La multitudinaria manifestación celebrada el pasado sábado en Madrid, convocada por varias plataformas de la derecha y apoyada por los partidos de la misma ideología, con protagonismo especial para Vox, en contra del Gobierno de Pedro Sánchez resultó, como cabía esperar, un remedo de la polémica foto de Colón de 2019 y supone un punto de inflexión en el lanzamiento de la precampaña para las próximas elecciones del 28 de mayo. Como se comprobó en la movilización y es ya el leit motiv habitual de sus discursos, el objetivo confeso de toda la derecha es que los comicios municipales y autonómicos sean una especie de primera vuelta en la que una eventual derrota de las principales candidaturas socialistas se convierta en el trampolín para desalojar a Sánchez de La Moncloa en un futuro próximo. La estrategia es cuestionable, tanto desde el punto de vista político como democrático. Lo que no es admisible es, como se hizo en la manifestación apoyada por el PP, aunque no acudió Feijóo por cierta cobardía política, es tachar de ilegítimo a un gobierno democrático. Esta estrategia no se dirige exclusivamente contra Sánchez. Constituye el núcleo de la batalla de las derechas en contra de la concepción de un Estado democrático, moderno, igualitario en todos los aspectos, garante de derechos fundamentales para todos y todas, plurinacional y plurilingüe. La ofensiva más reciente contra el aborto o la ley del sí es sí –más allá de sus errores y lamentables consecuencias que se deberían rectificar–, así como contra el euskera y el catalán y el autogobierno así lo demuestran. Ayer, los populares reunieron a sus principales candidatos en las elecciones del 28-M en un acto que se ha interpretado como “la conjura del PP” para llevar a Feijóo a La Moncloa, con los presidentes autonómicos Ayuso (Madrid), Moreno Bonilla (Andalucía), Mañueco (Castilla y León) y López Miras (Murcia) como padrinos y referentes políticos. Es decir, precisamente quienes gobiernan junto a Vox o gracias a los votos de la ultraderecha. Una realidad perversa y peligrosa que no es capaz de rechazar o a la que no quiere renunciar Feijóo para hacerse con La Moncloa. En este escenario, el PSOE no debería limitarse a agitar el miedo a la derecha en busca de votos para mantenerse en el poder. No hacen falta conjuras, sino política decente y ejercicio democrático.