Pues sí, aunque parezca difícil, hay vida más allá de esa periferia acotada en torno a los juzgados donde se instruyen diligencias por casos de corrupción (bueno, pongamos presunta) que encuentran eco mediático merced a los apellidos de sus protagonistas, aristocráticos unos (como Borbón), ilustres otros (como Urdangarín) y mediopensionistas o advenedizos los restantes (caso de Torres, Bárcenas, Sanz y, quizás algún día, Barcina). El tsunami informativo en torno a presuntos corruptos es de tal magnitud que se ha convertido en la comidilla diaria de tal suerte que bien parece no existir otra tema de conversación en el firmamento español (salvo alguna declaración de Mourinho).

Sin embargo, insisto, hay vida más allá de la corrupción y, lo que es peor, para muchos la vida existente es pésima y desesperante como consecuencia de una crisis económica galopante que deja miles de familias empobrecidas y sin futuro. Familias que siguen sin ver el más mínimo atisbo de estímulo económico. Ahora bien, este planteamiento no implica despreciar los casos de corrupción que se están descubriendo. En este sentido, no puede haber tolerancia alguna en el marco social, institucional y judicial para quienes se han enriquecido con cargo al erario público, pero tampoco debemos colocarlos en la primera línea de la indignación porque hay otros problemas más graves.

Son problemas endémicos, devastadores y empobrecedores que siguen sin resolver y a los que se añaden otros que surgen en el horizonte europeo. En todos ellos la troika es principal protagonista: En Grecia propició el 'golpe de estado' que derrocó a Papandreu cuando, con mayoría absoluta en las urnas, quiso celebrar un referéndum para aprobar o rechazar las medidas de austeridad. En Italia 'sustituyó' a Berlusconi por Monti y en unas elecciones posteriores ha dejado un mapa político ingobernable porque un 25% de la población ha respondido con su voto al Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo que daba voz a la indignación por los recortes sociales, mientras que casi un 30% de los votos se ha posicionado a favor de la corrupción personificada por 'il cavaliere'. En Chipre, el riesgo de quiebra del sistema financiero ha sido utilizado por la Troika para exigir medidas excepcionales y antisociales como grabar los depósitos bancarios.

Y hoy tenemos que anotar la inestabilidad que vive Portugal y su Gobierno, generada después de que el Tribunal Constitucional de ese país haya invalidado varias medidas de austeridad impuestas por la Troika, entre ellas la supresión de las pagas extraordinarias para funcionarios y pensionistas. La reacción del Gobierno presidido por el conservador Passos Coelho da muestras de una intolerancia antidemocrática porque antepone las medidas de la Troika a las leyes vigentes y acusa al Constitucional de generar inestabilidad en una breve declaración sin preguntas del secretario de Estado de Presidencia, Luis Marques Guedes.

En especial, según la citada declaración, afecta "a la credibilidad externa en vísperas de una crucial reunión", en referencia a la decisiva reunión de los miembros del Ecofín en Berlín que, en teoría, iban a aprobar un alargamiento de los vencimientos de los pagos del macro-préstamo de 78.000 millones de euros que Portugal solicitó a la troika en 2011. Como verán la troika está por todas partes. Pero ¿qué es la troika y dónde reside su poder? Pues bien, se trata de tres instituciones, Comisión Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI) que tienen muy poco de democráticas. Sus miembros son elegidos a dedo por los Gobiernos de los países que las financian y, por tanto, su poder emana de quienes les nombran con la idea de que responderán a los intereses de sus socios, aunque vaya en detrimento del bienestar social o del bien común de los ciudadanos.

Es el mayor caso de corrupción. Es escandaloso y denunciable porque desprecian la propia esencia democracia y atentan contra ella con absoluta impunidad con tal de salvar los muebles de los países más poderosos y sus sistemas financieros. Es un caso de flagrante corrupción política y social. Es la línea roja que jamás se debe cruzar y, si así ocurriera, donde deberíamos poner mayor énfasis a la hora de denunciarla. Pero no. Preferimos entrar en un interminable debate público sobre casos concretos de corrupción menor en comparación a los miles de millones de euros y dólares depositados en paraísos fiscales que conviven con el consentimiento de la troika y sustentan economías como las de Luxemburgo (miembro fundador de la UE) y Suiza.

El debate está servido porque la evidente fractura europea entre el norte y el sur puede aumentar hasta límites insospechados si no se ponen medios y remedios para evitarlo. La prolongada crisis económica ha hecho realidad la temida doble velocidad europea en la que el Norte impone su ley de austeridad al Sur que sufre (Grecia, Chipre, Italia, Portugal, España?) las consecuencias de las políticas diseñadas desde la mentalidad ejecutiva del neoliberalismo que desarrolla modelos sociales alejados de la realidad social y no duda en usar el dinero público para cubrir el déficit económico en detrimento de la propia democracia, mientras arrinconan cualquier estímulo para la economía cuando conlleva un mayor gasto público.

Vivimos momentos de extrema gravedad, pero seguimos empeñados en prestar más atención a las diligencias judiciales sobre casos de corrupción. Quizás llegue el día en el que se hagan realidad las funestas predicciones que hoy caen en saco roto. Esperemos que entonces no nos encontremos ante una situación irreversible.

Más allá de la corrupción de unos cuantos y de la indignación social que producen, existen vida, crisis, familias y personas que sufren y una serie de riesgos que debemos evitar.