Entre las muchas miradas atentas al desenlace de la crisis de La Naval están las de Asier Goitia, Javier Arriola y Asier Etxabarri. Son tres trabajadores de empresas auxiliares del astillero, para las que el sector naval supone más del 80% del volumen de trabajo. De momento han salvado la situación con encargos de otros barcos más pequeños pero si La Naval cierra a partir de enero se abre un escenario complicado. “Muchas empresas hemos dejado aquí dinero, sangre, sudor y lágrimas. Y unas cuantas han ido a la quiebra. Creo que la industria auxiliar también merecemos una consideración”, reclama Asier Goitia, presidente del comité de Pine (LAB).
La empresa de montajes eléctricos es uno de los principales eslabones de la cadena de subcontratas del astillero de Sestao, que abarca más de 400 compañías y cerca de 2.000 puestos de trabajo ligados directamente a la actividad en las gradas situadas en la margen izquierda de la ría. Pine cuenta en Bizkaia con unos 180 trabajadores, pero con La Naval a pleno rendimiento la plantilla puede llegar a duplicarse. “Que La Naval sobreviva es muy importante para toda Bizkaia. Hablamos de barcos que se construyen en dos años, no son pedidos de un mes. Si enlazas varios barcos de estos tienes asegurados cinco o seis años de trabajo”, indica Goitia.
Así ocurría en los momentos dulces del astillero. De eso no hace tanto tiempo. La Naval cayó de hecho al agujero del concurso de acreedores con cuatro buques en cartera, a los que de una u otra forma se les ha ido dando salida a falta de saber qué ocurre con la draga Vox Alexia. Un último salvavidas que reactivaría las instalaciones de Sestao durante 20 meses y que daría un empujón a las contratas, aunque cada día que pasa parece más difícil que Van Oord acepte terminar el barco. El anuncio realizado ayer por el administrador concursal poniendo sobre la mesa el ERE de extinción para despedir a los 180 trabajadores supone de hecho dar por descartada la baza del armador holandés, que por su parte ya ha dejado claro que solo contratará a Sestao si aparece un inversor sólido.
“Esto tiene futuro”, asegura Goitia desde la cafetería situada junto a la entrada. “Pero hace falta invertir. Una política industrial fuerte supone invertir no solo en sectores que van bien, también en los que van mal y necesitan un empujón”, señala el presidente del comité de Pine.
“La industria 4.0 y los parques tecnológicos están muy bien pero también está bien la industria pesada tradicional. El acero y el naval también hay que cuidarlos. Son sectores que dan trabajo a ocho o diez personas por cada empleo directo”, dice Javier Arriola, compañero de Goitia.
“Ahora no estamos mal, pero para el año que viene no tenemos nada. Si estuviera la Naval pues tendríamos aquí algo seguro. Sería un colchón tanto para los fijos como para los eventuales”, dice Arriola sobre la situación de Pine, que trabaja en estos momentos en un barco de Balenciaga, en Zumaia, y tiene encargos también en Cádiz.
Al parón de la actividad se suma la deuda que arrastra el astillero con las empresas auxiliares, en el caso de Pine de más de un millón y medio de euros. Aun más alta, de tres millones, es la factura con GS-Hydro, dedicada al montaje de tuberías y que llegó a entrar en bancarrota por los impagos de La Naval. Por suerte, rememora Asier Etxabarri, han sido reflotados por un grupo italiano que ha logrado, además, ir sorteando en esta nueva fase la caída del volumen de trabajo en Sestao.
GS-Hydro saldrá a primeros del mes que viene de la draga Vox Amalia que se está terminando en Santander y, a partir de ahí, se acabará el vínculo con La Naval. “Bueno, ya nos han dicho que si esta draga se termina en Singapur vamos a Singapur. Imagínate, para el que tiene familia...”, dice el trabajador de Arrigorriaga.
Esta empresa auxiliar, ahora bajo control italiano, trabaja también en los otros tres astilleros vascos más pequeños -Zamakona, Murueta y Balenciaga- pero parte de su futuro pasa por lo que ocurra con La Naval, donde ha llegado a tener trabajando 200 operarios. “En una asamblea que hubo aquí con las empresas auxiliares se nos dijo que aguantáramos, que el que viniese a comprar el astillero lo iba a tener en cuenta”, recuerda Etxabarri. Una relación que puede truncarse definitivamente si el astillero va a pique.
“No estamos de acuerdo en que mañana se haga aquí un astillero nuevo y empecemos todos de cero, con todo lo que algunos han perdido”, incide Goitia, que hace un breve repaso por algunos de los cadáveres que ha ido dejando la caída de La Naval. “Más de una empresa y más de dos se han quedado por el camino. Otras han tenido que hacer un ERE y casi todas han tenido problemas económicos”, señala el sindicalista, que menciona el caso de carpinterías como Elexalde o el de Mensa, de montajes eléctricos.
La industria auxiliar busca hacer piña y trasladará al Parlamento Vasco una propuesta para la administración les tenga en cuenta y “se oiga nuestra voz”. De alguna manera, las firmas auxiliares también son parte de La Naval. “Antes aquí había 3.000 tíos trabajando porque se gestionaba todo desde la casa. Con los años para ahorrar se ha ido sacando el trabajo fuera”, concluye Goitia.