- ¿Qué horizonte queda para la negociación colectiva?
-Nuestra respuesta va a ser la de defender el empleo y no optar por lo que dice la consejera de bajar salarios. Aquí hay unos sectores que tienen que marcar una reivindicación al alza en lo que tiene que ver en la defensa de sus condiciones de trabajo y tienen que pasarse de una manera muy clara a una posición ofensiva. Hay que elevar el tono claramente en sectores como el sanitario o todos aquellos que son esenciales, como las residencias. ¿Este país ha llegado a la conclusión de que las residencias tienen que seguir igual?
Entonces llegan malos tiempos...
-Nuestra sensación es que hoy, en la práctica, aquí se está preparando una agenda de recortes. Es evidente. Aspiazu dice que el agujero fiscal va a ser casi de tres mil millones. ¿Qué te queda para solventar ese agujero? ¿Con recortes o haciendo una reforma fiscal? Porque aquí nadie habla de una reforma fiscal. Todas las declaraciones de los miembros de este Gobierno son para decir que lo último que se va a tocar es eso. Pues está claro. Blanco y en botella. Es lo que queremos alertar, que esto puede tener una salida diferente a la crisis de 2008, que ya se vio lo que nos trajo: desigualdad y recortes. Ya veremos dónde se dan esos recortes. Esta coyuntura tiene de positivo que vamos a poder confrontar claramente políticas muy antagónicas. La que quiere hacer el Gobierno Vasco, de que los que tienen no paguen, que es lo que ha hecho la derecha toda la vida. O de una vez cogemos unos cuantos y decimos que en este país hay gente que tiene un montón de patrimonio, otros que tienen pasta de rentas del capital, las empresas que declaren beneficios por el impuesto de sociedades, o las rentas más altas de IRPF. ¿De esos no tienen nada que decir? La misión de este Gobierno en lo económico es que los que tienen dinero, lo ganen. Creo que van a tener dificultades para explicar esto y, obviamente, el sindicato se está preparando para una coyuntura de confrontación porque las consecuencias de lo que viene van a ser muy profundas.
En enero el sindicalismo hablaba de una primera roja…
-¡Nosotros nunca dijimos eso! Se nos puso ese sambenito.
En cualquier caso, ¿qué tono está cogiendo el otoño?
-La obligación de un sindicato es anticipar lo que pueda venir y desde ahí dibujar una estrategia. Advertimos que está la salida de 2008, de los recortes y de ampliar la desigualdad y la pobreza, o está hacerlo de otra manera. Hay que anticipar una mayor confrontación porque las políticas que se van a tomar no nos van a beneficiar. Si nos beneficiasen, saldríamos a aplaudirla. Pero eso es una cosa que parece de otro planeta. Hay que anticipar un escenario de movilización y de confrontación muy grande a tenor de lo que vamos escuchando. Y la obligación de un sindicato es modificar esas políticas. Eso empieza por empezar a contar a la gente lo que está pasando. Hay que hacer pedagogía con los militantes en las empresas y organizarse en cada centro de trabajo y defenderse de los recortes que van a venir. De eso en ELA ya tenemos experiencia, porque entre 2009 y 2013 tuvimos seis huelgas generales. Este país es en parte diferente a otros porque tiene una presencia sindical y social muy potente.
¿Cuándo va a volver ELA a la mesa del diálogo social?
-Si las mesas tienen contenido, ELA está. ELA pide dos cosas: que las mesas tengan contenido y que se respeten las reglas del juego. En la mesa de diálogo social que hay en la CAV, como en la que hay en Navarra, no se dan ni una cosa ni la otra. Hoy esa mesa funciona con el 28% de la representación sindical. ¿Aquí las mayorías y las minorías no importan? ¿Por qué no llevamos esa lógica al parlamento? No. Aquí es igual tener el cinco, que el veinte o el cincuenta y cinco. Pero tendrá alguna importancia. Son los trabajadores y trabajadoras de este país los que han dicho que ELA es el principal sindicato con una representación del 41%. Nuestras propuestas no se escuchan porque el Gobierno sabe que eso requiere un esfuerzo y sabe que muchas veces tiene acuerdos mucho más baratos que los que ELA les propone. No es ningún secreto que este es un sindicato exigente. Esas mesas de diálogo social en Navarra y la CAV no tienen más que un objetivo propagandístico: dar una sensación de que hay un consenso entre los empresarios, el Gobierno y los sindicatos. Pero ahí se sientan un lehendakari o una consejera que están diciendo que hay que bajarse los salarios para solucionar lo del empleo y que no hay que derogar la reforma laboral. ¿Qué horizonte tiene esa mesa si el que se sitúa como árbitro está diciendo esas cosas?
En 2019 perdieron la vida 46 trabajadores en la CAV y Navarra en accidentes laborales. ¿Cómo se puede parar esa sangría?
-Primero, situándolo como una prioridad y no entendiendo que es un problema de corresponsabilidad. Se dice que es un problema de todos, pero aquí hay una parte que pone los muertos. La Ley de Prevención de Riesgos Laborales habla de que la responsabilidad de garantizar la seguridad de los trabajadores y trabajadoras es de la empresa. Y una demanda que hacemos es que se aumente el número de inspectores. Si no hay un seguimiento de la Inspección, los números no paran de crecer.