Los últimos datos relativos al consumo de drogas, incluidos el alcohol y el tabaco, hechos públicos la semana pasada por el Ministerio de Sanidad no por recurrentes y conocidos dejan de ser sumamente preocupantes. Existe el riesgo de que el consumo y pluriconsumo generalizado de muchas de estas sustancias, en la mayoría de los casos debido a los usos y costumbres sociales, lleve a banalizar los perjudiciales efectos a corto, medio y largo plazo que conlleva, entre las que no es menor el peligro de la dependencia, desgraciadamente muy extendido. Es muy destacable que Euskadi sea una de las comunidades en las que más se bebe alcohol: el 71% de los vascos entre 15 y 64 años ha consumido este tipo de bebidas en el último mes, por encima de la media estatal. Resulta, asimismo, alarmante constatar que la edad de inicio en el consumo de alcohol en la CAV es de 16,7 años, mientras que para el cannabis se alarga solo dos años más, hasta los 18,3. Significativamente, en zonas en las que más crece el poder adquisitivo es donde existe mayor permisividad en materia de consumos en la adolescencia. El alcohol es hoy la sustancia que se percibe como menos peligrosa mientras que el cannabis es la droga ilegal más disponible, fácil o muy fácil de conseguir en 24 horas. Desde las instituciones a las familias debe tomarse conciencia de los serios riesgos del consumo tanto “moderado” como, sobre todo, excesivo de todas estas sustancias. En primer lugar, porque la pérdida del autocontrol puede empujar a realizar actos no responsables y porque los problemas que aparentemente desaparecen durante la euforia que sigue a la ingesta suelen posteriormente amplificarse. Asimismo, el consumo de riesgo de alcohol está relacionado con más de 60 enfermedades, entre ellas, varios cánceres y cirrosis hepática. Por su parte el tabaco sigue siendo la primera causa de enfermedad y muerte evitable, interviniendo como causa en 15 tipos de cánceres y distintas enfermedades del corazón, cerebro, pulmón, etcétera. De igual modo, está creciendo de modo alarmante el consumo de fármacos hipnosedantes, sustancias que tienen efectos ansiolíticos, tranquilizantes o productos para dormir o relajarse. Es necesaria una seria reflexión sobre la permisividad y la banalización del consumo de todo tipo de drogas y su alto coste personal y social.