De Madrid, al cielo. Despojado de las dudas y de las penas, derribado el muro mental en el Tour de Bélgica, Alex Aranburu edificó un castillo de oro con la conquista del Campeonato de España de ruta. Días felices para el de Ezkio, que para florecer en Bélgica necesitó 666 días.

Es el número de lunas que habían transcurrido desde la última victoria, perdida en el arcano. No se rindió Aranburu. Amaneció de nuevo el sol reflejado en su mirada. Se desencadenó el de Ezkio en Bélgica y se descorchó en San Lorenzo de El Escorial.

Alex Aranburu celebra la victoria. RFEC

Alivió el luto, ese velo impreso en la memoria. Reivindicó su figura después de varias actuaciones acariciando el satén del triunfo, ese tacto suave, pero huidizo y resbaladizo. Celebró aquella conquista, la del regreso, la del retorno, con rabia. Eufórico. Despresurizado. Reprodujo la coreografía en Madrid.

Necesitaba ganar el guipuzcoano, un ciclista con instinto rematador que contaba demasiados uys. Se sanó en Bélgica, resuelta la obsesión en la búsqueda de la gloria como el capitán Ahab que persigue la ballena blanca. Capturada aquella victoria redentora, Aranburu se subrayó con la corona de Campeón de España.

Doblete vasco

Es de oro Aranburu, al fin campeón de España. Bramó su alegría el de Ezkio entre el traqueteo del adoquín, la alfombra roja del guipuzcoano. Miró para atrás peno no había nadie. Superior. Oier Lazkano escuchó su victoria por el pinganillo de su equipo. La ovacionó. Tuvo tiempo para reconocer la carrera de su compañero. Honor.

El guipuzcoano, pletórico, se enfatizó con una victoria en solitario. Es un festejo Aranburu. Entre su laurel en Bélgica y el del estatal apenas han transcurrido ocho días. No hay nutriente como el de la confianza para revivir y recomponerse.

En un día soleado, Aranburu venció sin sombra. El triunfo soñado por los campeones. Recuperado el estatus. Rey en San Lorenzo de El Escorial. Tomó el relevo de Oier Lazkano. Su herencia. Aranburu abrió las puertas de la gloria con más 44 segundos de renta sobre Lazkano, plata, y sobre Jesús Herrada, bronce.

Nada como los triunfos para desatascar las penas. Fluye Aranburu, que se impulsó con determinación y arrojo para celebrar otra victoria rotunda. Pelayo Sánchez catapultó al de Ezkio, que lanzó la apuesta ganadora después de que el asturiano izara su bandera.

El Movistar, con mayoría de piezas sobre el tablero, gestionó de maravilla el grupo que entró al salón de baile de la carrera y en el que sobresalían Mikel Landa, Oier Lazkano, Ander Okamika, Jesús Herrada o Roger Adrià.

Faltaba el verso suelto de Aranburu. El gasteiztarra era el centinela que cuidaba en la distancia de la feliz aventura del ezkiotarra. Aranburu, sin cadena, era el hombre en fuga. Libre. Alado. Feliz. Pletórico. De Madrid, al cielo. Aranburu se corona.