l arrollador triunfo electoral de António Costa el domingo en Portugal es un claro mensaje de la ciudadanía en favor de la estabilidad, la moderación sin renuncia a las políticas propias de su identidad ideológica y el equilibrio frente a la estridencia de los extremos. La contundente victoria en las urnas ofrece, además, otras lecciones que, sin necesidad de trazar paralelismos a menudo chirriantes respecto a otras realidades, sí pueden servir de orientación o incluso de aviso a navegantes en un momento crucial como este en el que todos los países europeos abordan la recuperación de la crisis tras la pandemia. La primera constatación tras conocerse los resultados de las urnas es el estrepitoso fracaso de los sondeos, que apuntaban, como mucho, a un empate técnico entre el Partido Socialista (PS) y el conservador Partido Social Demócrata (PSD). Mucho hay que revisar, como se ve, en las técnicas y sistemas demoscópicos, y no solo en “el CIS de Tezanos”. De ahí que la consecución de la mayoría absoluta por parte de Costa haya sido una sorpresa que interpela aún más a los demás partidos, incapaces de sostener a gran parte de su electorado, que ha preferido la confiabilidad del líder socialista y, en consecuencia, ha optado por el voto útil. Las formaciones a la izquierda del PS -el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista-, que tras la experiencia de la jerigonça de 2015 daban apoyo parlamentario a Costa, forzaron el adelanto electoral con su negativa a aprobar los Presupuestos, lo que suponía la ruptura del bloque progresista y ponía en riesgo los fondos europeos para la recuperación. Mientras, los conservadores acusan también en las urnas su estrategia de oposición sin concesiones en un momento en el que la ciudadanía exige unidad a la clase política. En cuanto a la extrema derecha, es verdad que Chega se convierte en tercera fuerza, más por demérito de otros que por entusiasmo popular, aunque su 7% de los votos y sus 12 diputados no le permiten tener una gran capacidad de decisión. António Costa revalida así por segunda vez su mandato, ahora con una mayoría absoluta que deberá administrar con inteligencia y sentido de Estado. Como el propio líder socialista afirmó la noche electoral, “mayoría absoluta no es poder absoluto”. Es esperable que esta constatación y el espíritu de colaboración calen tanto en el vencedor PS como en la derrotada oposición.
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