En julio de 1944, casi un año antes del final de la Segunda Guerra Mundial, delegados de 44 países se recluyeron en las montañas del noreste de Estados Unidos para sentar las bases de un sistema de cooperación económico mundial. Tres semanas después, nacían el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). El acuerdo se conoce como la conferencia de Bretton Woods, un exclusivo centro turístico en el estado de Nuevo Hampshire, y estuvo capitaneado por el economista británico John Maynard Keynes y el secretario del Tesoro de EEUU, Henry Morgenthau. El ambicioso objetivo: apuntalar la prosperidad económica mundial tras la guerra, nada más y nada menos.
“Las naciones han descubierto que no hay incompatibilidad entre la devoción a nuestros países y la acción conjunta. De hecho, hemos encontrado que, por el contrario, la única verdadera salvaguarda de nuestro interés nacional yace en la cooperación internacional”, señaló Morgenthau en la cena de clausura, el 22 de julio de 1944. Una frase que hoy en día en Washington no se puede leer sin dejar escapar una mueca de ironía. El mundo desde entonces ha cambiado sobremanera: el desplome de la Unión Soviética y los sistemas comunistas, la creación de la Unión Europea, el fulminante ascenso de China como potencia global, la sostenida mejora de la calidad de vida y descenso de la pobreza en los países en desarrollo, y la amenaza de la crisis climática.
Setenta y cinco años después, aunque ambas instituciones se mantienen en pie como ejes del capitalismo económico y el multilateralismo, en la última década han vivido importantes zozobras que han forzado a replantearse su papel y mirarse al espejo.
En un discurso con motivo del aniversario, David Lipton, director gerente interino del Fondo, destacó esta semana en París que el capitalismo “ha sido el motor de todos los éxitos que hemos vivido”, pero -advirtió- “es un sistema imperfecto que necesita corrección en el rumbo”. Por un lado, la gran y profunda crisis financiera de 2008-2010, que amenazó los cimientos de las economías desarrolladas, puso a prueba su agilidad y capacidad de respuesta. Por otro, y paradójicamente impulsado por Estados Unidos, anfitrión de Bretton Woods, el retorno del proteccionismo y el repliegue hacia el aislacionismo amenaza la misma razón de ser esgrimida por Morgenthau siete décadas y media atrás.
“Antes de la crisis de 2008, algunos incluso cuestionaban la necesidad del FMI. La crisis lo cambió todo. En un encuentro del G20 en Londres los miembros del informal pero poderoso club acordaron proponer un amplio aumento de los recursos del FMI, que fue rápidamente adoptado”, indicaron los investigadores Brahima Sangafowa Coulibaly y Kemal Dervis, del centro de estudios Brookings Institution en Washington.
Coulibaly y Dervis subrayaron que el “FMI desempeñó un rol clave de bombero en conjunción con los bancos centrales y ministerios de Finanzas” para contener la crisis. Pero, advirtieron, “a la vez que la calidad de sus análisis y los recursos con los que cuenta, la legitimidad de su gobernanza debe ser una de las fuentes principales de su fortaleza”.
Uno de los grandes debates en el seno de las dos instituciones y la sombra que pesa sobre su credibilidad es el acuerdo no escrito que reparte la dirección de cada una de ellas para un europeo (FMI) y un estadounidense (BM). “Este pacto de hace 75 años es caduco e indignante en los tiempos actuales. En un momento de enormes desafíos económicos y el auge de líderes populistas que cuestionan la legitimidad y credibilidad del multilateralismo, no ha habido nunca una mayor necesidad de un proceso realmente democrático y representativo”, aseguró Nadia Daar, directora de la ONG Oxfam, en declaraciones a Efe. Pese a los insistentes llamamientos a la ruptura de este reparto de poder, sin embargo, la tradición se sigue imponiendo.
El nuevo presidente del BM desde abril es el estadounidense David Malpass, a propuesta de Washington y sin enfrentarse a candidatos alternativos. Y la semana pasada, ante la reciente apertura del proceso de selección para sustituir a la francesa Christine Lagarde al frente del FMI, el bloque europeo ya adelantó su intención de que presentará un candidato de consenso para seguir ocupando el puesto. A los 75 años de edad es difícil cambiar de costumbres.