bilbao - Arranca una semana de huelga en las empresas industriales vizcainas, que sufrirán el impacto de cinco jornadas de paro consecutivas después de ocho años sin poder encauzar la negociación del nuevo convenio. La temperatura del conflicto sube varios grados de golpe después del amago de acercamiento producido la semana pasada, que a la hora de la verdad quedó en nada. Tanto en el lado empresarial como en el sindical late la sensación de que tras este órdago en el terreno de la movilización solo pueden pasar dos cosas. O una de las dos partes cede y se produce un acuerdo rápido o el conflicto va a enquistarse sin visos de solución durante meses como está ocurriendo en la enseñanza concertada vasca.
El hecho es que tanto unos como otros se juegan mucho entre hoy y el próximo viernes, última de las cinco jornadas de huelga convocadas de momento y que se suman a las otras cinco, estas en días alternos, organizadas entre mayo y junio. Para los convocantes -a ELA, LAB, CCOO y UGT, con representación en la mesa negociadora, se suman LSB-USO, ESK, CGT o CNT- es una prueba de fuego en la que deben sostener la capacidad de movilización de los trabajadores durante toda una semana. Es una medida de presión de un gran impacto a todos los niveles, y de hecho hay empresas que llevan tiempo preparándose para este envite -la huelga se anunció antes del verano- y maniobrando para tratar de convencer a su plantilla de que no secunden los paros o, al menos, lo hagan de forma que penalice en la menor medida posible a la salida de pedidos.
Por otro lado, no ha sido hasta este pasado miércoles cuando la huelga se ha dado por hecha. En las jornadas previas la Federación Vizcaina de Empresas del Metal (FVEM) trató de forzar un acercamiento con una nueva propuesta, que los sindicatos consideraron insuficiente como para desconvocar la huelga.
sin nueva fecha de reunión En aquella última reunión celebrada el pasado miércoles en el Preco se constató que, pese a los pasos de última hora, empresarios y sindicatos siguen muy lejos de poder alcanzar un entendimiento global para renovar el convenio del sector, pendiente desde 2011. De hecho, las dos partes se despidieron sin concertar una nueva cita, sin querer forzar siquiera una última oportunidad negociadora en las horas previas al inicio de una huelga en la que todos se juegan mucho. Un indicativo de la distancia que separa todavía a ambas propuestas, demasiado grande como para recorrerlo en apenas unos días.
Así las cosas, el futuro del conflicto pasa por lo que ocurra en estas cinco jornadas de movilización. La parte empresarial confía en que la huelga se desinfle, mientras los sindicatos cuentan con poder sostener el respaldo de los paros previos al verano, en especial a la hora de lucir músculo social en las manifestaciones y concentraciones previstas a lo largo de la semana. Como siempre, habrá cálculos dispares a la hora de medir el seguimiento de los paros, que en todo caso marcarán las posiciones de cada parte a corto plazo.
De hecho, la reunión del miércoles se cerró con un emplazamiento mutuo a comunicar cualquier cambio de posición antes de celebrar una reunión, una especie de desafío al otro lado de la mesa con la vista puesta en la huelga de esta semana.
¿Dónde está el mayor obstáculo para el acuerdo? En especial en el punto de la subrogación, que los sindicatos plantean como una forma de asegurar el mantenimiento del empleo en las subcontratas en caso de que la empresa principal ponga fin al contrato y opte por otra compañía para hacer el mismo servicio. Esto supondría un cambio importante en el sector, en el que la subcontratación ha ido creciendo a medida que las grandes fábricas reducían su plantilla principal para externalizar trabajos. La FVEM ha hecho una primera concesión en este punto al incluir en su propuesta la subrogación en aquellas empresas industriales contratadas por la administración, pero los sindicatos entienden que bajo esa fórmula el efecto real del blindaje sería prácticamente inexistente.
La otra cuestión candente es el apartado salarial, en el que falta por aclarar a qué trabajadores se les aplicarán subidas. La patronal ofrece una revalorización sobre tablas del 4%, pero quedan pendientes los metalúrgicos que ganan por encima de tablas. El hecho de que el convenio lleve sin renovar ocho años complica este punto. La discusión está en qué porcentaje sobre tablas será el techo hasta el cual se podrá obtener una mejora salarial.