Bilbao - El 11 Congreso de USO eligió a finales de 2017 a Joaquín Pérez como nuevo secretario general de la central sindical con el 99% de los votos. Se produjo así un relevo generacional en la secretaría general del tercer sindicato del Estado español con un elevado respaldo de la organización.

El sindicalismo a la vista de la individualización de las relaciones laborales parece más necesario que nunca pero ¿un planteamiento de hace más de un siglo tiene sentido?

-Los rápidos cambios en el mundo precisan de un sindicalismo adaptable, capaz de dar respuestas diversas, novedosas y creativas, porque el mundo ha cambiado y va a seguir haciéndolo, y con él han de adaptarse nuestras estrategias en defensa de los trabajadores, planes de trabajo y herramientas. Nuevos tiempos que precisan el conjugar la necesidad de seguir teniendo al sindicato muy pegado al centro de trabajo, con otras maneras de atender nuevas realidades laborales porque el sindicato no puede dejar sin respuesta a los trabajadores que desempeñan esos nuevos empleos, que están más expuestos a la precariedad con la llegada de la denominada economía colaborativa.

Lo que no cambia es el objetivo de un sindicato.

-Luchamos por mejorar las condiciones de los trabajadores. Seguimos reivindicando y combatiendo la precariedad laboral, subir los salarios y humanizar el mundo del trabajo, prestando atención y asistencia a las nuevas formas de trabajo que están surgiendo: las de los trabajadores digitales, los repartidores conocidos como bikers, los falsos autónomos, etc.

¿Cómo llega un maestro a secretario general de un sindicato?

-Llegué al sindicalismo porque siempre estaba en líos como delegado de clase y con una conciencia social que venía de serie. Empecé en la enseñanza privada donde había un trabajo sindical importante que hacer. Había mucha ideología y poca pedagogía.

¿Qué valora de la USO?

-Se caracteriza por su independencia, su autonomía frente a los poderes, la pluralidad ideológica y que se autofinancia. Y el autofinanciarnos de forma mayoritaria nos permite trabajar con una libertad que no todos tienen. Esta autonomía, sin etiquetas políticas, tiene una cara B, que no le caes bien a nadie y nadie nos apadrina pero eso es una ventaja. Vivimos de las cuotas de nuestros afiliados y eso no da libertad e independencia.

¿Qué retos tiene el sindicalismo hoy en día en el Estado español?

-Hay que cambiar hasta los términos. La gente joven tiene otra visión. El sindicalismo hoy no tiene nada que ver con el de los años 70. Entonces, seguro que había que hacer lo que se hizo, pero hoy en día no es así. El resultado es que en la actualidad hay un desapego de las nuevas generaciones hacia las organizaciones sindicales. Algunos pagamos los errores de otros, por ejemplo de UGT y CCOO, y nosotros no somos los mismos, como tampoco lo es ELA en el País Vasco. Hay que adaptarse a la nueva realidad laboral. Existe un montón de gente que no se acerca a los sindicatos salvo que tenga un problema y hay que gestionar esto para dar respuesta a las nuevas demandas de los jóvenes que se encuentran con un mundo laboral mucho más precarizado. El sindicato es una herramienta al servicio de todos los trabajadores. El problema es que la economía actual está haciendo más independientes a los trabajadores. Estamos al servicio de los trabajadores y de agruparse para ayudarnos unos a otros pero hace falta mucha innovación.

Ustedes, al igual que ELA, rechazan el modelo de diálogo social que hay.

-Sí. El modelo de diálogo social vigente es teatrero, ineficaz y negativo. Los acuerdos firmados al amparo del diálogo social solo han servido para legitimar bajadas salariales o incrementos insuficientes. Es más, cuando el actual Gobierno socialista ha implantado medidas por decreto en los denominados viernes sociales, sin entrar a valorar las mismas, lo ha hecho sin contar para nada con el diálogo social. ¿Hay más desprecio hacia el diálogo social que eso? La pregunta que hay que hacerse es ¿cómo queremos que sea el mundo del empleo dentro de 10 años? ¿Qué reforma fiscal hay que hacer para afrontar el modelo de protección social?

¿La fiscalidad es clave?

-Sin duda. Y aquí voy a decir algo que puede extrañar a algunos que dirán qué hace un sindicalista defendiendo a las empresas. Pero no puede ser que exista un sistema fiscal que esté machacando a muchas compañías. Las empresas son las que generan empleo y riqueza por lo que no pueden tener el mismo tratamiento fiscal aquellas que reinvierten los beneficios y generan nueva actividad y trabajo, que las que se llevan el dividendo a casa sin contribuir a la sociedad, por no citar a las controladas por ciertos fondos que se llevan el dinero a paraísos fiscales. Hay que hablar de fiscalidad social. No puede pagar lo mismo una empresa que devuelve riqueza a la sociedad que otra que lo hace en mucha menor medida.

¿Hay que hacer autocrítica?

-Sí. El movimiento sindical, en conjunto, ha perdido afiliación y prestigio pero siendo esto verdad y reconociendo que hay que hacer autocrítica. No hay que olvidar que ha habido sindicalistas con tarjetas black y hay fondos de formación que han volado.

¿Tiene sentido que los sindicatos y las organizaciones profesionales gestionen los fondos de formación?

-No. Si supieran los trabajadores los cientos y cientos de millones de euros destinados a la formación que se han ido por la alcantarilla, y no estoy hablando de fraude. Se han hecho cursos inservibles, ineficaces. Cursos que se han desarrollado para financiar a ciertas organizaciones sindicales y patronales y no, para ayudar, por ejemplo, a los trabajadores a encontrar un empleo. Los dineros de la formación para el empleo no pueden pasar ni por las cuentas corrientes de los sindicatos, ni por las de la patronal.

¿Tienen caja de resistencia?

-Sí. Y estamos orgullosos. USO sigue siendo el único sindicato confederal que tiene una caja de resistencia. Y esto ayuda a la hora de realizar la labor sindical si hay que aguantar una huelga.