BILBAO. El secretario general de ELA reivindica su derecho y el de su sindicato de hacer incursiones en la política sobre temas cruciales. De hecho, cuando después de una buena conversación sobre cuestiones sindicales y sociales, se le plantea hablar de temas políticos responde con un contundente y retórico "¿pero no es política todo lo que hemos hablado?". De todas formas, agudiza su mirada y sus sentidos para no cometer un error partidista en sus respuestas, consciente de que el sindicato que lidera aglutina a afiliados con sensibilidades políticas muy diferentes, aunque preferentemente abertzales. Quizá sea por eso que, incluso su valoración de los últimos comicios, está trufada de consideraciones sindicales.

¿Qué lectura hace de los resultados electorales?

Han participado todos los partidos, en un proceso previo marcado por la anormalidad que ha supuesto todo lo relacionado con Sortu y después con Bildu. Todo lo que ha pasado con Bildu no hubiera sido posible con lucha armada, lo que valida la apuesta civil y democrática de ese sector que es la que se tiene que consolidar. El resultado reafirma la posición de aquellos que han optado por la estrategia civil y democrática. La gestión de la crisis en el Estado y aquí ha tenido efectos en los resultados. Pero está por ver si el acuerdo expreso que ha habido respecto de la política económica y social se va a trasladar a las instituciones, a los acuerdos institucionales, porque ha habido acuerdo en toda la política de ajustes, toda la política fiscal, toda la política presupuestaria. Todo esto ha sido pactado. Cuando ha sido necesario lo han hecho el PNV y el PSOE y cuando a los socialistas lo han necesitado han echado mano del PP.

¿Ha hecho López la autocrítica suficiente de la debacle electoral?

A la consejera de Empleo y Asuntos Sociales, Gemma Zabaleta, le dijimos en la reunión del pasado miércoles que no tenemos ninguna confianza en este Gobierno Vasco, ya que les vemos incapaces de plantarse a nada que venga desde la patronal. Le dijimos que nos alegramos de que es un gobierno interino. Es muy fuerte de digerir que una consejera de Empleo lleve dos años en el cargo y no haya sido capaz en este tiempo de reunirse con el sindicato mayoritario del país para saber lo que opinamos.

¿Ve a este Gobierno Vasco con capacidad para revertir la situación económica y del empleo?

No hay ninguna expectativa en ese sentido porque no creen en nada. Hoy dicen una cosa y mañana otra sobre la misma cuestión. En relación a la política económica es una especie de edad media entre dos reinos esplendorosos del arte. No sé si en el pasado hubo un reino así, pero ojalá llegue el momento en el que la política sepa el papel que tiene que desempeñar.

¿Qué mensajes van a trasladar a los nuevos gobiernos forales cuando se constituyan?

Vamos a tener en cuenta todo esto y estaremos pendientes a cómo quedan conformados los gobiernos territoriales para elaborar un documento dirigido a las Haciendas vascas reclamando que las políticas públicas cambien. Es evidente que el melón que hay que abrir es la política fiscal, que tiene un margen de más de seis mil millones de recaudación para llegar a la presión fiscal media europea. No es cierto que no haya alternativas a la política actual y la movilización social tiene que ir dirigida a eso. Nosotros no somos un partido, pero tenemos una opinión política sobre estas cuestiones cruciales. Vamos a seguir trabajando para que el melón de la fiscalidad se abra y haya políticas de progresividad fiscal, que se persiga el fraude fiscal.

Todo apunta a que en Gipuzkoa, si como parece Bildu gobierna la Diputación, eso va a ser así.

Vamos a ver si es así. Ahora los gallos se ponen las mejores plumas pero hay que ver el baile final. Entonces opinaremos. En estos momentos preliminares te pueden despistar, no se dice toda la verdad de lo que luego se va a hacer o va a ocurrir.

Han sido las primeras elecciones sin la amenaza de ETA, pero la banda sigue sin disolverse.

Hoy está la lucha armada más de sobra que nunca y así han hablado las urnas. Ese es el reflejo del resultado electoral. ETA sobra y estorba, pero dicho esto hay que decir que hay otros problemas por resolver. Por un lado, el de la soberanía de Euskal Herria y, por otro, el de la legalización plena de la izquierda abertzale, la cuestión de los presos y la normalización política. La duda no está tanto en lo que vaya a pasar aquí, sino si en el Estado español va a haber un gobierno en condiciones para aceptar que no sea la política de la extrema derecha española la que termine determinando lo que hay que hacer.

Vista su trayectoria sorprende que ELA no haya suscrito el Acuerdo de Gernika.

Con respeto total a todas las iniciativas que se han puesto en marcha, creemos en la relación bilateral, en que se hable de los problemas de verdad, en intentar desbrozar un camino para que las organizaciones vascas que defendemos la soberanía podamos compartir un diagnóstico común en relación a lo que el Estado español está haciendo, ver si podemos compartir propuestas que comprometan en la lucha sindical e institucional a través de un planteamiento de confrontación democrática. Hay que separar la legítima lucha por espacios partidarios. Nosotros no vamos a entrar en eso. La única oportunidad que tiene la soberanía vasca es llegar a concluir que todos somos pocos para hacer ese trabajo. Cuanto más tardemos en definir ese camino, más tardaremos en buscar una hoja de ruta que marque un horizonte que la gente abertzale está demandando. La asignatura pendiente del mundo abertzale ha sido precisamente su incapacidad de sumar. Nuestra aportación va en ese sentido. No estamos en el Acuerdo de Gernika, pero mantenemos relaciones con organizaciones políticas, sindicales y sociales que buscan avanzar en clave de soberanía y normalización.

¿Le ha pillado de sorpresa el movimiento de los 'indignados'?

En absoluto. Diría más, ya era hora, con todo lo que estaba cayendo ya era hora que más gente se sume a lo que nosotros hemos estado trabajando. No nos apuntamos esa medalla, no se trata de eso. Todo lo que seamos incapaces de trasladar a estructuras de poder está amortizado. La indignación hay que trasladarla a poder sindical, a poder social, a regeneración ética... Lo que al poder económico le preocupa son las estructuras de poder que le discuten lo que decide.

En tanto que ELA forma parte del sistema y del status quo, ¿no debería darse por aludido con las críticas de un movimiento que tiene mucho de antisistema?

En un acto con el presidente del Círculo de Empresarios, el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, nos tildó de antisistema. Si el sistema es ese, estamos muy bien fuera, porque nos unen muchos más puntos con los indignados que están en la calle que con el presidente del Círculo de Empresarios. La gente que sufre está ahí y el sindicalismo recoge muchas de las cosas que se han dicho en los últimos días por parte de este movimiento. No nos sentimos interpelados por pasividad, tenemos una hoja de servicios muy dilatada con acciones e iniciativas contra muchas de las cosas que se están haciendo. A la mayoría sindical vasca no se le puede hacer un reproche de ese tipo. Probablemente al sindicalismo español sí se puede sentir concernido de otra manera, porque ha seguido un camino diferente al nuestro.