a guerra fratricida que está librando el PP, prácticamente retransmitida en directo, va a tener importantes consecuencias políticas más allá del riesgo de descomposición y ruptura de la propia formación, conmocionada aún ante el espectáculo de dos de sus líderes acusándose de graves delitos. En primer lugar, el propio PP pasa por ser uno de los pilares del bipartidismo en el Estado y, como tal, ha formado parte del sistema de alternancia política, constituyendo varios Gobiernos a lo largo de distintos periodos en las últimas décadas. Su grave crisis -a la que de momento no se atisba una solución satisfactoria a corto o medio plazo- afecta, por tanto, al propio sistema político del Estado. Además, tanto en el fondo -al fin y al cabo, el enésimo problema de corrupción- como en la forma -un lamentable espectáculo público de batallas personales- pueden afectar también de manera notable a un mayor deterioro en la consideración de la política y de los políticos por parte de la ciudadanía, que asiste atónita y abochornada a la sucesión de acontecimientos. Este escenario general es el caldo de cultivo perfecto para el fortalecimiento del populismo y de la extrema derecha, que sabe aprovechar las crisis para emponzoñar los debates y colar sus peligrosos mensajes. Un riesgo cierto del que también tiene responsabilidad el PP, que ha blanqueado y alimentado a la extrema derecha calcando parte de sus discursos y políticas, como se acaba de comprobar en las elecciones de Castilla y León, cuyo fiasco ha precipitado este encarnizado enfrentamiento en el seno de la formación popular, que aún debe decidir si se suma al cordón sanitario a Vox a semejanza de lo que es habitual en Europa incluso en las derechas o pactar con los ultras. En este escenario con un PP abierto en canal y con Ciudadanos al borde de la desaparición definitiva, Pedro Sánchez puede tener la tentación de aprovechar la situación de crisis total en el centroderecha para apostar por un adelanto electoral que pudiera situar al PSOE en una posición hegemónica. Una operación de dudosa calidad democrática y alto riesgo, por cuanto la polarización resultante podría llevar a un todavía mayor reforzamiento de la extrema derecha en un momento especialmente delicado para la estabilidad en plena salida de la crisis pospandemia y la necesaria recuperación y transformación.