La guerra en Ucrania ha cumplido cinco meses desde que las tropas rusas invadieran el país sin que pueda atisbarse signo alguno de un final a medio plazo, bien por la victoria militar de uno de los bandos o por un acuerdo de paz cada día más impensable. A lo largo de estos 150 días, las impactantes imágenes de bombardeos, civiles muertos en las calles, centenares de miles de refugiados y un país arrasado en el corazón de Europa se han hecho dramáticamente cotidianas hasta el punto de que se diluyen entre el resto de informaciones, incluidas las que tienen que ver con las consecuencias económicas del conflicto provocado por Vladímir Putin. En medio de este peligroso estancamiento, en los últimos días la desgarradora fotografía de un padre ucraniano arrodillado en el suelo ante su hijo de solo 13 años muerto por un ataque ruso en Járkov y el acuerdo entre Kiev y Moscú, bajo la mediación de Turquía y la ONU, para desbloquear la exportación de los cereales ucranianos retenidos en los puertos han mostrado las dos caras de esta guerra. Por una parte, la realidad de la población civil, sometida a la amenaza constante, y, por otra, la de la vía del diálogo y el acuerdo para resolver problemas aparentemente imposibles. Naciones Unidas calcula que han muerto ya más de 5.000 civiles en Ucrania, la mayoría en la región del Donbás, donde Rusia está concentrando sus ataques, aunque ya sin avances especialmente significativos ante la resistencia del Ejército de Kiev. La última amenaza del Kremlin de que ya no se conforma únicamente con el Donbás sino que también pretende “la región de Jersón, Zaporiyia y otra serie de territorios” indica que el objetivo real de Putin es –como se temía– el control absoluto sobre toda Ucrania y el sometimiento de su población a Rusia. Lo que indica que la guerra será aún muy larga. El acuerdo sobre los cereales, que alivia la crisis alimentaria mundial, es el único avance por el momento respecto a la vía diplomática, aunque ya un día después de la firma se produjo un ataque ruso al puerto de Odesa, lo que muestra su fragilidad. La prolongación de la guerra está también agrietando aún más la unidad de Europa, seriamente afectada por el conflicto. La ayuda y asistencia a Ucrania frente a una agresión ilegítima y la búsqueda de un acuerdo de paz siguen siendo, pese a sus dificultades, las tareas urgentes a abordar por parte de Occidente.