Con un bombardeo publicitario tan intenso desde el Gobierno sobre la bonanza laboral y la reducción del paro durante los últimos meses más de uno/a podría pensar que el ambiente laboral es miel sobre hojuelas y que profesiones como camarera de hotel están tan suficientemente bien remuneradas como para dejar de llamarles kellys (acrónimo de ‘las que limpian los hoteles’). Pero la realidad es tozuda y bastante menos edulcorada que las palabras de los responsables del ramo. Aunque últimamente hayan entrado algunos hombres haciendo “extras”, la mayoría de este colectivo laboral son mujeres, y muchas de ellas, por no decir la mayoría, pertenecen a empresas subcontratadas por los hoteles; deben limpiar no menos de 16 habitaciones en 8 horas y es frecuente que el sueldo no supere los 2,80 euros por hora. Si al final de mes alguna pasa de 1.000 euros casi se puede considerar una privilegiada.

“Al menos en Euskadi en las dos empresas en las que hemos intervenido hemos conseguido el derecho a subrogación laboral, de modo que si pasan de una empresa a otra y siguen haciendo el mismo servicio no partan de cero, sino que sea una continuidad laboral”, explica Iñaki Oliden delegado de ELA-STV, central que ha llevado las duras negociaciones en las empresas en las que trabajan Iris y Sonia, en los hoteles Occidental y Villa de Bilbao, respectivamente, que tienen externalizado el servicio y que en las reivindicaciones de las mujeres que trabajan en sus instalaciones se “lavan las manos”. El tema de la subrogación parecería una cuestión menor si no fuera porque por esta puerta trasera muchas empresas conseguían que sus antiguas empleadas cobraran siempre como nuevas contratadas sin derechos laborales consolidados.

trabajo profesional Pero no ha sido una batalla fácil, sino un camino lleno de obstáculos por parte de una patronal que se resiste a pagar dignamente un trabajo que a todas luces consideran menor en el proceso hotelero de un turismo boyante.

Ciertamente ellas no son las gerentes del hotel, pero cuando entramos en una habitación a todos nos gusta tener bien hecha la cama, ordenado el aparador y que la limpieza en el baño resalte. “Y esto no se consigue por arte de birlibirloque, sino por un trabajo concienzudo, sacrificado y profesional”, dice Sonia. Trabajo profesional para el que quieren un reconocimiento laboral y salarial dignos.

Algunas han conseguido un trato laboral correcto para los tiempos que corren, como es el caso de Iris, “ahora, tras el largo conflicto y la mediación de ELA hemos logrado un salario digno”, que les permite vivir de su trabajo, pero otras, están aún en el camino de conseguir este reconocimiento de pleno derecho laboral. Es el caso de Sonia San Vicente, que tras una larga lucha han conseguido que les pagan un fijo, “aunque no lleguemos a las 16 habitaciones hechas al día”; también hemos logrado arrebatarle a Constant, la subcontrata encargada de la limpieza de habitaciones y zonas comunes del Hotel NH de Bilbao, la cláusula de subrogación. “Pero todavía nos queda seguir luchando por un salario digno. Actualmente mi nómina es de 1.007 euros; antes, si no llegábamos a hacer 16 habitaciones nos rebajaban el sueldo; ahora no”, subraya Sonia, trabajadora del NH Villa de Bilbao. “Todas hemos sido kellys. Llevaba 6 años trabajando en el Villa y antes de la huelga yo empecé cobrando 900 euros y acabé percibiendo 810; al principio teníamos asignadas 13 habitaciones y finalizamos haciendo 16 pero con menos precio. Pretenden que dejemos una habitación perfecta en 10 minutos y eso no se puede hacer; trabajamos bajo una presión tremenda, por eso se dan muchas bajas por enfermedad entre el colectivo”, explica Sonia.

Cuando una empresa hotelera se guía exclusivamente por la rentabilidad económica y decide que ésta se basa en la reducción de derechos laborales, casi siempre enfoca la mirada restrictiva en los puestos más bajos, concretamente en la limpieza. Posiblemente porque muchos piensen que cualquiera es capaz de hacerlo y también porque crean que solo reivindican salario.

enfermedades laborales “El sueldo es tan importante como el derecho de subrogación, pero no lo es menos el reconocimiento de las enfermedades laborales específicas como los dolores de espalda ,el túnel carpiano y otras que no se quieren tipificar en las tablas de acuerdos”, añade Iñaki Oliden, al tiempo que denuncia la enorme precarización en las condiciones laborales que ha supuesto en el sector hotelero la entrada de estas empresas subcontratadas que amparándose en convenios de empresa estatales apenas ofrecen el salario mínimo interprofesional y se erigen en sucedáneas “ETTs fantasmas” de puesta a disposición de mano de obra barata, eludiendo la aplicación de los convenios provinciales de referencia.

Iris es una andaluza afincada en Euskadi desde hace tres años. Su caso es más llamativo porque ganó a la empresa que la había despedido estando de baja. “No digo que alguna trabajadora no intente bordear la ley estando de baja, pero no es mi caso ni el de la mayoría de las trabajadoras/es que conozco; estaba de baja y a la empresa no le debió gustar que me hubieran operado; me despidieron, pero gracias al sindicato ELA gané el juicio; si no, hubiera tenido que hacer las maletas y volver de nuevo a Sevilla”, explica Iris, recién cumplidos los 40 años y consciente de que los derechos hay que conquistarlos día a día. “No se puede bajar la guardia, porque a la mínima pueden desaparecer; se lo comento continuamente a mis compañeras (todas son mujeres), porque como hay un gran número de extranjeras que se hallan en situación de gran vulnerabilidad y ellas acarrean con lo que les echen, de lo que se aprovechan algunos empresarios/as; no me hacen caso cuando les recomiendo que vayan más despacio que su salud se resentirá. Y las empresas se aprovechan de esas situaciones”, recalca con desparpajo andaluz.

La bilbaína Sonia San Vicente llevaba 15 años trabajando en la limpieza de una notaria en la capital vizcaína. De la noche a la mañana la echaron argumentando que tenían que pagarle mucho y no les interesaba. “Con los años me pagaban más por la antigüedad que por el sueldo. El propietario de la notaria me espetó que no les era rentable”, recuerda con dolor. Además le empezaron a pagar por cuatro horas lo que anteriormente le abonaban por una; todo eran recortes, malos modos, malas caras. “Cuando reivindicas tus derechos, ya no eres rentable ni les interesas; les incordias y te ponen en la lista de las conflictivas”, recalca Sonia, mientras asiente con la mirada Juanjo Kapetillo, delegado de ELA en el Museo de Bellas Artes, quien sabe mucho de lo duro que es tener que llegar a una huelga y mantenerla indefinidamente -estuvieron 42 días en el Museo de Bellas Artes de Bilbao- para reivindicar unas condiciones laborales dignas. “Lo que más me dolió fue que el anterior director de la pinacoteca, Javier Viar, al ser preguntado por el bajo sueldo que percibíamos los trabajadores/as -800 euros con festivos incluidos- , no se le ocurriera otra cosa que decir públicamente que se nos pagaba así porque éramos prescindibles”, apunta visiblemente indignado.

Ahora no viven en el paraíso laboral, pero caminan en la senda de unas condiciones laborales más dignas. “La huelga acabó con un acuerdo de mejora de 1.200 euros netos por 14 pagas”, subraya Kapetillo, aludiendo a la penosa situación que vivieron los/las trabajadores de la pinacoteca subcontratados en empresas estatales de servicios como Manpower.

dureza física Sonia, a punto de entrar en los 50 años de edad, reconoce que camarera de hotel es una profesión de una gran dureza física que provoca numerosas bajas laborales. “Acabas con la espalda hecha polvo y la presión a la que nos someten hace que tengas muchos cuadros de estrés y ansiedad que pasan factura”, añade, mientras que Iris le da la razón. “Me considero una persona superfuerte, pero a mí me han puesto en ocasiones tan estresada que he roto a llorar y me he sentado diciéndome a mí misma que no podía más”, reconoce. “Hay mujeres que lo dan todo en el trabajo y llegan a casa tan cansadas que solo quieren descansar, tumbarse en el sofá o ver la tele; no tienen vida privada”.

Iris y Sonia sostienen que el estar libres de cargas familiares les ha permitido afrontar mejor la dureza de su trabajo. “Con una familia hubiera sido tremendamente complicado. Hay que tener en cuenta que nosotras al llegar a casa no cambiamos de trabajo, seguimos haciendo la misma tarea que realizamos en el hotel”, reflexionan al unísono.

No son de plantilla Al estar externalizado su trabajo, las camareras de hotel no están integradas en la plantilla, por lo que no tienen los derechos laborales de los trabajadores/as del hotel.

2,15 euros por habitación Hay camareras de hotel que necesitan limpiar 400 habitaciones al mes para cobrar 860 euros mensuales.

25-45 minutos Cada habitación suele exigir entre 25 y 45 minutos, pero si se da un cambio de cliente, limpiar les puede llevar hasta una hora.