os sindicatos volvieron ayer a llevar sus reivindicaciones a la calle con motivo del Primero de Mayo, por primera vez sin las restricciones que han marcado los últimos dos años debido a la pandemia de covid-19. Con convocatorias separadas -lo que continúa siendo muy significativo-, las centrales vascas pusieron el foco durante sus manifestaciones, eslóganes y discursos en la reivindicación genérica de la subida de salarios para compensar la pérdida de poder adquisitivo. Los dos últimos años, caracterizados por el impacto que ha causado la pandemia a nivel global, han sido especialmente duros para la economía, con una fuerte incidencia en las empresas y los trabajadores. El brusco frenazo de la actividad durante los primeros meses del covid provocó innumerables cierres así como un aluvión de ERTE que, en la mayoría de los casos, logró evitar la quiebra de muchas empresas. El proceso de recuperación, que se preveía en cierto modo rápido y estaba respaldado e inundado de miles de millones de euros en ayudas por parte de la Unión Europea, se ha visto dinamitado por la invasión rusa de Ucrania y la guerra, que está afectando de manera lesiva a Europa, aunque con repercusión también global. El conflicto en sí, generador siempre de incertidumbres que repercuten en la economía, y su derivada energética con la consecuencia de un inusitado aumento de precios, están poniendo en riesgo la recuperación. En este contexto, las reivindicaciones de los sindicatos no pueden ser ajenas a esta realidad. Buenos salarios, bajada de precios y mayor igualdad son aspiraciones justas, que es preciso, no obstante, aclimatar a la coyuntura. Todo indica que la guerra en Ucrania será, por desgracia, larga, por lo que, en consecuencia, la crisis lo será también. La creación de más y mejor empleo, estable, de calidad y bien pagado debe ser la prioridad, pero solo es posible si se dan las condiciones para ello. Una situación que es necesario ayudar a crear de manera colectiva, entre empresas, trabajadores e instituciones, como responsabilidad y compromiso comunes. Algunos sindicatos rechazan -y así lo reiteraron ayer- un “pacto de rentas” como forma de abordar la actual coyuntura. Sea acertado o no el término -muy demonizado-, las centrales deberían reflexionar sobre la urgente necesidad de un gran acuerdo social para afrontar la grave situación actual y fijar las bases de garantía para el futuro.