El “almacén del siglo XXI”. Así es como denomina la compañía valenciana Mercadona al bloque logístico que en 2015 comenzó a construir en la zona sur del polígono industrial de Jundiz. Una plataforma de distribución imponente y moderna que a día de hoy constituye la joya de la corona del grupo de alimentación que preside Juan Roig, empeñado en su día en desterrar la imagen añeja del almacén de toda la vida para dar paso a un centro absolutamente automatizado y robotizado donde el desgaste físico de las personas que en él trabajan no existe y donde el control, la eficiencia y la competitividad son la consecuencia directa de una apuesta, en este caso logística, a la que la firma valenciana concede una atención máxima. “No es posible ni se concibe que los jefes (término coloquial empleado en la empresa para referirse a los clientes) acudan a uno de nuestros supermercados y no encuentren el producto que buscan”, reconocen Carlos Quemada e Iván González, coordinadores de mantenimiento en este hub de Jundiz.
Conscientes de lo mucho que hay en juego, el diseño de todas las estancias que componen este bloque logístico ha sido ejecutado a la imagen y semejanza de la propia Mercadona, que en su día se sirvió de la experiencia de otras cadenas en el extranjero (Estados Unidos, Australia, Finlandia...) para alumbrar un almacén acorde a los nuevos tiempos donde primase la seguridad, la eficiencia y la rapidez. Tres ingredientes fundamentales en el campo logístico que en esta compañía se llevan a rajatabla.
El resultado en Vitoria es una gran plataforma desde la cual se suministra cada día a 60 supermercados de toda la zona norte (Euskadi, Navarra, La Rioja, Cantabria y Burgos) a razón de 300 camiones que cargan y descargan en turnos de 24 horas en algunos de sus muelles y no menos de 10.000 palets de productos procedentes de una red de proveedores locales a los cuales Mercadona realizó compras el pasado año por valor de 442 millones de euros. Así, pescado de Ondarroa, patatas de Álava (en este caso de UDAPA), fruta o espárragos de Navarra, coliflor de Calahorra o peras de la localidad riojana de Rincón de Soto son solo una pequeña muestra de un catálogo de productos que alcanza los 8.000 referencias y que cada día, con una cadencia controlada con tremenda precisión, llegan a Vitoria para su posterior validación y etiquetado.
A esta hora -la visita de este diario se produjo el pasado jueves al filo de las 13.00 horas-, el tránsito de vehículo y mercancías es relativamente insignificante. La nave de frío, una nevera gigante de de 25.000 metros cuadrados y ocho robots, aguarda climatizada y limpia a más no poder la llegada al filo de las dos de la tarde de las primeras recepciones de pescado, carne y congelados. Es en ese momento cuando la plataforma comienza a cobrar vida. Al mismo tiempo, y solo unos metros más al norte, se erige la segunda gran nave de este bloque logístico, dedicado a los productos de seco, esto es, los que no necesitan estar sometidos al rigor de una temperatura controlada. Aquí el elenco es tan extenso como su propia superficie, equivalente a unos dos campos de fútbol. Pilas enormes de palets con agua, refrescos, detergentes, galletas o papel higiénico se amontonan por miles con un criterio fascinante que controlan con pasmosa facilidad un pequeño grupo de operarios, que a bordo de sus carros eléctricos comienzan a esta hora también a realizar la compra del día que posteriormente será enviada a los diferentes supermercados de la zona norte. Y entre medias, uno se topa con una fábrica de pan que está a punto de ver la luz y una última nave dedicada al reciclaje donde se tratan todos los desechos generados por la actividad diaria de los distintos supermercados. Desde cartón hasta el porexpán, pasando por el vidrio, los plásticos o la limpiezas de las cajas plegables donde se transportan las frutas o las verduras. “Todo se limpia y desinfecta a diario y a conciencia”, explica Iván González, defensor a ultranza de un modelo que basa su éxito en la automatización de todo el proceso. Su revolucionario software permite a la máquina despaletizar los envíos de los proveedores y organizar los pedidos para las tiendas en palets multireferencia sin necesidad de que los empleados tengan que estar cargando con los mismos. “Este tipo de plataformas, además de eliminar sobreesfuerzos entre las personas, son motor de competitividad y productividad”, añade a pie de cadena su compañero Quemada, inmerso ya de lleno en el turno de la tarde-noche, donde la maquinaria comienza a bailar. Esto quiere decir que a eso de las 15.00 horas los muelles de descarga cobran vida y que para las 18.00 llega el volcado de los pedidos por parte de todos los supermercados. A partir de ahí, frenesí y tensión hasta bien entrada la madrugada para que ningún centro se quede sin el pedido que horas antes ha efectuado a esta gran central de compras. El límite para cerrar lo marca las seis de la mañana. “En ese momento, toda la plataforma tiene que estar vacía pase lo que pase”, advierte categórico González. El proceso es similar durante toda la semana. De lunes a domingo las 24 horas del día. Es el precio del compromiso adquirido con los jefes (léase clientes) y su propia red de supermercados, que en Euskadi no deja de crecer. A cierre de 2018, Mercadona contaba con 18 supermercados y empleaba a casi 1.700 personas.