izquierda alternativa, dividida en Sumar y Podemos y más orientada a purgar sus desencuentros que en alcanzar una representación parlamentaria de la que ya carecían. La extrapolación del resultado en Galicia a la política estatal puede ser un divertimento pero no tiene efecto práctico. Allí donde el PP era más fuerte lo sigue siendo; allí donde el PSOE no era alternativa, sigue sin serlo. La realidad plurinacional mira a los ojos a ambos; la misma que el año pasado propició el gobierno Sánchez y se lo negó a Feijóo.