Uno de los últimos proyectos de Stansol Group, dedicada a sistemas estructurales para plantas fotovoltaicas, casi recuerda un poco a eso que en el mundo del vino se denomina viticultura heroica: el nuevo parque fotovoltaico de Forces Elèctriques d’Andorra (FEDA), ubicado en el Principado de Andorra a 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar y en terrenos con hasta 20° de inclinación. “Nos gustan los retos”, afirma el director general de esta empresa alavesa, Fermín Ollora.
Y es que precisamente los retos, los proyectos singulares, son una de las señas de entidad de esta firma con sede en el edificio de la Azucarera de Gasteiz y que cumplirá seis años de vida en enero. “Nos podemos adaptar a cualquier situación. No tenemos unas soluciones catálogo, sino que estudiamos cada proyecto”, define Zuriñe Abarrategui, socia de la firma.
“Somos sastres”, abunda Ollora, incidiendo en esta voluntad de trabajo a medida: “Acabamos a principios de año un proyecto muy importante en Alicante. Había muy poco espacio para la potencia que había que meter, con paneles bifaciales, paneles muy especiales sin marco. Y diseñamos unas mesas de más de 200 metros de longitud, con juntas de dilatación. Es la primera instalación creo que de Europa con juntas de dilatación en las propias mesas. El desarrollador se preguntó ¿cómo es posible? y su primera conclusión fue contar con Stansol para otros proyectos. Todo ese esfuerzo provoca una confianza muy grande”. Un esfuerzo en proyectos singulares que también genera, añade Ollora, “un retorno de experiencia que permite luego simplificar en lo más habitual”.
Paneles entre la nieve
Ese esfuerzo innovador ha sido puesto a prueba en la nueva planta de FEDA, que se inaugurará oficialmente el próximo 10 de octubre y donde Stansol ha formado UTE junto a la andorrana Tecnisa. “No es un proyecto tan grande para lo que estamos acostumbrados a ver en el mercado nacional, en torno a 1,5 MW, pero sí tiene muchas singularidades. La principal es que es el parque fotovoltaico más alto de toda Europa. Complicado además porque se trata de paneles bifaciales, con condicionantes de cargas de viento y nieve muy importantes, con una orografía tremendamente complicada y con unas características del suelo desde el punto de vista mecánico muy desfavorables”, detalla el director general de Stansol. Esos paneles bifaciales permiten absorber parte de la luz que rebota contra el terreno, una posibilidad particularmente interesante cuando hay nieve. Los trabajos de instalación han durado cinco meses.
La empresa alavesa está además encargada del mantenimiento de la instalación durante los dos primeros años, un trabajo también distinto por la singularidad del proyecto: “La altura de las mesas es muy superior a la habitual, hay mucha nieve y hay que dejarle su espacio, el sistema de limpieza de paneles es diferente... Es todo diferente”.
Control de la cadena de valor
Y otro detalle importante para Stansol es que su participación en este proyecto no se ha limitado al suministro de las estructuras o al montaje, sino que ha participado como epecista, dirigiendo el proyecto de construcción de la planta y ejemplificando así lo que ha sido la propia trayectoria de la empresa desde su fundación en enero de 2017. “Stansol empezó como suministrador de estructuras pero ya estamos haciendo EPC (Engineering, Procurement and Construction)”, subraya Abarrategui. Esto supone que su actividad abarca desde los estudios de suelo, diseño, ingeniería y fabricación, hasta el montaje y el mantenimiento en algunos casos.
No es el de Andorra el único proyecto singular y pionero que atesora la trayectoria de Stansol. Sin ir más lejos, la empresa también fue responsable en 2019 del diseño, suministro y montaje del sistema flotante y del sistema de fondeo de la primera planta fotovoltaica flotante del mundo con paneles bifaciales a 90°, ubicada en el embalse de Sierra Brava, en Cáceres.
La fotovoltaica, el presente
¿Es el momento de la fotovoltaica? “La fotovoltaica es el presente, no el futuro”, asegura Abarrategui.
“Es que en España se hizo muy mal. No puede ser, en torno a 2008, activar una industria que es tremendamente rentable a costa de subvenciones. Eso no tiene ningún sentido porque cualquier otro sector diría y yo por qué no. Pero tampoco está bien que en 2012 llegue el decretazo con carácter retroactivo. Eso al sector le genera un problema muy importante y una imagen y credibilidad de la fotovoltaica pésima ante la sociedad. ¿Qué provocó? Que hubo unos años que no se hizo nada en España en fotovoltaica y las empresas del sector se fueron al exterior. Un dato: en 2017, en el 95% de los proyectos de fotovoltaica que se estaban haciendo en el mundo había al menos una empresa española”. Eso sí, añade Ollora, es importante que el sector siga creciendo pero controlando la calidad.
Stansol apunta a los modelos de proyectos de autoconsumo y generación distribuida como el futuro. Un modelo de autoconsumo que sería “fundamental” aplicar, explican, para que las empresas pudieran afrontar momentos de incertidumbre y altos precios de la energía como el actual con mayores garantías: “Aquí en Vitoria, que tenemos tanta industria, si pusiesen fotovoltaica en las cubiertas les supondría un ahorro de energía bastante importante”.
Apuesta por proveedores próximos
La actividad de Stansol Group está actualmente muy centrada en el ámbito del Estado, aunque mantienen también su mirada internacional, tras desarrollar proyectos en México, Chile, Perú, Jamaica, Francia, Portugal y Oriente Medio.
También presumen de apostar por proveedores del mercado europeo “y muchos componentes, de empresas muy próximas”. Y reflexiona Ollora yendo un poco más allá: “Europa, España y País Vasco, hemos sido referentes en muchos procesos de industrialización. Por intereses seguramente de costes externalizamos, sobre todo a Asia, para ser países de más servicios y menos industriales. Deberíamos tratar de acercarnos a eso que teníamos antes: para ser menos dependientes, porque la dependencia nos ha hecho mucho daño, y para generar una riqueza de país e industrial, porque lo hemos sido y hemos demostrado que sabemos hacerlo”.
Casi seis años de trayectoria en los que Stansol no solo ha conseguido superar las vicisitudes de todo tipo que vienen azotando al contexto social y económico mundial –desde la pandemia hasta la guerra pasando por la crisis de suministros–, sino que sigue creciendo y, de hecho, está en proceso de ampliar su plantilla en oficinas, actualmente de diez personas de perfiles técnicos, fundamentalmente ingenieros.
“No hubiésemos podido llegar aquí sin el equipo”, concluye Zuriñe Abarrategui. Lo explica en una sala presidida por la inscripción de tres de los principios de los All Blacks, la selección de rugby de Nueva Zelanda: Go for de gap, train to win, sacrifice (ir a por el objetivo, entrenar para ganar y sacrificio).