El retorno como director general el pasado marzo a las instalaciones de Michelin en la Avenida del Cantábrico supuso para César Moñux el regreso a un lugar conocido donde ya ejerció diversos puestos de responsabilidad entre 2002 y 2011. A pesar de la distancia desde Brasil o de Aranda de Duero, este Ingeniero Industrial y Licenciado en Administración y Dirección de Empresas en el centro de la UNED en Gasteiz siempre ha seguido el día a día de la planta vitoriana. 

¿Cómo es una jornada convencional de César Moñux en Vitoria? 

Un día convencional suele ser una jornada apasionante. Comienzo la jornada sobre las 7.30 horas ya en la fábrica. Aprovecho esa primera hora para leer informaciones sobre el estado general, encontrarme con el equipo de dirección e ir por los talleres y reunirme con una unidad de neumáticos de turismo, con la que tengo una responsabilidad especial. Ahí escucho mucho y veo comportamientos, actitudes, comprender a las personas y tomarme un café con ellos después. Luego llegan las reuniones sobre ejes de progreso o dificultades diarias. El día a día puede ser diferente para un director de fábrica y sobre las 14.30 como aquí, en la fábrica. 

¿Mantiene ese nivel de actividad por las tardes también? 

Tengo algunas reuniones sistemáticas para temas de control, mejoras de seguridad, cuestiones de personal. Suelo tener también sesiones de escucha, algo que hice durante mis primeros tres meses aquí. Escuché a 60 personas como algo fundamental para comprender. Luego ya, a última hora del día, aprovecho en el despacho para reflexionar, preparar documentos, leer los mensajes de correo diario y responder.

¿A qué hora sale de las instalaciones de la fábrica?

Salgo en una horquilla horaria entre las 20.00 y las 22.00 horas. Ceno un poco y hago deporte, entre las diez y las once de la noche, para acostarme después, escuchar la radio o leer y quedarme dormido después de medianoche. 

¿Qué cosas desearía poder hacer en Vitoria o tiene pensado para un futuro próximo? 

Tengo ganas de recordar cosas de cuando era joven, como poderme tomar un vino con uno de esos pintxos que aquí son imbatibles. Comer en algunos sitios que son espectaculares o ir al Gorbea a pasear por sus bosques en una estación como el otoño. Esas son las cosas que echo de menos. También esas cenas con conversaciones enriquecedoras con amigos y que es algo que solo he hecho cinco o seis veces desde que he vuelto a Vitoria.

A pesar de la distancia con el resto de su familia, la comunicación es diaria con ellos.

Es una cosa que puedo hacer mientras practico bicicleta. Desde el covid llamo a mis padres a diario y hablo con ellos todos los días en una conversación de diez minutos. Lo mismo sucede con mi mujer o con mis hijas cuando hablamos a diario, bien sea haciendo bicicleta o en cualquier otro momento del día. 

¿Cómo se encontró la planta de Vitoria al regresar tras once años? 

Pocas sorpresas y muy querido. Voy a intentar explicarlo. Pocas sorpresas porque, a pesar de la distancia en Brasil o Aranda de Duero, he seguido la actualidad de la fábrica por muchos amigos con los que estaba en contacto. Durante la etapa en Brasil solo venía una semana al año a Valladolid, a ver a mis padres y mi suegra, pero todas las veces hacía una comida con los amigos de Vitoria en Burgos, a mitad de camino para todos. Por eso lo que es la fábrica lo he seguido de cerca y pocas sorpresas. Lo que me ha impactado es que me he sentido querido y apreciado. Las personas tenían ganas de compartir conmigo. Vengo con mucho entusiasmo y la voluntad de mostrar lo que significa la identidad de Michelin Vitoria.

¿Cómo ha encontrado en 2022 la ciudad de Vitoria, que dejó en 2011 para embarcarse en la nueva planta de Brasil?

Por lo que he paseado, se ve que es una ciudad que evoluciona. Sigue siendo impactante el urbanismo que tiene, con sus zonas verdes y de ocio. De las ocho ciudades en las que he estado es de un tamaño cómodo. En general, para un ingeniero es una ciudad ideal por su calidad de vida. Además no hay que olvidar que el 30% del Producto Interior Bruto (PIB) viene de la industria. Mira que hay empresas en el País Vasco, pero los dos buques insignia están en Vitoria con Mercedes-Benz y Michelin. La ciudad tiene también una Escuela de Ingenieros y en otros lugares pequeños no existe ese lugar de conocimiento o los centros de formación profesional, que ojalá se valoren más para que nos permitan tener más cantera.

También el deporte ha sido una faceta en la que ha mostrado su implicación. 

De pequeño mi ocio era el deporte. Jugaba a los más populares como fútbol y baloncesto, aunque como no destacaba y siempre me gustaba hacerlo mejor estuve federado e rugby, judo o balonmano. Este último, minoritario entonces en la década de los 80 del pasado siglo, me apasionaba por cómo era capaz de cambiar la vida de muchos chavales durante el fin de semana. Hice una formación de sacarme el título de entrenador y además de jugar, durante los primeros años de Universidad fui entrenador. Uno de los chavales que entrené es ahora jefe de mantenimiento en Michelin Valladolid. 

Con su vuelta a Vitoria, ¿se cierra el círculo? 

Con Michelin he tenido la suerte de cerrar dos círculos. El primero, cuando vuelvo a Aranda de Duero cerca del pueblo donde nacieron mis padres. Allí, esa fábrica ha cambiado la vida de los habitantes y me supuso ver lo que transforma una zona. Que hayan pensado en mí para venir a la mayor fábrica del mundo como Michelin Vitoria, en un contexto que no es fácil, y que entregar la fábrica a la siguiente generación es la gran responsabilidad y un orgullo.