el actual escenario socio-económico en el País Vasco viene a ser como un mapa meteorológico en primavera. Es decir, persiste la inestabilidad y el temor a las borrascas del cierre o el ERE (bajas presiones) como ocurre en las plantas de Arcelor Mittal, pero la tendencia es, cuando menos, esperanzadora en otras zonas, como Basauri (Bridgestone) y Nanclares (Tubos Reunidos y su socio Marubeni Itochu Steel), en las que prevalecen el anticiclón de las inversiones (altas presiones) unidas a la tecnología y el empleo cualificado.
Dicho lo cual, no conviene dejarnos llevar por el optimismo, sino por el convencimiento de que el conocimiento y el trabajo bien hecho son la esperanza de un futuro porque “hoy es el primer día de los próximos 20 año”, como señalaba esta semana José Antonio Garrido, presidente de Bilbao Metrópoli 30 (BM30), en el transcurso del acto conmemorativo del 25 aniversario de su creación donde se ha presentado un plan de trabajo para que en 2035 el País Vasco pueda “estar entre los cinco primeros territorios y/o países de tamaño e índices socio-económicos parecidos de la UE en empleo, PIB, educación, sanidad y atención a los mayores”.
Para ello, naturalmente, es indispensable la participación activa y eficaz de las instituciones públicas con el Gobierno Vasco a la cabeza. En este sentido, el lehendakari Urkullu manifestaba en el mismo acto conmemorativo que “los países más sólidos son los que tienen visión y proyecto de futuro”, para agregar que “en este país hemos demostrado que somos emprendedores, capaces de superar las dificultades, y cuando sabemos adónde vamos siempre alcanzamos nuestro objetivo”. Disponemos, por tanto, de una reflexión estratégica interesante y de un compromiso público para que semejante objetivo no caiga en saco roto.
Claro que, caprichos del destino, estamos inmersos en una nueva campaña electoral y sometidos a la demagogia de quienes, desde el 20 de diciembre pasado han sido incapaces de consensuar una alternativa al Gobierno de Rajoy y sus reformas, provocando esta nueva cita con la urnas. Son los mismo que ahora quieren ahora darnos lecciones de democracia y apoyo a los más desfavorecidos, no sin antes ningunear la realidad socio-económica vasca impugnando cualquier medida, aunque sea positiva y ejemplarizante.
En resumen, lo que se pretende es poner en valor la aptitud profesional de las personas para liderar proyectos económicos que atraigan la atención de propios y extraños, y su actitud ética, moral y humanista para evitar la desidia de los políticos y la corrupción galopante. “La sociedad de futuro (añade el informe de BM30) debería promover un cambio radical de tendencia, pasando de apoyar intereses varios, que son la causa importante de la debilidad económico-industrial del país, a apoyar a personas y grupos de gran competencia técnico-ética, que estén dispuestos s responsabilizarse en proyectos a medio y largo plazo para regenerar el tejido económico-industrial”.
Parece evidente que el futuro de la sociedad vasca y su bienestar pasa por la tecnología y la competitividad. O, lo que es igual, por el conocimiento y la meritocracia. Será la forma más adecuada para que el mapa económico presente más isobaras de altas presiones que aquellas que anuncian borrascas. Hay mimbres para la esperanza, pero sin caer en el optimismo. Es mejor ser un pesimista que sigue creyendo en las personas, porque como decía José Saramago: “Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”.