a celebración del primer Ibilaldia tras dos años de obligado parón debido a la pandemia volvió a acoger ayer en Abusu-La Peña a decenas de miles de personas que participaron de una jornada festiva y reivindicativa en favor del euskera y de las ikastolas. Un evento multitudinario que volvió a mostrar la fortaleza, tanto en organización como en participación, del movimiento de las ikastolas y de la implicación popular. Esta edición de Ibilaldia ha tenido lugar en un momento caracterizado por las perspectivas e ilusiones levantadas respecto a las nuevas bases para la educación vasca del futuro y la incertidumbre respecto a su alcance e implementación, así como la realidad respecto al aún escaso uso del euskera pese al alto nivel de conocimiento de la lengua vasca. Los últimos grandes acuerdos alcanzados en materia educativa en Euskadi responden a una creciente demanda social para sellar pactos de país que garanticen mediante un amplio consenso una enseñanza de calidad, euskaldun, igualitaria y con valores esenciales. El consejero de Educación, Jokin Bildarratz, volvió a defender ayer en el arranque de Ibilaldia que la cultura vasca y el euskera necesitan “acuerdos entre diferentes”, al tiempo que defendió los centros escolares como impulsores de la lengua. En este sentido, las ikastolas y el movimiento generado en torno a ellas han jugado históricamente un papel absolutamente vital en el aprendizaje, alfabetización, utilización y prestigio del euskera. Su incuestionable labor durante generaciones está chocando en los últimos tiempos, sin embargo, con algunas estrategias políticas y sindicales que, bajo la excusa de la apuesta por la educación pública -que nadie pone ni debe poner en duda-, están socavando de manera injusta su reputación y buen trabajo asimilando las ikastolas con el elitismo, la desigualdad y las prácticas de segregación. Las ausencias ayer en Ibilaldia de representantes de partidos, a excepción del PNV, y de sindicatos son prueba fehaciente de esta desafección. La educación vasca precisa de consensos sólidos. Las fuerzas contrarias son muchas, poderosas y cuentan con amplios resortes, como se está comprobando en Catalunya con movimientos contra la inmersión lingüística y la obligación de impartir el 25% de materias en castellano. El futuro depende de la unión de fuerzas y de la solidez de los acuerdos de hoy. l