gasteiz - Los mercados mundiales no consiguen librarse de las incertidumbres generadas por las políticas proteccionistas de Estados Unidos, incertidumbres que se han vuelto a elevar tras conocerse que el presidente Donald Trump, ha retomado la guerra comercial con China, país que siempre ha sido el adversario real de las autoridades de Washington. Trump anunció la imposición de aranceles del 25% a diferentes importaciones con origen en el país asiático por un importe de 50.000 millones de dólares que contienen “tecnologías industrialmente significativas”, según la Casa Blanca.
China -segundo socio comercial de EEUU- ya ha contestado que aunque no quiere una guerra comercial considera rotos los pactos comerciales alcanzados en mayo con las autoridades USA e impondrá medidas recíprocas.
La Administración de Estados Unidos ha dejado esta vez de lado la invocación a la seguridad nacional para justificar las medidas y ha recurrido a la otra cantinela tradicional, con parte de razón por otra parte, que es la falta de respeto chino a la propiedad intelectual. Así la nota de la Casa Blanca señala que “a la luz del robo de propiedad intelectual y tecnológica y otras prácticas comerciales injustas, EEUU implementará un arancel del 25% por 50.000 millones de dólares sobre productos de China que contienen tecnologías industrialmente significativas”.
El equipo de Donald Trump resalta que los citados aranceles “son esenciales para prevenir mayores transferencias injustas de tecnología y propiedad intelectual estadounidense a China”. Según la administración Trump la entrada en vigor de los mismos ayudará a proteger empleos en EEUU.
Más allá de las palabras altisonantes y de los twitters explosivos de Trump, el equipo del presidente que incluye, entre otros, al secretario de Comercio, Wilbur Ross; al secretario del Tesoro, Steven Mnuchin; y al máximo responsable de Comercio Exterior, Robert Lighthizer, tiene claro que las medidas comerciales estadounidenses tienen como objetivo ralentizar el salto tecnológico de China.
Las autoridades de Pekín consideran que la fase de ser la fábrica del mundo en base a sus bajos costes salariales y medioambientales ya está tocando a su fin y, a diez años vista, quiere que China juegue en la primerísima división tecnológica ligada a la digitalización y la inteligencia artificial. Pero para este salto hay un paso intermedio en el que China depende de la tecnología norteamericana en especial de la de Silicon Valley.
Obstáculos Es en este contexto en el que hay que entender medidas como la sanción al fabricante chino de teléfonos móviles y redes, ZTE, y, sobre todo, con la decisión de Trump de vetar la compra de Qualcomm, el fabricante norteamericano de chips electrónicos como los procesadores snapdragon que mueven los smartphone, por parte de Broadcom, el fabricante de semiconductores que tenía sede en Singapur, que ofreció 1117.000 millones de dólares invocandorazones de seguridad nacional , por miedo a que la china Huawei les supere. China ya ha anunciado que adoptará medidas “en la misma escala” de manera inmediata para contraatacar. - DNA