uskadi se encuentra en la actualidad en la “fase de ascenso” de la segunda ola epidémica de covid-19. Así lo señaló ayer la consejera de Salud, Nekane Murga, y así lo muestran los datos de los últimos días, en los que el número de nuevos contagiados diarios está por encima de los 500, y con alrededor de 4.000 positivos activos en la CAV. El extraodinario esfuerzo colectivo -incluido un severo confinamiento general- que supuso frenar la curva de la pandemia durante los momentos más duros de marzo y abril corre el riesgo de caer en saco roto ante algunos relajamientos de una parte de la ciudadanía respecto a las medidas de prevención establecidas, fundamentalmente la distancia social, la higiene y el uso de mascarilla, claves para la propagación del virus. La declaración, a partir de mañana, de la emergencia sanitaria en Euskadi -que ya estuvo en vigor desde el 13 de marzo hasta el 19 de junio, momento en el que entró en la nueva normalidad- supone una vuelta atrás, no tan traumática, con el objetivo de evitar males mayores, en especial la propagación sin control de la enfermedad, muertes, el colapso del sistema sanitario y un segundo confinamiento que no se contempla ni aun en un modo atenuado. Ahí radican tanto las medidas aprobadas el viernes de manera consensuada con el resto de comunidades autónomas como las previstas a partir de mañana con el estado de alarma en Euskadi. Se trata, en principio y siempre en función de la evolución de los datos, de mayores restricciones en cuanto a aforos, agrupaciones de personas y horarios en hostelería y transporte público, así como de posibles aislamientos o confinamientos selectivos en zonas y situaciones de riesgo. La declaración de la emergencia sanitaria, instrumento recogido en la Ley Vasca de Gestión de Emergencias, otorga al lehendakari la capacidad de ostentar el mando único y el soporte legal suficiente para adoptar las nuevas restricciones. Nos encontramos, de nuevo, ante un momento especialmente delicado, clave para detener el aumento de contagios y evitar el tsunami al que se refirió ayer la consejera y que nos llevaría, entonces sí, a tiempos pasados. La responsabilidad de evitar estas dramáticas situaciones es de todos, haciendo posible el equilibrio entre la libertad de movimientos y el disfrute del ocio con la prevención mediante el estricto mantenimiento de las medidas de seguridad.
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