LOS datos del paro que se hacen públicos con periodicidad mensual tanto desde el SPEE (antiguo INEM) como trimestral (EPA) ofrecen un panorama desconcertante para el ciudadano de a pie, que no puede por menos que sentirse desubicado ante la tremenda diferencia que se aprecia entre la Encuesta de Población Activa y los datos registrados por el Ministerio de Trabajo en el Servicio Público de Empleo Estatal.
¿Cuál es la medida buena? Las dos, aunque con matices, ya que aunque ambas digan la verdad (su verdad), son formas diferentes de entender el desempleo, dos maneras de abordar un concepto y de aplicar reglas estadísticas para el cálculo definitivo de un porcentaje.
La explicación a esta diferencia, señalan los expertos, y no acaba de entenderlo casi nadie, es que mientras el antiguo INEM computa tan sólo el número de parados que se registran en sus oficinas de empleo, la EPA es una encuesta donde hay personas que contestan que tienen voluntad de trabajar, pero que no están inscritas en los listados de los Servicios Públicos de Empleo.
En esta tesitura, el número de desempleados suele ser mucho más elevado en el caso de la Encuesta de Población Activa, dato que por cierto es el que la Unión Europea considera más fiable y comparable con el resto de estados miembros, desestimando prácticamente la lista de demandantes de empleo en las oficinas públicas de colocación.
En cambio, en Norteamérica sucede al revés. Para medir la variable macroeconómica del empleo se tiene más en cuenta la petición de subsidios en las oficinas públicas.
¿Subjetividad? La población activa está conformada por el conjunto de personas que tienen un empleo y por quienes no lo tienen pero que lo están buscando o tienen expectativas de conseguirlo. En ese sentido, los datos de la EPA son más extensos, puesto que ofrecen más información sobre las personas, ya sean activas, inactivas, ocupadas o desocupadas.
Pero si muchos de los que han aceptado ser entrevistados por el INE ocultan sus chapuzas, sus trabajos en negro, y en cambio aseguran que están parados, entonces las cifras de la EPA tampoco son rigurosas al ciento por cien.
En favor de los datos del INEM se puede decir que mientras la EPA no deja de ser una encuesta que utiliza una muestra para extrapolar los datos al resto de la población, los guarismos del SPEE computan parados reales registrados en los listados. Cabe significar, además, que en esas listas no sólo figuran los que cobran prestación o subsidio, sino también otros trabajadores que creen que en las oficinas públicas van a encontrar trabajo mejor que en una agencia privada.
En este caso el viejo tópico de la mujer del César cobra vigencia absoluta ya que como dato registral, el desempleado que quiera dejar de serlo, además de buscar trabajo debería apuntarse.
Parece lícito suponer que la mejor medición del desempleo sería siempre una ponderación de ambas, por lo que es razonable imaginar que ni estamos tan mal como se dice cada trimestre ni tan bien como nos cuentan algunos meses. La virtud está en el punto medio, aunque en el caso vasco se podría introducir la variante PRA (Encuesta de Población en Relación con la Actividad) que elabora el Eustat.
De hecho, las muestras que toma el Eustat son mayores que las del INE en la CAV, porque el INE se centra en el conjunto del Estado, y los datos comunitarios son simples desagregaciones.
La diferencia entre una y otra está en que el Eustat considera parados a quienes buscan empleo, hacen gestiones activas de búsqueda y están disponibles para trabajar. El INE cuantifica en una cifra similar el número de parados que apenas mueven un dedo por reintegrarse al mercado laboral.
La conclusión es clara, porque aunque existen mecanismos correctores en toda estadística, el resultado final sigue estando al albur de las personas, a algunas de las cuales y en tiempo de bonanza, cuando entran ingresos en el hogar y la vida se antoja más confortable, les puede apetecer no trabajar. Y con ello ya están desnivelando la balanza, puesto que no son consideradas población activa cuando en realidad sí lo son.
También puede suceder todo lo contrario, que en tiempos de crisis como el actual el paro crece con mucha velocidad porque hay un montón de gente que desea trabajar pero no encuentra dónde. Es decir, se acelera la lucha por el puesto de trabajo y hay más demandantes (hasta ese momento inactivos) detrás de un empleo.
CASO VASCO El último dato comparable es el del segundo trimestre del año, cuando en el conjunto estatal la EPA cifraba el número de parados en 4.645.500 y el SPEE lo hacía en 3.982.368. A finales de junio, el desempleo bajó en la Comunidad Autónoma Vasca en el segundo trimestre un 3,41% respecto a los tres meses anteriores, con lo que tasa de paro se situó en el 10,40%, con 109.800 desempleados, 3.900 menos que en el trimestre anterior frente a una tasa del 20,09% en el conjunto del Estado, el doble que la vasca.
Este es el mejor ejemplo de la inestabilidad referida, ya que los datos del SPEE de agosto han vuelto a dar un vuelco a la situación respecto a junio y a julio. De hecho, la CAV (que sigue teniendo la mitad de tasa de paro que la media estatal) fue la segunda comunidad donde en términos porcentuales, más creció el desempleo: un 2,75%, lo que supuso un incremento de 3.461 desempleados, con lo que ya suman 129.293 (un 7,46% más que hace un año).
Seguridad Social Un botón de muestra relativamente fiable lo encontramos en los datos de afiliación a la Seguridad Social, y esos nos indican que la cosa no marcha como debiera. Así, la Seguridad Social perdió en la CAV el pasado mes de agosto 11.363 afiliados, al quedarse en 924.291 el número medio de contribuyentes, el 1,21% menos que hace un mes. En el conjunto del Estado, la Seguridad Social perdió 131.858 afiliados en agosto (el 0,74%), tras seis meses de aumentos, con lo que el número medio de personas que contribuyeron a las arcas del sistema público de pensiones se situó en 17.716.464, el 1,58 % menos que hace un año.
Dentro de un mes la polémica volverá a aflorar y el desconcierto prenderá en parados y ocupados.