a crisis retransmitida del Partido Popular deja heridas profundas en su estructura que no se solventarán con la mera sustitución de Pablo Casado y su equipo al frente del partido. La celebración de un Congreso en el menor plazo posible se ha vuelto perentoria para el PP pero esa cita requiere de un profundo trabajo previo de estabilización de sus estructuras. Descabezado el partido, el pacto de los barones es el único mecanismo para lograr esa mínima estabilidad pero está por ver si el elemento de distorsión de la vida interna que ha ejercido el pulso de liderazgos en Madrid queda solventado con la victoria de Isabel Díaz Ayuso, si solo es un capítulo más de una historia que no ha terminado o si los afanes de la presidenta madrileña se limitan, como afirma al ámbito de su comunidad. En cualquier caso, el escenario político que se abre no se aclarará hasta pasados unos meses. La relación con la extrema derecha de Vox es uno de los indicios fundamentales de la dirección en la que quiera llevar al centro-derecha español quien asuma su liderazgo. En todo caso, hay efectos colaterales que trascienden al propio Partido Popular y de los que puede beneficiarse la estabilidad política del Estado. Pedro Sánchez obtiene un inesperado y balsámico espacio de tiempo en el que debería poder dedicarse a dos prioridades clave: las transformaciones económica y sociopolítica. La primera tiene en los fondos europeos y la augurada recuperación de la actividad y el crecimiento un escenario que solo puede ser de éxito. No obtener el máximo rendimiento a herramientas tan poderosas sería un fracaso incuestionable para el bagaje del presidente español. El segundo aspecto es inaplazable también. Incluso puede apoyarse en el rendimiento del primero para acometer la irrenunciable actualización del modelo de gobernanza del Estado. Los complejos derivados del marcaje de la derecha ante la opinión pública no deberían impedir que Sánchez afiance, alimente y naturalice una estrategia de modernización y convivencia con los socios de la investidura. Consensos básicos desde el mutuo reconocimiento que huyan de la tentación recentralizadora de fechas pasadas. Y una actitud valiente y pedagógica sobre la realidad plurinacional del Estado, los modelos bilaterales de cooperación vigentes y la cosoberanía como mecanismo de estabilización que se acompañe de un marco legal eficiente para evitar su cuestionamiento jurídico.