Lieja-Bastoña-Lieja
Clasificación
1. Tadej Pogacar (UAE) 6h00:09
2. Giulio Ciccone (Lidl) a 1:03
3. Ben Healy (Education First) m.t.
Finalizó la fuga en la Lieja-Bastoña-Lieja como acaban los días, con la inercia del sol decayendo hacia el anochecer de las jornadas que se estiran con la fuerza de la luz, la pila que le da vida.
El fulgor pasó en un ambiente festivo, de algarabía en las cunetas, donde los pantalones cortos, los niquis y las gorras saludaban a un clima benévolo, a una primavera estupenda, con olor a flores. Nada que ver con el frío, la lluvia y el entumecimiento de la Flecha Valona, que era el castañear de dientes y los rostros hinchados, las ojeras del esfuerzo y las bajas temperaturas.
En La Decana, en el más antiguo de los Monumentos, Tadej Pogacar cambió el color del culote, pero no la pose, siempre victoriosa. Dejó el enlutado negro, clásico y elegante, con el que derribó el Muro de Huy y optó por el blanco porque la ceremonia era otra, con más pompa y boato.
El color de la santidad, rematado el culote con ribetes arcoíris. A juego con el maillot y con su significado. El esloveno es el campeón del Mundo y el emperador del ciclismo. Llegó La Redoute, una cota con mitología, y Pogacar se elevó por encima de los mortales. Un chasquido hacia la gloria en Lieja.
Percutió como en la Flecha Valona, sentado. Entronizado. Sin necesidad de levantarse ni un instante. No le hace falta para poner en pie al público y derrengar al resto de competidores, minimizados al paroxismo. Pogacar es un gigante. Gulliver en Liliput.
“No era el plan, pero vi que no estaba Remco y fue una motivación para mí. Simplemente tenía buenas piernas”, dijo el esloveno tras anudarse al cuello su tercera Lieja. Se la dedicó a la memoria de su suegra. Apuntó al cielo su victoria.
Allí habita Pogacar, en el Olimpo. En La Decana festejó su noveno Monumento, un crisol compuesto por tres Liejas, dos Tour de Flandes y cuatro Il Lombardia. Este curso fue tercero en la Milán-San Remo y segundo en su debut en la París-Roubaix.
En total contabiliza 95 triunfos en su palmarés. Gianetti, el mandamás del UAE, le recompensó con un abrazo y una sonrisa de ganador. Porque Pogacar siempre gana.
Lieja-Bastoña-Lieja
Clasificación
1. Tadej Pogacar (UAE) 6h00:09
2. Giulio Ciccone (Lidl) a 1:03
3. Ben Healy (Education First) m.t.
Es el suyo un paso marcial que a todos aplasta. Aceleró y se alejó sin pestañear. En el retrovisor se reflejaba la nada y el vacío. Él lo es todo. Una pelotón en sí mismo. Todos los ciclistas en uno. El contrarrelojista, el clasicómano, el escalador, el campeón de las carreras de tres semanas, el recaudador de Monumentos, una deidad en bicicleta.
Tras su dedo al cielo, a más de un minuto, Ciccone pudo en el mano a mano con Healy, que completó el podio. De Evenepoel no hubo huellas, engullido por el anonimato, a años luz de Pogacar. Nunca pudo aproximarse al chico maravilla.
Su bicicleta dorada, el casco del mismo tono, se oxidaron ante la radiación que emana Pogacar, una fusión nuclear, una central de vatios capaz de iluminar Europa con sus piernas infatigables, con su potencia infinita.
El esloveno es la exhibición continua de un poder apabullante, intimidante de punta a punta. Solo y al comando, cumplió con la liturgia de otra victoria. Apagada la emoción, rutinario en sus logros. Un ataque y la demolición. Dejó los escombros de siempre a su paso. Inaccesible.
Juega el esloveno con sus rivales, que parecen ser simples convidados de piedra, testigos y notarios de otra función exagerada. La superioridad del campeón del Mundo es de semejante calibre que los otros corren para ser segundos. Pogacar flota en otra dimensión. ¿Es real el esloveno o una alucinación?
El hiperbólico Pogacar ha convertido a sus adversarios en simple atrezo, en figurantes que ruedan junto a él en bicicleta hasta que decide despedirse de ellos sin mirar atrás.
Sobre su montura blanca y coloreada con el arcoíris, que comenzó el curso con el diseño de una manillar alado, un punto estrafalario, que según su diseñador ahorraba esfuerzo por eso de la aerodinámica y ayudaba a reservar energía y a eliminar fatiga, mostró un manillar plano, sin curvatura. Así que o el diseñador tenía razón o aquello era simple marketing. Nada como un buen relato para abrir el libro de los sucesos extraordinarios que personifica Pogacar.
En realidad, a Pogacar le dan igual los cálculos, la geometría y las ganancias marginales porque está por encima de eso. Lo suyo es el realismo mágico. Nadie puede acercarse al sol sin que arda.
Evenepoel, indigesto, era una estatua de sal evaporada. Skjelmose, una sombra. Pogacar tomó un racimo de segundos en La Redoute y coleccionó otro Monumento sin pestañear tras una aceleración de motorista sin necesidad de abrir la boca para airearse. Pedalea en apnea el esloveno, que se asemeja a un paseante por un bidegorri. De alarde en alarde.
Por detrás, un enjambre con Healy, Pidcock, Ciccone, Nys, Alaphilippe… Todos persiguiendo al hombre que es un ser, una criatura de la mitología. Pogacar continuó su carrera contra la historia, mientras el resto, pobres mortales, perseguía una utopía. Heredero de Merckx, el esloveno es la rutina de la excelencia. Pogacar alimenta su leyenda en Lieja.