VITORIA.

GUERRA abierta contra todos sin que haya ningún enemigo declarado. El marqués de Olivara, el inefable José María Ruiz-Mateos, tiene de nuevo el imperio al borde del abismo. El empresario jerezano no se ha distanciado de los problemas después de reinventarse y reconstruirse sin poder evitar tropezar en la piedra de su particular forma de entender los negocios.

Con la misma sencillez con la que le declaraba su aprecio cuando firmaba créditos con los que mantenía vivo el holding, Ruiz-Mateos anuncia ahora una querella contra el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, cuya entidad financiera es su mayor acreedor. En el transito de una postura a otra le llegó a ofrecer a Botín todo su brandy como garantía de pago de la deuda. La confrontación es conocida en su manual, tratando de extender la culpa para desviar la responsabilidad.

Ante la adversidad, abre frentes de batalla como hizo en el pasado para defenderse, porque él es la víctima y quien no lo ayude, el enemigo. Sus conocedores aseguran que no se trata de una pose. Su fervor religioso condiciona todas sus acciones, que rebosan a sus ojos tintes mesiánicos. La familia está por encima de todo y esa máxima deja en un segundo plano a sus trabajadores. Detrás, los inversores, la gran mayoría particulares, que se sintieron atraídos por la campaña de pagarés con la que intentó mantener a flote su imperio.

concursos de acreedores

Las cuatro joyas en quiebra

Suena con fuerza en ese sentido u na frase que ya alimenta su célebre legado de declaraciones. "Si no pagara [a los inversores de la Nueva Rumasa] me pegaría un tiro, si mi fe me lo permitiera". Se echa la responsabilidad sobre la espalda aunque se declara incompetente para asumirla por objeción de conciencia. Otro brindis al sol, ante un problema que tocará el bolsillo de muchas familias.

Desde que el pasado 17 de febrero anunciara que activaba el proceso preconcursal para las joyas del conglomerado no ha dejado el escaparate mediático. Dhul, Clesa, Hibramer, Carcesa, Elgorriaga, Trapa, Quesería Menorquina, Garvey, Hotasa y el Rayo Vallecano no han parado de sangrar por una herida que se abre cada día más. Sus principales acreedores son los bancos que le prestaron el dinero, con el Grupo Santander al frente, y Cajasol, Cajasur (adquirido el año pasado por Bilbao Bizkaia Kutxa) y Caja España, entre otras entidades financieras.

El objetivo del preconcurso era blindar las empresas para evitar que los acreedores ejecutaran la deuda. Al final, la familia Ruiz-Mateos se ha visto obligada a declarar la quiebra de sus cuatro principales compañías, Carcesa (Apis y Fruco), Dhul, Cacaolat y Clesa, estas últimas ayer. Oficialmente el holding ha sido una víctima más de la crisis, la sequía de financiación ha derrumbado la estructura, pero mucho ha tenido que ver la endeblez de sus cimientos.

errores de gestión

Una compleja red de empresas

Ruiz-Mateos ha levantado su nuevo imperio con la misma estrategia que el anterior: compraba empresas con problemas y no siempre acertaba. Su obsesión por mantener el empleo le ha obligado a continuar con los costes laborales. La preocupación por el bienestar de sus trabajadores le honra pero cabe es un error empresarial.

Además, teóricamente no existía un grupo bien definido, cada empresa era independiente del resto, si bien el dinero estaba en la misma caja. Si Clesa necesitaba liquidez, Dhul la socorría con sus recursos. Los fondos comunes viajaban de una sede social a otra. Se desnudaba financieramente una compañía para vestir otra.

Esos flujos erráticos de fondos ilustran la particular concepción de la empresa de José María Ruiz-Mateos. Las directrices de gerencia de una compañía familiar son inviables en los grandes conglomerados. En cambio el jerezano ha colocado a sus seis hijos como capitanes del imperio. Ninguno de ellos ha demostrado experiencia más allá del negocio familiar. Solo conocen una forma de dirigir empresas y el peso del patriarca evita que se rompan sus reglas.

Ruiz-Mateos dirige sus empresas con una interpretación peculiar de la legalidad que conlleva grandes lagunas en los cimientos de las empresas. Dos fondos de inversión extranjeros, especialistas en reflotar empresas, han renunciado al rescate de Nueva Rumasa por la opacidad de su entramado. Algunas empresas tiene su sede social en paraísos fiscales para evitar que el Gobierno intente expropiarlas. La complejidad del entramado empresarial fuerza la huida de los inversores profesionales. La estrategia ha sido tan nefasta que ni siquiera se han distribuido las empresas en función de sus nichos de negocio.

los pagarés

Sin garantía de cobro

Para evitar la caída se han emitido pagarés a terceros para llenar la caja y superar el bache de liquidez. El empresario jerezano intentó que la simpatía que despierta entre un gran número de ciudadanos y la gran campaña publicitaria activara una corriente social que diera aliento a su nuevo proyecto. Logró reunir unos 140 millones de euros, insuficientes para un deuda que multiplica por diez esa cifra.

El salto hacia delante ha resultado mortal. Y bajo el cadáver han quedado atrapados 5.000 inversores particulares. Pueden perder su dinero, porque son acreedores ordinarios que se sitúan en la tercera fila de cobro tras Hacienda, la Seguridad Social y los trabajadores. Mientras tanto, Fogasa ha acudido al rescate de los trabajadores garantizándoles el cobro de cinco salarios, pero se les adeudan ya varias mensualidades.

Por encima del bien y del mal, en una mano la calculadora de los beneficios y en la otra la Biblia.