Tras una nueva semana de infarto, toca hacer balance, siempre y cuando el fútbol y los controladores lo permitan porque entre el "partido del siglo" y la ansiedad de quienes gestionan el espacio aéreo apenas ha quedado tiempo a los políticos y páginas en los periódicos para reflejar aspectos tan importantes como la tormenta especulativa que se cierne sobre el mercado financiero europeo, las nuevas medidas dictadas por Zapatero para intentar salir de la crisis y el anuncio de que la reforma de las pensiones estará lista y aprobada el próximo 28 de enero, según Salgado.

En el primero de los temas a tratar, Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, consiguió el jueves taponar la herida por la que se desangraba el euro con unas declaraciones en las que, pese su habitual ambigüedad, vino a mostrar su decisión de luchar contra las tensiones especulativas anunciando que retrasará la retirada de las medidas de emergencia para proveer de liquidez a la banca y señaló que "el programa de compra de bonos está en marcha".

Dicho lo cual, la bolsa experimentó una sensible recuperación como si nada hubiera ocurrido. Pero es un espejismo. Los males del enfermo siguen sin subsanarse porque, como dice el exprimer primer ministro belga Guy Verhofstadt "en ningún lugar del mundo existe una moneda única sin un Gobierno único". En efecto, el problema reside en que no hay una autoridad económica que gestione financieramente la zona euro y sus países son tan pequeños que no pueden competir solos contra superpotencias como EE UU, China o los países y las economías emergentes.

En medio de esta encrucijada, lo que se pone en peligro es el Estado de Bienestar que se empezó a gestar en Europa hace 65 años. Sin embargo, es un riesgo latente y creciente, como se está viendo en los recortes sociales que con mayor o menor éxito se quieren realizar en Francia, Grecia e Irlanda, sin olvidar a España, donde tras la controvertida reforma laboral, llega la de las pensiones que deja en papel mojado el Pacto de Toledo (1995) que garantizaba el sistema público de pensiones al margen de quien ocupara el palacio de la Moncloa.

Sin embargo, el anuncio de que la reforma será aprobada por decreto el próximo 28 de enero convierte en papel mojado ese pacto porque sus firmantes apenas tienen mes y medio para negociar, incluidas las fiestas navideñas, y la comunicación entre Gobierno y oposición es tan deficitaria como lo demuestran las últimas declaraciones en torno a la huelga salvaje de los controladores. Empeñados, un día sí y otro también, en acusaciones mutuas. Viven en una burbuja electoralista y no tienen inconveniente en negar cualquier posibilidad de acuerdo sobre el futuro de las pensiones de la sociedad que les ha elegido y paga con impuestos sus ingresos (legales).