La Unión Europea, que desde el inicio de la guerra en Ucrania gasta 1.000 millones diarios de euros en comprar energía a Moscú, prohibirá desde agosto la importación de carbón ruso, lo que supone sólo una pequeña parte de un negocio energético que dominan petróleo y gas, más lucrativos para el Kremlin y difíciles de sancionar para la UE.
Rusia suministra el 46 % del carbón que consume la UE y su retirada se hará de forma gradual durante los próximos 120 días, periodo tras el que estarán vetadas todas las importaciones. Según calcula Bruselas, tendrá un impacto anual de 8.000 millones.
Sin embargo, los datos de Eurostat apuntan a que en los últimos diez años la UE ha comprado a Rusia anualmente 4.400 millones en carbón. Aunque la cifra creció en 2021 hasta los 5.420 millones, todavía está muy lejos de las ventas de gas (17.300 millones) y de petróleo (74.0000 millones).
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, avanzó esta semana que Bruselas prepara sanciones contra el crudo y su homólogo en el Consejo Europeo, Charles Michel, cree que "tarde o temprano" habrá que hablar de sanciones para el gas y el petróleo. La Eurocámara pide también un embargo total e inmediato de ambos.
Pero la aprobación de sanciones requiere la unanimidad de los Veintisiete y entre los Estados miembros existen posturas muy contrastadas: desde la dureza que reclama Polonia o los bálticos y la disposición de Francia a castigar el petróleo, hasta las reticencias de Austria y Alemania a ir más lejos y la negativa rotunda de Hungría.
PETRÓLEO
El 26,9 % del petróleo que consume la UE es ruso y el bloque explora sancionar le crudo que nutre financieramente al presidente Vladímir Putin, con opciones como una prohibición gradual de las importaciones o imponer aranceles.
"Es totalmente posible. Si no se hace gradualmente, puede traer algunos problemas de aprovisionamiento" y habría "impactos en ciertas industrias, pero no nos llevaría a pagar más caro el petróleo de manera estructural", comenta a Efe el profesor de Geopolítica y Energía de la Universidad Libre de Bruselas, Adel el Gammal.
Pero quizá sí a corto plazo. En su último informe sobre petróleo, del mes de marzo, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) señala que sólo "la perspectiva de interrupciones a gran escala en la producción de petróleo de Rusia amenaza con crear un 'shock' en el suministro mundial de petróleo".
La AIE, que ha esbozado un plan para reducir el consumo que incluye domingos sin coches en las ciudades y fomentar el teletrabajo o la bicicleta, avisa de que sólo Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos tienen "una capacidad adicional sustancial que podría ayudar de inmediato a compensar el déficit de Rusia".
El director ejecutivo de esa agencia de la OCDE, Fatih Birol, explicaba al inicio de la guerra algunas de las dificultades que entraña sustituir el petróleo ruso: pese a que existe un mercado global, el crudo tarda cuatro días en viajar de Rusia a las refinerías europeas y un mes si lo hace desde América.
Además, supondría un duro golpe para los socios europeos que más petróleo compran a Rusia, como Países Bajos (unos 17.000 millones el pasado año) y Alemania (más de 12.000 millones).
Por otro lado, sancionarlo podría empujar aún más los precios en un contexto de inflación récord -7,5 % en marzo en la eurozona- y encarecer el barril de brent, de referencia en Europa, que hace un año cotizaba a poco más de 60 dólares, llegó a los 130 a inicios de marzo y se mueve ahora entorno a los 100.
Una forma de contener los precios es poner más crudo en venta y por eso, la AIE anunció este miércoles que sus miembros -entre ellos países petroleros como Australia, Canadá, Noruega, Reino Unido o México- liberarán 120 millones de barriles de crudo de sus reservas estratégicas.
La mitad será de Estados Unidos, que ya había indicado que colocaría un millón de barriles al día en los mercados durante los próximos seis meses.
"Un millón de barriles es sólo 1,2 % del consumo mundial, pero es un signo psicológico" que indica "que EEUU está dispuesto a actuar para calmar los mercados", señala El Gammal.
GAS
Un correctivo sobre el gas, mucho más difícil de reemplazar y transportar que el petróleo, parece más lejano, especialmente para países con alta dependencia como Austria, que por razones de confidencialidad oculta la procedencia de energía, pero Eurostat calcula que el 80 % de sus importaciones energéticas proceden de Rusia.
La Italia de Mario Draghi es partidaria de un embargo más ambicioso a los hidrocarburos rusos. El expresidente del BCE enfatizó recientemente que hay que elegir entre la paz o poder encender el aire acondicionado, pero un veto al gas de Moscú le haría un daño considerable: sus compras en 2021 superaron los 5.400 millones.
Por ahora, la UE trabaja en reducir esa dependencia en un 66 % en un año."Es bueno haber fijado un objetivo muy ambicioso. Pero creo que será extremadamente difícil (...). Llevará más bien dos o tres años", dice Gammal, también secretario general de la Alianza Europea de la Investigación Energética.
La receta pasa por comprar más gas natural licuado (GNL) a EEUU, Qatar, Azerbaiyán o Nigeria, aunque los volúmenes disponibles son limitados, y por recargar los almacenes para el próximo invierno.
También por reducir el consumo y, sobre todo, desplegar masivamente instalaciones de generación renovable para llegar cuanto ante al objetivo de cortar lazos energéticos