Desde hace varios años, tantos como los transcurridos desde que estallara la crisis, he acudido a la cita semanal en esta columna con la aspiración de poder escribir sobre tipos de interés, pero no de los que marcan el BCE o la Reserva Federal, sino de los tipos de interés por su sabiduría, que no dogmatismo, y por su inquebrantable lealtad con la ética social y humana. Tipos, en definitiva, que interesa conocer e imitar, como José Antonio Garrido que esta semana ha sido reconocido, junto con otras cuatro personas, como ilustre de la Villa de Bilbao. Llegados a este punto, reconozco que no soy objetivo, ni pretendo serlo. Es más, cualquiera que conozca al santanderino, ahora ilustre bilbaíno, queda atrapado en la sencillez del doctor ingeniero que ha puesto sus ideas, su formación y sus valores al servicio de la localidad que le acogió hace 60 años.
No quiero extenderme mucho en la trayectoria profesional de quien ha dirigido Iberdrola o Gamesa. En todo caso, lo haré con palabras que no son mías, sino de otra personalidad de la ciencia y las humanidades como es Pedro Miguel Etxenike, quien, en el prólogo de un libro sobre José Antonio Garrido, señaló que “es un hombre de acción, sabe conceptualizar las ideas y las usa al servicio de un proyecto de transformación social, un proyecto de cambio dirigido por profesionales. Nos muestra una vida desarrollada con visión estratégica, excelencia profesional y generosidad personal”. Tampoco voy a reseñar los muchos premios y reconocimientos que ha recibido. Sería interminable. Sólo señalaré el que, en palabras del propio Garrido, es “el reconocimiento más grandes que he tenido en mi vida” como es ser Doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco.
Una forma de ser, un humanismo, que se proyecta, por ejemplo en una actitud pedagógica desde la mesura de quien, sabiendo lo que sabe, es, como aquellos griegos que hace 25 siglos descubrieron el pensamiento lógico y la razón filosófica, un hombre curioso. Es decir, una persona motivada por la curiosidad de saber más, estudiar lo investigable, pero siendo fiel a su propio lema “dudar es vivir” para ampliar sus conocimientos y ponerlos al servicio de la sociedad. José Antonio Garrido no olvida esos datos económicos, financieros, empresariales o laborales que generan polémica y crispación. Simplemente trata de humanizarlos y aportar su granito de arena en resolverlos.
En el tema que hoy me congratula ocuparme, tengo la impresión de estar ante una persona que, como muchas otras en el País Vasco, es discípulo convencido y aventajado de una de las formulaciones de la ley fundamental sobre la razón práctica de la ética de Kant que dice: “Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio”. Me permito la insolencia de añadir que así ha sido, y sigue siendo, la vida de José Antonio Garrido en relación a su familia, a sus amigos y al futuro de la sociedad vasca.
Y ya, puestos a terminar estas líneas, dejo un ejemplo de este ilustre bilbaíno y de su noble talante, entre otros muchos que podría destacar. Son las palabras que cerraron su breve discurso de agradecimiento recordando “a todos aquellos que me han acompañado y en los que me he apoyado a lo largo de mi vida, porque, como decía Newton: Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes”.