La colegiada de natación, Estitxu Nanclares, acaba de recibir el reconocimiento honorífico de Servicios Distinguidos–Medalla de Oro por la Federación Alavesa de Natación debido a sus más de 27 años arbitrando en las piscinas. A pesar del transcurso del tiempo, la alavesa continúa teniendo más energía que nunca y espera poder continuar muchos años más en esta gran familia.

¿Se esperaba el homenaje?

–Si te digo la verdad, no. Me hizo una ilusión enorme y no tengo palabras para describir lo que sentí y es que fue un momento que jamás olvidaré. Ese premio es un reconocimiento de la gente a lo que tú haces. Es cierto que en este deporte los colegiados no tenemos esa mala imagen que quizá tienen otros árbitros en otros deportes, pero eso no quita para que fuera un momento precioso, en especial, el ver cómo toda la piscina me aplaudió. Reconozco que se me pusieron los pelos de punta.

“Hasta yo misma admito que llevo mucho tiempo en esto, aunque psicológicamente no me pesa porque lo hago muy feliz”

¿Cuál fue su primera reacción?

–Una vez pasada la sorpresa, se lo conté a mi familia. Lógicamente, les hizo mucha ilusión. Además, todo el mundo tuvo la misma reacción hacia mi persona, incluida la gente ajena a la piscina, como mis compañeros de mi trabajo, quienes me comentaron que 27 años es una auténtica barbaridad, en el buen sentido claro. En ese aspecto, hasta yo misma he de admitir que son muchas temporadas y que cuando miro para atrás, pienso “madre mía, cuántos años”. Sin embargo, psicológicamente no me pesan porque lo hago muy feliz.

Un reconocimiento individual, pero tendrá que ver mucho el trabajo en equipo, ¿no?

–Sí. El reconocimiento que recibí yo se lo merecen el resto de mis compañeros, como el que lleva la mesa, el ordenador, el marcador electrónico... Al final, es un mundo que se nutre mucho de gente que ayuda por la pasión que le tiene a este deporte y eso hace que el ambiente sea único. Hay mucha gente empujando detrás y es gracias a la labor de todos lo que hace posible que este deporte avance.

¿Cómo fueron sus comienzos?

–En cierta manera fue algo sencillo, yo simplemente quería que siguiera la rueda en marcha y no perder la relación con este mundo que siempre había sido una parte importante de mi vida. Mis dos últimas temporadas fueron en salvamento y socorrismo de natación, algo que se montó en el equipo de Judizmendi, que es donde yo he nadado siempre. A partir de ahí, cuando dejé de nadar, tenía la sensación de que quería devolver esos favores que tantos padres habían hecho por mí. Al final, esto que hago es como una especie de voluntariado, aunque ahora se percibe una pequeña cantidad. En resumen, fue la motivación de que alguien lo había hecho por ti antes y yo quería devolverles el favor yendo los sábados y domingos a arbitrar y a cronometrar.

La colegiada de natación, Estitxu Nanclares Pilar Barco

¿Ha tenido momentos de flaqueza y de querer dejarlo?

–Sí hay épocas que tienes menos fuerza, pero son esas cosas que luego las piensas bien, porque si dejo de arbitrar tampoco voy a estar con la gente que quiero y acabaría perdiendo ese gusanillo que siento por la natación. El ambiente de la piscina en Álava es increíble, nos conocemos todos y somos una gran familia. Es muy habitual que los hijos de los nadadores sean también amantes de este deporte. Entonces, la gente que ha nadado conmigo está ahora en la tribuna animando a sus hijos y es como una familia donde todos nos conocemos. Aunque sea duro y tengamos que ir al mediodía a la piscina, al final este deporte siempre te llena.

¿Nunca quiso ser entrenadora?

–Yo tuve muy claro desde pequeña lo que quería estudiar y aposté por licenciarme en Biológicas y ahora trabajo en una consultora medioambiental. Ser colegiada era la posibilidad que tenía de poner mi granito de arena y poder seguir en la piscina.

¿En qué campeonatos suele participar y arbitrar?

–La mayoría de competiciones en Álava se celebran en Mendizorroza. Luego los clubes hacen algún trofeo social en sus instalaciones, como en el centro cívico de Judimendi o en el Estadio. Y desde la Federación también se organiza algo en Llodio. También arbitro en campeonatos de Euskadi. En esos siempre es bonito encontrarse con jueces de otros sitios, ya que mantenemos buena relación y aprovechamos para ponernos al día. Eso sí, siempre tenemos que comer rápido para volver a la piscina.

En otros deportes, los colegiados suelen recibir muchas críticas e incluso están mal vistos. En su caso es al revés, ¿verdad?

–No tiene nada que ver. Siempre puede haber algún momento de calentón y que alguien te mire mal, pero nada más. La natación tiene un ambiente muchísimo más respetuoso en comparación a otros deportes. Por ejemplo, cuando descalificas a alguien lo normal es que venga el entrenador a preguntarte la razón o incluso tú como colegiada si ves que alguien lo está haciendo mal, te acercas al entrenador y se lo comentes para que el nadador lo pueda corregir. Aquí no se pretende fastidiar a nadie y con los más pequeños se intenta hacer una labor pedagógica.

“Siempre puede haber algún momento de calentón y que alguien te mire mal, pero es un deporte muchísimo más respetuoso que otros”

¿Es dura esa labor de intentar enseñar a los niños y niñas?

–Sí, pero es algo muy bonito y agradecido. Por ejemplo, momentos en los que te agachas para hablar con el nadador en la escalera de la piscina e intentas explicarle cómo se dan las vueltas de braza y ayudarle para que no se le olvide y así aprenda. Eso es algo muy emotivo, porque te lo agradecen mucho. Al final, todos los que arbitramos hemos sido nadadores y sabemos las horas que hay detrás, los madrugones y el encaje de bolillos en los horarios. Al final, un colegiado es consciente de que cuando tomas una decisión, quizá le estás fastidiando al pequeño y por eso, intentas ayudarles para que aprendan mientras compiten.

En todos estos años, seguro que tiene multitud de anécdotas...

–Difícil elegir una (risas), pero me quedo con una que fue muy bonita. Una pequeña que hoy es madre de nadadores y en su día tenía que nadar 50 libres que es lo que se llama crol, con ida y vuelta. Entonces, la pequeña dio la vuelta y dio 4 ó 5 brazadas y observamos cómo volvió para dar el viraje por segunda vez. Todos nos quedamos descolocados y cuando terminó la prueba y salió del agua con el entrenador al lado se le preguntó y dijo que la primera la había dado mal y que por eso volvió para repetirla. Lo normal habría sido tirar para delante, pero ella quiso perder tiempo para hacerlo bien.

¿Aún queda colegiada para rato?

–Últimamente había tenido algún momento de flaqueza, pero ahora estoy deseando que llegue octubre para comenzar una nueva temporada y volver otra vez. Me he sentido muy querida y porque a raíz de esto he estado reflexionando y me he dado cuenta de que en la piscina, si le pegas una voz a algún pequeño, es para ayudarle. Porque por muchos gritos que haya pegado en estos 27 años, luego cuando crecen y se encuentran contigo por la calle, te paran y te dan cariño. Y ese ambiente es lo que me hace seguir. Es algo muy sano y me hace seguir teniendo energía. Porque de esto es muy difícil vivir y todo ese cariño dulcifica las cosas. Después de recibir la medalla, se me acercaron muchas personas como directivos de clubes, con los que me ha tocado discutir en algún momento, a darme un abrazo. La natación es una familia preciosa que no quiero abandonar.