bilbao - El debate sobre la conveniencia o no de subir los salarios ha dejado al descubierto el distinto impacto que ha tenido la crisis en las condiciones de trabajo de los dos grandes sectores. Aunque en líneas generales los sueldos están estancados en Euskadi, la renovación de convenios en algunas empresas está empujando hacia arriba los costes laborales en la industria. El sueldo medio en los servicios, en cambio, es incluso menor que en el peor momento de la crisis y sigue en el mismo nivel de 2008. Si hace diez años un trabajador industrial vasco ganaba en torno al 20% más que uno de servicios, la brecha se dispara ahora por encima del 40%.
Es una doble velocidad que ya ha sido detectada por los agentes económicos y sociales, incluso el propio consejero de Hacienda del Gobierno Vasco, Pedro Azpiazu, ha advertido de que si el crecimiento de los salarios ya es escaso, en los servicios la evolución es especialmente pobre. Una brecha salarial sectorial que convive con la diferencia de género, con la que muchas veces se solapa. La industria ha sido tradicionalmente un sector masculinizado mientras que son las ramas de servicios más precarias las que ocupan en mayor medida a mujeres.
Las estadísticas confirman que la precariedad se ha extendido sobre todo en el sector terciario, siempre partiendo de que este es un campo amplio y heterogéneo en el que caben también nóminas muy elevadas. El coste laboral total por trabajador en los servicios es de 2.845 euros al mes, con un sueldo bruto incluyendo pagas, horas extra y complementos de 2.153 euros, según datos del INE. Son cifras muy inferiores a las industriales y además se han resentido en los últimos años a pesar de la recuperación económica.
De hecho, los salarios en los servicios crecen en la primera mitad de la crisis y es a partir de 2013 cuando la media empieza a decrecer para cerrar el pasado año prácticamente al mismo nivel que en 2008. A lo largo de 2017 repuntó tímidamente el coste laboral, pero se redujo la nómina media de los trabajadores. Es un síntoma claro de cómo se mueven en estos momentos los salarios en el sector terciario, el que emplea a mayor número de personas, a pesar de los fuertes incrementos del PIB vasco registrados en los últimos años. Es conocido el incremento de los contratos a tiempo parcial en sectores en auge como la hostelería o el comercio, pero según los sindicatos los bajos salarios se extienden también a otras ramas cualificadas como la informática o las comunicaciones.
convenios de empresa Los salarios en la industria han tenido tradicionalmente un margen en relación a los servicios, aunque la brecha se abre a través de los convenios de empresa y no tanto en la negociación sectorial. Las tablas salariales del último convenio de la industria de Bizkaia, que finalizó en el año 2011, no están alejadas de las del sector de oficinas y despachos, un acuerdo de referencia en los servicios vizcaínos por número de trabajadores aunque también pendiente de renovación.
Sin embargo, los convenios de las grandes firmas industriales sí presentan niveles salariales mucho más sólidos superiores a la media del sector. A esto hay que sumar que los trabajadores industriales suelen percibir más pluses y complementos y realizan en general mayor número de horas extraordinarias.
Son factores que explican que el coste laboral medio en la industria vasca rebase ya los 4.000 euros por trabajador, umbral inédito hasta ahora, con una retribución total de algo más de 3.000 euros, según el INE. A diferencia de lo que ha ocurrido en los servicios, la evolución en los últimos años ha seguido una tendencia al alza que solo se explica por el mayor dinamismo de la negociación colectiva en las empresas industriales que ha podido salvar el bloqueo a nivel sectorial.
Pello Igeregi, responsable de negociación colectiva de ELA, apela a la “mayor tradición sindical” en la industria, lo que se traduce en “una mayor capacidad de luchar” y a su vez en mejores convenios. En cambio, Igeregi resalta que la “precariedad de los servicios”, con altas tasas de temporalidad y subcontratación, hace que sea más complicado el proceso de sindicalización. “Hay gente muy preparada cobrando una miseria”, dice Igeregi.
El sindicalista de ELA añade otro factor relevante a la ecuación. Expone que la demanda de un perfil determinado de trabajadores en la industria hace que se haya reducido el número de aspirantes y por tanto “el miedo a perder el empleo”. “Eso hace que la disposición a luchar sea mayor y que la patronal esté teniendo más dificultades para retener los salarios en la industria”, afirma.
En todo caso, Igeregi remarca que hay elementos que de alguna forma amplían de manera artificial la brecha estadística a favor de la industria como la inclusión en el sector terciario de actividades directamente ligadas a la fabricación que en general presentan condiciones más bajas. “Hay trabajo de fábrica directo que se está realizando mediante empresas de servicios subcontratadas como han reconocido muchas sentencias judiciales”, señala Igeregi. “También hay ámbitos de la industria con una precariedad laboral tremenda”, añade.
diferencia “histórica” Desde la patronal vasca se subraya que la diferencia de sueldos entre sectores ha sido “históricamente” favorable a la industria, lo que explica en gran parte la brecha entre los salarios de los hombres y las mujeres. La presencia femenina en las fábricas es testimonial y en cambio hay actividades terciarias en las que el volumen de contrataciones masculinas es anecdótico.
“La industria siempre ha tenido empleo de más calidad. Son en su mayoría puestos de trabajo cualificados y eso implica que están mejor pagados”, destaca Confebask.
Los empresarios vascos añaden que no hay una relación directa entre la firma de convenios y el aumento de la brecha salarial. Hay negociaciones bloqueadas en ambos casos, recuerdan y, por ejemplo, el metal es un foco tradicional de conflictos. “Cuando se firma un convenio que afecta a muchas personas sube la media salarial, pero cuando están bloqueados los convenios sectoriales no quiere decir que las empresas no estén subiendo los salarios”, argumentan.
En algunos casos se firman convenios en las empresas y en otros, a pesar de no haber acuerdo, “los sueldos suben”. Eso sí, es en las fábricas donde más se nota esa dinámica, reconoce la patronal, lo que en un momento de recuperación económica hace que crezca la brecha.
Una diferencia que, en términos de coste laboral total, alcanzó el año pasado el 40,7%, cinco puntos más que en 2016 y casi el doble que en el inicio de la crisis, cuando el trabajador industrial costaba a su empresa un 21% más que el de servicios.
La brecha es incluso mayor en lo que respecta únicamente al apartado salarial. El año pasado la media retributiva por trabajador industrial fue un 43% superior a la del sector terciario, con un incremento que se dispara sobre todo a partir de 2013, cuando aun se mantenía en el 21%. En ese mismo nivel del 20% se situaba la brecha en 2008, con una ligera reducción en los primeros compases de la crisis antes de iniciar el despegue.