Como si de una fina capa de hielo se tratara, el gigante de cristal que representa Guardian Llodio está empezando a agrietarse. Lentamente, con la incertidumbre suficiente para convertir el deshielo en algo agónico. 80 años de historia tal vez echos añicos por culpa de la crisis y la sinrazón humana, sin ningún género de dudas las dos razones que están llevando a la economía del Valle de Aiala -tanto en términos de facturación como de empleo- a jugarse la peligrosísima baza de tener que desprenderse de uno de sus pulmones industriales. Porque los otros tres (Vidrala, Tubacex y Tubos Reunidos) parecen haber asentado en los últimos tiempos las bases sobre las que cimentar su futuro dadas las actuales circunstancias. Una relativa tranquilidad que en el caso de Guardian no se ha logrado, al menos de momento. En juego, al margen de los casi 800 trabajadores directos de la planta, otros tantos indirectos en todo el valle además de un futuro angustioso con escaso recorrido laboral. En caso de cierre, ¿dónde ir?, ¿en qué condiciones?, ¿con qué salario? La plaza del pueblo de Llodio es desde hace semanas un hervidero de conjeturas y miedos ante una situación tan nueva como desconcertante. "Hace dos días presumíamos de haber recubierto con vidrio ecológico la fachada del edificio más alto del mundo en Dubai (828 metros) y ahora andamos así, jugándonos el futuro de la gente", lamenta a este periódico un vecino de la localidad.

Así están las cosas en Guardian. Trufadas de tensión desde que hace ahora justo un año la dirección y el comité de empresa comenzaran a negociar el nuevo convenio colectivo. Un encuentro, por cierto, que se produjo en un contexto complejo, en mitad de la peor de las crisis que se recuerdan y en medio también de una reforma laboral que lejos de aliviar la situación de las empresas y los trabajadores la está empeorando a cada día que pasa. Y lo que es peor, todo apunta a que el año que viene la tónica continuará igual. Porque casi el 30% de las empresas españolas -y en este paquete no hay excepción para el tejido empresarial vasco- ya estima que adelgazará sus plantillas en los próximos meses, según un estudio del International Bussiness Report.

Doce meses después del primer cara a cara apenas se han producido avances. Más bien al contrario. La curva ha sido negativa y la situación hoy es insostenible, las posturas se han radicalizado y el conflicto, por si fuera poco, cuenta ya con todos los ingredientes necesarios para enquistarse. En cierto modo, y salvando las distancias, hay un cierto paralelismo entre este caso y el de Celsa Atlantic (antigua Laminaciones Arregui), cuyo futuro depende ahora de una decisión del Tribunal Supremo, instancia a la que recurrió la dirección de la empresa para justificar el ERE de extinción que presentó para toda su plantilla.

Cambio negativo de dirección En Guardian de momento no se ha llegado a este punto judicial. La tensión se centra ahora en la negociación del nuevo convenio laboral y sobre todo en la huelga general que la plantilla inició el pasado 23 de octubre. Un paro indefinido como respuesta al anuncio de la dirección, justo un día antes, de despedir a 120 trabajadores "para garantizar la supervivencia de la fábrica". Fue la gota que colmó el vaso de un comité que hasta entonces sólo había amagado con tres jornadas de paros parciales para tratar de convencer precisamente a la dirección de que sus condiciones (ampliación de la jornada laboral entre 10-15 días y desaparición de uno de los turnos, entre otras) eran "inasumibles". Pero no hubo forma entonces, criticaron los trabajadores, así que el clima se envalentonó. Las formas de unos y otros, sin duda, tampoco ayudaron y el cambio de cúpula directiva en Guardian durante los meses de verano acabó por incrustar la desconfianza en cada una de las reuniones, un veneno letal para cualquier negociación colectiva.

En este escenario el otoño se barruntaba caliente y así ha ocurrido. Llegaron los paros tras el verano, las denuncias por parte de la empresa hacia los piquetes, los abusos por los servicios mínimos y la huelga, que camina ya hacia su jornada número 18, y cuyo coste Guardian cuantifica no en euros si no en toneladas de vidrio: 9.000 exactamente que han tenido que destruirse como consecuencia de la obligada actividad que deben tener los hornos, preconcebidos industrialmente para estar operativos durante años de forma ininterrumpida. En términos económicos, el resultado es un estropicio.

El vidrio tiene futuro Mientras tanto, el mercado del vidrio avanza aunque sea en contra de Guardian, cuyos nichos de negocio fundamentales (construcción, automóvil y energía fotovoltaica) no dejan de desplomarse, repite la empresa. En este contexto se aferra la compañía en sus numerosos y sorprendentes comunicados -el silencio informativo siempre ha sido marca de la casa en Guardian- a la necesidad de "reajustar" o "reconvertir" la plantilla para hacer más competitiva, y por tanto viable, la planta de Llodio. Y pone para ello 120 despidos sobre la mesa que el comité sólo estaría dispuesto a asumir con unas condiciones económicas mínimas y reflejadas por escrito. Concretamente 45 días de indemnización y 42 mensualidades. Todo lo que escape a esta pretensión, advierte la plantilla, será como pegarse contra un muro. "Dinero hay, a pesar de que nos quieran mentir diciendo lo contrario, así que sólo pedimos lo que es justo. Es escandaloso lo que está tratando de hacernos esta multinacional porque el vidrio tiene futuro y esta crisis pasará, pero quieren meternos el miedo y esquilmarnos las condiciones para cuando esto pase", insiste Aitor Iza, portavoz de la mesa negociadora.

Denuncias al margen, todo queda por hacer en esta negociación, aunque el tiempo corre y la paciencia vuela. La dirección parece estar dispuesta a dar el primer paso convocando de nuevo al comité, algo que previsiblemente ocurrirá esta semana. Está por ver también si los 80 trabajadores -básicamente personal administrativo- que el miércoles se reincorporaron, escoltados por la Ertzaintza, a su puesto en Llodio repiten esta semana el operativo o continúan desarrollando su labor desde otras oficinas de la empresa o incluso desde casa. Y está por ver, llegado el caso del acuerdo, el poso que deja este conflicto en la zona y la propia empresa. "Nada será lo mismo, pero como todo en la vida. Tendremos que quedarnos con la lección aprendida", concluye su portavoz, Pablo Trincado.

l Noviembre 2011. Comienza la negociación por el nuevo convenio. Durante los primeros meses no se producen avances significativos.

l Septiembre 2012. El día 6 la empresa se descuelga con una oferta que el comité no acepta. Guardian pide un incremento de la jornada laboral entre 10-15 días y una reducción de un turno de trabajo.

l 20 septiembre. La plantilla convoca en asamblea paros para los días 26, 27 y 28 de este mes. En la la primera jornada, el comité denuncia servicios mínimos "abusivos".

l 16 octubre. Guardian, en boca de su plan manager, Jesús Urien, anuncia: "Va a haber despidos pronto y en un número considerable".

l 22 octubre. Guardian cifra en 120 los despidos necesarios para mantener la competitividad de la planta. Los trabajadores responden con una huelga indefinida desde el día siguiente.

l 24 octubre. Nueva reunión y nuevo fracaso a pesar de la nueva oferta de la empresa: completar la indemnización de todos los despidos a cambio de congelación salarial.

l 31 octubre. 80 trabajadores se incorporan escoltados por la Ertzaintza a la empresa y ésta envía una carta a toda la plantilla que el comité califica de "provocación".

9.000

l Toneladas de vidrio se han tenido que destruir hasta la fecha durante los 17 días de huelga en Guardian.

El imperio Guardian comenzó en Detroit en 1932. Aquellas primeras producciones de vidrio laminado que fabricó para los parabrisas de camiones, jeeps y otros vehículos militares en la Segunda Guerra Mundial dieron paso con los años a una multinacional de 20.000 empleados con 60 fábricas y sedes en Norteamerica, Europa, Sudamérica, Asia, África y Oriente Medio. En 1957 entró en escena Bill Davidson como presidente ejecutivo y único accionista de Guardian Industries Corp, con sede en Auburn Hilss (Michigan). Bajo su tutela se produjo el despegue internacional de la compañía, incluido el patrocinio deportivo de los Detroit Pistons, la franquicia de la NBA que logró en 2004 el título de mejor equipo del mundo. Dado que entonces su principal línea de negocio era el vidrio para el automóvil (parabrisas), Guardian mantenía férreas relaciones con el grupo Ford (Ford, Jaguar, Mazda y Land Rover), el grupo General Motors (Opel, Vauxhall, Holden o Chevrolet), el grupo Volkswagen (VW, Audi, Seat y Skoda) o el grupo PSA (Citröen y Peugeot).