Montaña rusa. Arriba y abajo. Una locura. Partido granítico en el frenopático, de alternativas, de idas y venidas. Delirio para Javier Zabala. Más delirio para Jon Ander Peña. Vaivenes, tensión y camisas de fuerza. El Beotibar de Tolosa, alicatado de colchones hasta el techo. Bendita locura, frenesí y chaladura. Zabala sobrevivió este domingo a su propia montaña rusa, a su ritmo infernal, frente a un Peña II que estuvo todo el partido a remolque y a punto estuvo de voltearlo. 

Zabala mueve la pelota a gran velocidad, tiene una marcha más, obliga al rival a adaptarse a un embrollo tras otro, pero tal es el nivel de locura que él mismo acaba pagando peaje. Tiene aura kamikaze. Debate con contundencia desde el primer pelotazo, incluso aunque le cueste el oxígeno en la parte final. Camina junto al fuego. Alma de volcán. Manos eléctricas. Jugándose las habichuelas en un escenario de obligación al haber perdido su primer encuentro de la liguilla de cuartos de final del Cuatro y Medio y haber ganado Altuna III ante Bakaikoa el sábado, Zabala se encontró en una tesitura de vida o muerte –ganar o quedar eliminado– en la que tiró de violencia en cada pelotazo para desmontar a Peña II y casi cae en su propia trampa. Si bien físicamente reconoció haber terminado bien, hubo instantes en los que la dureza del partido más peloteado del presente acotado (358, una tortura) le tuvo cerca de la inmolación. Porque Zabala es experto en jugar con mecheros y gasolina. Ante Bakaikoa se quemó. Contra Peña II estuvo a punto de volver a hacerlo. 

El riojano imprimió velocidad al cuero y evitó el peligro rematador de Jon Ander, un dechado de virtudes cerca del frontis. El de Aspe estuvo 1-5 y 6-13, una preciosa contradejada al ancho. Javier caminó todo el partido con el marcador a favor, pero el castillo de naipes se le derrumbó cuando acumulaba una bonita distancia de cinco cartones sobre su rival. Iban 11-16, al que acababan de llegar con un tanto de 35 pelotazos –215 en la cuenta global– en el que Javier se mostró muy entero. Sin embargo, su dominio se desmoronó. La semana anterior le costó cerrar ante Bakaikoa. Aparecieron los fantasmas. Peña II se acercó a base de ganchos para poner incertidumbre a la película. Hubo igualada en el cartón 16 y el tolosarra, de estar tocado, pasó a ver el futuro en technicolor. El guipuzcoano tiró un saque-remate y se repuso con un pelotazo por la pared. Vuelta a empezar. Zabala intentó reponerse con un remate por el txoko. Fallo. El 18-17 fue la única vez que Jon Ander fue por delante en el luminoso. 

El paso por el vestuario aclaró las ideas de Zabala, que disipó las dudas con su violento pelotazo, su principal ariete junto a la carambola. Cuatro tantos volvieron a retorcer el destino. Montaña rusa. Otra vuelta más de tuerca. A Javier no le pesó la responsabilidad. Peña II no aprovechó las oportunidades. Ensayó una dejada al ancho digna de un genio, también cruzó un gancho veloz, agresivo, imposible de responder, e hizo daño para apuntillar con efecto con la derecha. Así se puso 18-21 y parecía haber dulcificado la película de terror. 

A un centímetro de meta, en cambio, Jon Ander se abrazó a su pose de artista. Gancho y cortada y un saque. 20-21. Otro viaje a la locura. Y, entonces, agobiados, con los pulmones llenos de azufre, Peña tuvo opción de finiquitar y perdonó, pero fue Zabala el que no indultó a su rival. Con el 20-22, si el riojano quiere pisar las semifinales, tendrá que ganar a Altuna III el sábado en el mismo escenario. El amezketarra ya está clasificado.