La subida a Dorben era una entramado de varios capítulos. Una ascensión que escondía otras a modo de las muñecas rusas, las matrioskas. Sorpresas encadenadas. La caja de Pandora. En 19 km al 4,5% de pendiente media, se desparramaban cuatro picos, con sus cuesta y bajadas.

En realidad, la montaña era una cordillera con distintas viñetas en un paisaje bello, hipnótico. Para Felix Gall, la montaña era afable. El mejor lugar posible. Poesía pura. Se asomó el austriaco a su gran conquista. Le alcanzó su soberbia actuación para lograr la etapa y para pintarse de amarillo. Skjelmose dejó de ser el líder.

A Pello Bilbao le gustaba lo que veía, bebía por los ojos y disparaba rayos por las piernas. El gernikarra, siempre en el escaparate. Es una garantía de solidez Pello Bilbao, que escaló un puesto en la general. A Evenepoel la terraza no le entusiasmaba demasiado. El campeón del mundo se bamboleo, incómodo. En un par de ocasiones se resquebrajó. Sobrevivió a los vaivenes.

Se rehizo el belga en la bocana del final, pero se mostró oscilante en un territorio que medía el material del que están hechas las piernas. Frente a una postal de sosiego para los sentidos, en ocasiones lo bonito encierra el padecimiento. Juan Ayuso, sobrado la víspera, era un árbol seco un día después. De la exuberancia a la sequía.

Cuando se esperaba la pirotecnia del alicantino, se le congestionó el motor, gripado. Estalló por dentro. Implosión. El que explotó su fuerza salvaje fue Oier Lazkano, no demasiado lejos de los mejores. El gasteiztarra dejó destellos de lo que es capaz y es mucho. Su crecimiento es nítido. Es una certeza. Avanza a pasos firmes y agigantados Lazkano, que prefiere blandir el lema de la cautela. “Pasito a pasito”.

Pello Bilbao, cuarto en la general

Con ese pensamiento, aferrado al camina o revienta, en Leukerbad se encumbró Gall, heroica su marcha. Se bautizó el austriaco en una prueba del WorldTour. Un enorme logro en un final alocado. El grupo de los mejores era un avispero. Una dieta con efecto rebote.

Se movía Bardet, inquieto; lo buscaba Pello Bilbao, formidable, y se tensaba Evenepoel, ambivalente. En ocasiones apretaba el botón de on. Otras el de off. El stand by era Skjelmose, que vigilaba.

El danés no pudo cauterizar la distancia con Gall, al que remató en la jornada precedente. El austriaco respondió con una jugada maestra: etapa y liderato. Doblete. Todo es posible cuando el terreno, exigente, montañoso, arenga a los ciclistas valientes. Lo es Gall, que se subió sobre el orgullo y el arrojo para superar al resto.

Entre la nobleza, todo era cambiante por momentos. El que atacaba, amagaba con quedarse. El que perdía comba, soñaba con mostrarse. Idas y venidas. Un carrusel de sensaciones encontradas. Después del revuelo, de los arañazos, los mejores, salvo Gall, al que perseguían con prismáticos, se prensaron en la igualdad.

De esa amalgama de dorsales se cayó Ayuso, demasiado lejos. Cuando se precipitó al anonimato, creció el austriaco hasta subirse al liderato. El resto entró de la mano. Gall se doctora en Leukerbad.

Vuelta a Suiza

Cuarta etapa

1. Felix Gall (Ag2r) 3h42:22

2. Remco Evenepoel (Soudal) a 1:02

3. Mattias Skjlemose (Trek) a 1:03

4. Cian Uijtdebroeks (Bora) a 1:05

6. Pello Bilbao (Bahrain) m.t.


General

1. Felix Gall (Ag2r) 11h19:50

2. Mattias Skjlemose (Trek) a 2’’

3. Remco Evenepoel (Soudal) a 16’’

4. Pello Bilbao (Bahrain) a 57’’ 

5. Wilco Kelderman (Jumbo) a 1:12