Hoy viernes se cumple un año desde que las plantas alavesas de Tubacex, afincadas en Llodio y Amurrio, comenzaran a copar titulares a consecuencia de una huelga indefinida que tuvo en vilo a toda la comarca del Alto Nervión durante ocho largos meses. Y es que las consecuencias que hubiera acarreado la no solución de este conflicto laboral -surgido a raíz de un Expediente de Regulación de Empleo, y por consiguiente, despidos, 150 inicialmente que quedarían posteriormente en 129- ponían al ya de por sí castigado Valle de Ayala y su entorno ante un escenario nada halagüeño, en materia de empleo, al tratarse de una de las empresas estratégicas de la zona.

A nadie se le escapa que ese fue el motivo principal por el que toda la comarca -de estudiantes a jubilados, desde políticos hasta comerciantes, mujeres y hombres de todos los ámbitos y sectores y, por supuesto, plantillas de muchas otras empresas- secundó de forma multitudinaria todas y cada una de la infinidad de movilizaciones convocadas en apoyo de la plantilla de Tubacex, sí, pero, en el fondo, en defensa del empleo en toda la comarca, que sigue hoy día con el movimiento SOS Aiaraldea.

“Nuestro objetivo era que no hubiera despidos y que solo se fuera el que quisiera, como así ha sido, en torno a 50 entre prejubilaciones y bajas voluntarias; pero el resto de los y las afectadas por el ERE, anulado en julio por la sentencia judicial del Tribunal Superior vasco y al que la dirección renunció a presentar el temido recurso al Tribunal Supremo, se han ido reincorporando al trabajo desde el reencendido de máquinas el pasado 5 de octubre, tal y como quedó recogido en el acuerdo”, resume el presidente del comité de empresa y miembro de ELA, Eduardo Ibernia.

Con toda la plantilla ya reincorporada -es decir, en torno a 650 operarios, aunque “aún no tenemos la cifra exacta, porque queda por formalizar la organización de las plantas, adjudicando puestos a todo el personal desubicado en puestos provisionales”, aclara Ibernia- el portavoz sindical tiene la mente puesta en el fin del ERTE, con una regulación máxima del 70% de la jornada, que afecta a toda la plantilla, hasta finales de este mes de febrero.

“Veremos qué pasa a partir del 1 de marzo, porque con los datos de hoy día no procede otro”, opina Ibernia, que confía en que la actitud de la empresa durante los próximos meses “vaya cambiando y veamos gestos que demuestren que se apuesta por estas plantas y por la plantilla, con planes de formación o la organización de las plantas mediante la adjudicación de los puestos que antes citaba, para afianzarla y darla estabilidad, y que no este bailando de puesto en puesto”, subraya.

En concreto, la presencia de la multinacional tubera en la comarca ayalesa se reparte entre las fábricas de TTI en Llodio y Amurrio, que es donde se fabrican los tubos, y Aceralava, la acería de Amurrio, donde las plantillas aún intentan regresar a la normalidad, en el ámbito más personal. “Lo sufrido en ocho meses de huelga pasa factura, y aunque hay una satisfacción y agradecimiento general por el esfuerzo propio o del compañero y del resto de la comarca hecho en defensa del trabajo de todos, también subyace cierto contexto desagradable y que a mí, particularmente me entristece, generado por la división de opiniones, que ha creado malas caras y alejamiento entre compañeros que antes eran uña y carne”, lamenta.

No en vano, el acuerdo alcanzado que permitió poner fin a la huelga indefinida -después de que el comité de empresa aceptara la propuesta del Gobierno Vasco, tras la ratificación en las distintas asambleas de afiliados y afiliadas- no contó con el beneplácito de todos los sindicatos, sino de la mayoría del comité de empresa de Tubacex, integrada ésta por ELA, CCOO e Independientes, ya que LAB y STAT no lo apoyaron. Un motivo que llevó a CCOO a solicitar una asamblea general de la plantilla, de cara a ratificar el acuerdo alcanzado el 30 de septiembre con la dirección, pero que finalmente no tuvo lugar.

Por lo que respecta al convenio, además de la citada eliminación de todos los despidos forzosos ya cumplida y con toda la plantilla reincorporada, englobaba una garantía de empleo y de inversiones, equivalentes al 1% de las ventas en las propias plantas, hasta 2024, “que confiamos en que se cumpla”; así como una ampliación de la jornada anual en 40 horas, la congelación del salario hasta 2025 y un descenso del 4 al 1% de la aportación a la EPSV para las jubilaciones de la plantilla, que fueron calificadas por el comité de empresa como “ajustes temporales asumibles, ya que el resto de peleas, vendrá después”.

Sea como fuere, las medidas estructurales y coyunturales acordadas -entre las que también destacan bajas voluntarias, prejubilaciones y la reducción de una serie de partidas de gastos de personal- puso fin a uno de los conflictos laborales de mayor relevancia en el Alto Nervión, al que es difícil encontrarle similitudes sin retrotraerse a las luchas obreras de los años 70 y 80 del siglo pasado, en el que comenzó un proceso de desindustrialización que aún arrastra la comarca. “En el lado positivo, sin duda, quedará para siempre en mente de todos la unidad de la plantilla y la asistencia masiva a todas las movilizaciones y, en el negativo, el empleo excesivo que hicieron las autoridades de la Ertzaintza ante la demanda lícita de unos trabajadores”, sentencia Ibernia.

Ahora solo queda esperar a que el acuerdo que puso fin a una lucha obrera de 8 meses garantice, como apuntó el propio Grupo Tubacex, “la competitividad de estas plantas en un contexto de mercado debilitado y dominado por el desafío de la transición energética”.

Eso sí, ya adelantaron que pese al optimismo que trajo la reactivación de la actividad y que el aumento en la entrada de pedidos les permitió normalizar la actividad productiva en el resto de plantas del Grupo, retirando los ERTE, en las plantas alavesas, este asunto “estará condicionado a la recuperación de la actividad y el mercado”, matizando además que “en este nuevo contexto de mercado, en el que nunca se alcanzarán los niveles previos a la crisis, la compañía pretende desempeñar un papel clave en el proceso de transición hacia energías más limpias con especial orientación al Gas, dejando atrás el foco en el volumen y poniendo el énfasis en el valor añadido”.

“Nuestro objetivo era que no hubiera despidos y que solo se fuera el que quisiera, como así ha sido, en torno a 50 entre prejubilaciones y bajas voluntarias”