La OPA hostil que BBVA quiere ejecutar sobre el Banco Sabadell puede retocar de nuevo el mapa financiero español, que en los últimos quince años ha experimentado un considerable grado de concentración. La Gran Recesión financiera de la década pasada y la crisis de deuda derivada mostraron que el segundo y tercer escalón del sistema bancario, los que menos repartidos tenían sus activos y su mercados, no eran capaces de sobrevivir por sí mismos. Así, de las 55 entidades -entre bancos y cajas de ahorro- que había en el año 2009, se pasó a una decena en la actualidad, aunque por debajo de estas principales existen otras de menor importancia. Un proceso en el que las entidades financieras más grandes y menos expuestas a la morosidad vinculada a la dañina burbuja que había caracterizado al sector inmobiliario durante años fueron adquiriendo de manera paulatina a las que estaban más debilitadas. 

Aquella crisis sorprendió a las instituciones españolas y europeas. Bruselas se vio obligada a forzar al Estado a aceptar un rescate financiero mediante el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que desembolsó más de 40.000 millones. El FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria) aportó también más de 20.000 millones. En total, 64.000 millones de euros de ayudas públicas que deberían ser devueltas por las entidades, aunque según cálculos del año 2020, alrededor de tres cuartas partes - 43.225 millones - estarían perdidas. Bankia (22.424 millones), Caixa Catalunya (12.599), Caja de Ahorros del Mediterráneo (12.474), NovaCaixaGalicia (9.404) y Banco de Valencia (6.103) fueron las principales perceptoras de recursos. Las más saneadas, como BBVA, Santander, Kutxabank y Caixabank, entre otras, no requirieron del uso de esos fondos. 

El entonces ministro de Economía, Luis de Guindos, justificó en 2017 más de 60.000 millones de ayudas a la banca. “Si no se hubiera pagado el rescate bancario, España estaría fuera del euro”, indicó Guindos, que en 2020 volvió a defender nuevos procesos de fusión para rebajar costes operativos en las entidades y mejorar los ratios de eficiencia. Un argumento que ha encontrado fuerte oposición entre los críticos de estas operaciones, que entienden que solo conduce a eliminar competencia, quita opciones a los clientes e impacta de forma negativa en el empleo a través de EREs y despidos. Fusiones al margen, el mercado financiero se encuentra en una posición más fuerte que en la década pasada, con una exposición de menor riesgo y altas rentabilidades, que se explican también por un contexto de altos tipos de interés.

De entre las operaciones de unión bancaria, la más significativa fue la de Caixabank y Bankia, materializada hace ahora tres años. En Bankia confluían diversas entidades, entre ellas Caja Madrid y Bancaja, dos de las que más problemas afloraron cuando se produjo la crisis. La fusión creó una resultante que ahora es la entidad con más activos en el mercado financiero español (más de 570.000 millones de euros), aunque a nivel global BBVA y Santander la superan por su mayor peso exterior. Eso sí, tras completarse la alianza, la dirección de Caixabank propuso un ERE para más de 8.000 trabajadores y también el cierre de 1.600 sucursales y oficinas.

La otra gran operación ha sido la de Unicaja con Liberbank. Esta última fue fruto de la fusión entre Cajastur, Caja Castilla-La Mancha, Caja Cantabria y Caja Extremadura en el año 2011. Ambas entidades dieron también en el año 2021 el paso de unir sus caminos, con un fuerte peso de la entidad malagueña en la gestión. Sus activos rondan los 100.000 millones de euros.

El precedente de la OPA infructuosa del Bilbao sobre Banesto

Una OPA (Oferta Pública de Adquisición) hostil es un proceso que raramente ha desembocado en éxito en la historia empresarial española. Una buena muestra es la que el Banco Bilbao, presidido entonces por José Ángel Sánchez Asiaín, presentó en 1987 sobre Banesto. La operación no fue admitida a trámite, entre otros motivos por la oposición de su entonces vicepresidente Mario Conde, que convenció al consejo de administración para que no aceptase la propuesta. Un año después, el Banco Bilbao y el Banco Vizcaya se unieron, dando lugar al BBV, en una fusión de mutuo acuerdo. El Sabadell, por su parte, compró en el año 2010 el Banco Guipuzcoano. 

Fuera del espectro financiero, destacan también los intentos de Gas Natural, que lanzó una OPA hostil sobre Iberdrola en 2003 y otra sobre Endesa dos años después, ambas sin éxito. Otras sí acabaron en absorción, como la que la india Mittal Steel ejecutó en 2006 sobre Arcelor, en la que están las actuales acerías de Sestao y Etxebarri. 

En la mayoría de las ocasiones, estas operaciones han salido adelante gracias a la mejora de las condiciones iniciales o en medio de procesos competitivos de opas y contraopas. También hay precedentes de opas y operaciones empresariales que han fracasado por la oposición del Gobierno o de los organismos reguladores, incluso contando con el visto bueno de la compañía absorbida, como la oferta que Unión Fenosa (ahora parte de Naturgy) presentó en el año 2000 sobre Hidrocantábrico (adquirida finalmente por la portuguesa EDP).

Tras el anuncio del jueves, es necesario que BBVA presente a la CNMV la solicitud de aprobación de un folleto donde detallaría las condiciones de su oferta, que ya ha esbozado este jueves, y para ello tiene un plazo de 30 días. Cuando la CNMV reciba este folleto tendrá 7 días para estudiarlo. Además de la CNMV entra el estudio por parte del BCE, que analizará si un proceso de fusión entre estas entidades generaría un modelo de negocio sostenible. Además, en el análisis entra también la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC), que debería estudiar los posibles problemas de competencia.

En cualquier caso, BBVA y Santander también han participado en toda esta evolución. El primero concentró su actividad sobre el sector financiero catalán. Así, en 2012 se hizo con Unnim Banc, que englobaba a las antiguas Caixa Sabadell, Caixa Manlleu y Caixa Terrasa. Y en 2014 hizo lo propio con Catalunya Caixa, que reunía a las anteriores Caixa Catalunya, Caixa Tarragona y Caixa Manresa. Por su parte, el Banco Santander absorbió en 2017, por un euro, al Banco Popular, que arrastraba serios problemas por su exposición al riesgo del sector inmobiliario. Más allá de la situación inmediatamente posterior a la crisis de la vivienda,el escenario de tipos de interés y de la inflación ha variado radicalmente en los últimos años. En un escenario de tipos de interés mínimos, o incluso negativos, los bancos volvieron a las fusiones con el objetivo de conseguir un tamaño necesario para mejorar su negocio. De hecho, los reguladores animaron a estas uniones, incluso instaron a propiciar integraciones supranacionales, que no han llegado a producirse, para mejorar la rentabilidad del sector. 

Las fusiones, por la concentración del mercado y la reducción de competencia y, en consecuencia, de opciones para el consumidor, han despertado críticas entre las asociaciones de usuarios. “Cuantos menos bancos y más grandes existan, más fácil es comportarse de una forma no competitiva y, por tanto, obtener rentas de monopolio u oligopolio”, ha enfatizado la presidenta de Asufin, Patricia Suárez. Por su parte, La presidenta de la Asociación Española de Banca (AEB), Alejandra Kindelán, ha señalado que la oferta es “inmensa y muy variada” con bancos grandes, pequeños y locales que compiten “ferozmente”.