a Ertzaintza cumple este martes su 40º aniversario, tiempo en el que se ha consolidado como la Policía propia de Euskadi, de carácter integral, cercana a la sociedad vasca y plenamente integrada en ella, democrática, moderna y profesional, constituyendo uno de los símbolos y grandes pilares del autogobierno. Heredera de la Ertzaña nacida bajo las órdenes del lehendakari José Antonio Aguirre en 1936, en plena Guerra Civil, la actual Ertzaintza cuenta con la confianza y aprecio de la inmensa mayoría de la ciudadanía vasca y con un alto grado de reconocimiento, incluso a nivel internacional. No siempre ha sido así. La Policía vasca moderna nació en febrero de 1982, al amparo de las competencias propias de Euskadi recogidas -no sin gran esfuerzo- en el Estatuto de Gernika, que encomienda a la Ertzaintza “la protección de las personas y bienes y el mantenimiento del orden público dentro del territorio autónomo” bajo el “mando supremo” del Gobierno Vasco y con funciones de actuación como policía judidial. Es decir, un cuerpo cien por cien integral. Los recelos de los distintos gobiernos españoles y de mandos y miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, sin embargo, han ido poniendo numerosas trabas al desarrollo y funcionamiento de la Ertzaintza mediante su exclusión en el acceso a información relevante, falta de coordinación o incomprensibles vetos como el de su incorporación al Protocolo de Schengen, incluida la habilitación de los ertzainas para cruzar la frontera durante una persecución en caliente o en el marco de una investigación judicial, aunque cruzaran los límites geográficos de Euskadi, agravio corregido hace apenas ocho meses. Por otra parte, la ofensiva terrorista de ETA -quince agentes han sido asesinados en estos años-, los continuos ataques de kale borroka y la incitación al odio contra la Policía vasca por parte de grupos de la izquierda abertzale han condicionado la labor de la Ertzaintza y han generado sufrimiento añadido a los ertzainas y sus familias. Tras el fin de ETA, la Ertzaintza se halla ahora en un proceso de madurez en el que afronta los desafíos propios de cualquier policía profesional del mundo, entre ellos un mayor acceso de mujeres, también en puestos de responsabilidad, y la respuesta a diversos tipos de delitos como la violencia contra la mujer, ciberdelincuencia, el islamismo radical, la xenofobia o vulneraciones de derechos de identidad, género, etc.