BRUSELAS. El plan definido por los ministros prevé 14 acciones en cuatro áreas: la mejora de la supervisión de estos activos, la promoción de marcos de insolvencia que faciliten la recuperación de las deudas, el impulso a la reestructuración de la banca y la creación de un mercado secundario en el que dar salida a estos créditos.
El objetivo es sacar estos activos deteriorados de la banca europea cuanto antes y evitar que vuelvan a acumularse en el futuro.
Los ministros excluyeron la propuesta para crear un banco malo europeo al que las entidades puedan trasladar estos activos para darles salida en el mercado, una estructura que podría haber gestionado hasta 250.000 millones de euros en créditos, pero que generaba dudas sobre su valor añadido y la forma de financiarla.
Los países se contentarán con la hoja de ruta que la Comisión Europea (CE) elaborará antes de final de año para guiar a los países que quieran establecer un banco malo en su territorio, de forma que tengan principios comunes en términos de participación, volumen de los activos o reglas de valoración y gobernanza.
El plan pone el acento en impulsar la creación de un mercado secundario, hoy casi inexistente en Europa, para lo cual pide a la Comisión, el Banco Central Europeo y la Autoridad Bancaria Europea que presenten a finales de año iniciativas para armonizar la información sobre estos créditos fallidos y crear infraestructuras que permitan las transacciones con los mismos.
Por otra parte, la Comisión deberá terminar antes de fin de año el estudio comparativo sobre las normas de insolvencia nacionales, que medirá tasas, tiempo y coste de la recuperación de los préstamos en cada país con vistas a emitir recomendaciones de reforma.
Además, el Consejo pide que a finales de 2018 se implementen requisitos adicionales para revelar información sobre calidad de activos y préstamos fallidos, así como que se desarrollen a lo largo del año guías en materia de supervisión y gestión de estos créditos.
Los países reconocen que los principales responsables de acabar con los préstamos fallidos son los propios bancos y las autoridades nacionales, pero creen que la magnitud del problema justifica una solución conjunta.
"El principal problema es que hasta ahora se han encontrado soluciones a nivel nacional, pero en este tema se necesita un enfoque colectivo. El plan ayudará a reforzar el sistema financiero y a evitar problemas con los préstamos fallidos en el futuro", dijo el ministro de Finanzas estonio, Toomas Tõniste, cuyo país ostenta la presidencia semestral del Consejo de la UE.
La banca europea acumulaba en diciembre 990.400 millones de euros en estos préstamos fallidos, el equivalente al 6,7 % del PIB comunitario, que representan de media el 5,1 % de la cartera crediticia de las entidades, cota muy superior a la de Estados Unidos o Japón.
Para más inri, las disparidades entre países son enormes -desde el 1 % en Suecia hasta el 45,8 % en Grecia, pasando por el 15,3 % en Italia- y, aunque los ratios han bajado en los últimos años, la reducción sigue siendo demasiado lenta y desigual.
"Europa está en el camino correcto, pero tenemos que acelerar nuestra acción", dijo el comisario europeo para el Euro, Valdis Dombrovskis, quien subrayó que países como España han logrado reducir sus ratios, del 8,8 % en septiembre de 2014 al 5,7 % en diciembre de 2016.
Estos préstamos lastran la rentabilidad de las entidades, ponen en riesgo la viabilidad de las más afectadas, limitan su capacidad de prestar a la economía real y, además, minan la confianza en todo el sector europeo.
En otro orden de cosas, los ministros dieron el visto bueno a la revisión del plan de acción para avanzar hacia una Unión del Mercado de Capitales, lo que permitirá "atraer nuevas inversiones (...) para las empresas e infraestructuras europeas", según el ministro estonio.
Asimismo, los países tuvieron una primera discusión sobre la propuesta de nuevos requisitos de transparencia para los intermediarios fiscales, que aún está en fase de trabajo técnico.