a crisis sanitaria sin precedentes que estamos viviendo a raíz de la pandemia global por la extraordinaria afección del coronavirus y las medidas que se están adoptando para su contención están suponiendo un desafío en todos los órdenes, tanto para las autoridades como para nuestros profesionales -principalmente, los de la sanidad, que están manteniendo un comportamiento y compromiso ejemplares que, como exigió ayer el lehendakari, merecen ser reconocidos y compensados-, empresas, comercios, autónomos y, en general, para toda la ciudadanía. Todos y cada uno de nosotros estamos concernidos en el objetivo común de frenar la propagación de la enfermedad, que ayer volvió a registrar un pico importante de afectados registrados. Es por ello que resulta necesario insistir en la imperiosa necesidad de atender de manera estricta las recomendaciones de prevención y las medidas de restricción que se han decretado, por difíciles que sean. Ayer, primer día de vigencia de la limitación de movimientos, la gran mayoría de la ciudadanía volvió a demostrar su espíritu cívico, comprometido y solidario y se quedó en casa. Hubo también, sin embargo -bien por desconocimiento o por irresponsabilidad- comportamientos incomprensibles de resistencia a acatar las medidas que -no hay que olvidarlo- son de obligado cumplimiento. Los diferentes cuerpos policiales tuvieron que emplearse, en ocasiones, de manera contundente, para disuadir a personas que, ajenas a la situación de emergencia y alarma sanitarias, deambulaban o paseaban por las calles, acudían a playas o practicaban deporte, incluso en bicicleta. Sin ir más lejos, ayer en Gasteiz se viralizaba un vídeo en el que se podía ver a agentes policiales reprochando a un corredor en Salburua su comportamiento. No fue el único. La contención del coronavirus solo es posible mediante el máximo compromiso personal y colectivo. La gravedad de la situación requiere una colaboración ciudadana sin fisuras y un esfuerzo añadido por parte de todos. Es, por tanto, momento para el compromiso, la responsabilidad y la solidaridad, porque, como afirmó Urkullu, “cada iniciativa que adoptamos puede salvar una vida”. El microbiólogo Ignacio López-Goñi lo ha explicado muy gráficamente: “La vacuna somos todos”.
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